Solemos visionar el Titanic como a un ente magnífico, de
gran lujo y esplendor, imponente e inmortal. Sin embargo, no debemos olvidar
que su historia está ligada a la de 2.208 personas, de las cuáles 1.496
perdieron la vida. El buque es innegablemente sinónimo de tragedia y el tema a
tratar en esta ocasión lo refleja a la perfección.
Son muchos los nombres, las cifras que componen la parte más
triste de la historia de nuestro barco. Personas que como yo que escribo y como
tú que lees, tenían inquietudes, esperanzas, sueños, preocupaciones, intereses,
emociones. Muchas veces me pregunto cómo habría reaccionado yo, qué habría
pensado, qué habría sentido. Sales de tu cama, posiblemente sobresaltado y te
encuentras en apenas unos minutos en una situación de vida o muerte. Para la
gran mayoría lo segundo. Muchas veces con hijos a tu cargo, amigos, familia.
Como todos sabemos, no había tiempo, no había sitio y gran parte de estas
personas se quedaron para siempre en el Titanic, pasando de algún modo a ser inmortales
como él.
En esta entrada vamos a hablar de qué pasó con los cuerpos
resultantes del naufragio, del porqué se recuperaron tan pocos, de porqué
algunos regresaron a casa y otros nunca lo hicieron, de cómo se hicieron las
identificaciones y quién las dirigió, y de los barcos implicados en esta tarea
nada agradable en la que sus participantes se involucraron mucho más de lo que
podrían haber llegado a imaginar, pues esos individuos inertes tenían aún algo
que contar.
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Halifax resultó ser la ciudad con el puerto más grande y cercano a la tragedia del Titanic. Es por ello que la White Star Line elegió este punto como el central para que de allí saliesen los barcos que se encargarían de recuperar los cuerpos. Fueron varios los buques que participaron en la tarea. Cuatro de ellos fueron fletados por la propia compañía.
El C.S. Mackay-Bennett, el C.S. Minia, el C.G.S. Montmagny y el S.S. Algerine.
Sin embargo, otros cuatro barcos recogieron también a algunas víctimas del
Titanic. El propio salvador, el R.M.S. Carpathia, el R.M.S. Oceanic, el S.S.
Ottawa y el S.S. Ilford. Estos tres últimos fueron testigos casuales de los
últimos gritos del Titanic.
R.M.S. CARPATHIA
Son alrededor de las 4.00 de la mañana del lunes 15 de abril
de 1.912. Arthur Rostron, el Capitán del R.M.S. Carpathia cambia su rumbo. Ha
puesto en marcha los motores de su nave para que vayan a la máxima velocidad
posible. Hace unas horas su telegrafista, Harold Cottam, ha recibido la llamada
de auxilio de un ya moribundo Titanic y en ningún momento duda de lo que debe
hacer. Decide prescindir incluso de la calefacción del barco para poder acudir
más rápido. Lo que se encontraron fue un panorama absolutamente desolador. El
Titanic había desaparecido, hacía ya un par de horas. El Cuarto Oficial del
Titanic, Joseph Boxhall así lo confirmó. El barco más grande, lujoso y seguro
del mundo yacía bajo las aguas del Océano Atlántico. Sólo unos pequeños botes
salvavidas, cargados con cientos de personas que aún no podían asimilar lo
ocurrido, era todo cuanto quedaba de él.
Los tripulantes del Carpathia se apresuraron para poder
subir a los indefensos supervivientes. Muchos de ellos se encontraban en estado
de shock, otros apenas podían intentar acceder al buque por sus propios medios,
las fuerzas ya empezaban a flaquear y el frío hacía mella en ellos. En total,
712 personas fueron transferidas al barco de rescate. Pero también 4 cuerpos.
Ellos no habían logrado conseguirlo.
William Fisher Hoyt, 43 años, primera clase

“Después de meterlo en
el barco le quitamos el chaleco salvavidas con la intención de que pudiese
respirar mejor. Por desgracia, murió. Estaba demasiado débil cuando lo
avistamos.”
Sidney Conrad Siebert, 29 años, mayordomo de
dormitorios
Andrew Orr Cunningham, colega de Siebert,
“Mi compañero Sidney estaba conmigo cuando nos
tiramos al agua.”
El Titanic estaba condenado y uno de los últimos botes
salvavidas, el número 4, había sido lanzado. Tenían que intentar llegar hasta
él. Ambos nadaron con ganas de vivir, pero Sidney estaba agotado. Llegó más
tarde y aunque fue subido, no lo consiguió. Murió durante la noche.
David Livshin
(Abraham Harmer), 25 años, tercera clase
No se sabe con certeza quién rescató a David Livshin. Hay
controversia respecto al asunto y existen dos posibilidades. Puede ser que
fuera subido al bote 14. Varios de los tripulantes del salvavidas aseguran que
fueron tres las personas que sacaron del mar, pero existe también el testimonio
de que fueron cuatro y dos de ellos fallecieron durante la noche. Este cuarto
podría pertenecer a David.
Sin embargo, también es probable y personalmente me decanto
por esta opción, que David Livshin fuera uno de los ocupantes del plegable B,
que quedó boca abajo a la deriva cuando el Titanic finalmente se hundió. Así lo
aseguraron dos de las personas que salvaron la vida gracias a él. El Segundo
Oficial Charles Lightoller y Algernon Barkworth. Ambos declararon que un
cadáver fue transferido al bote 12 y éste era posiblemente el de David Livshin.
William Henry Lyons,
26 años, marinero de alto rango
Al igual que Sidney Siebert y su compañero Andrew
Cunningham, William Lyons tuvo la misma idea. Cuando el bote 4 estaba ya en el
agua, Lyons se lanzó al mar con la intención de alcanzarlo. Lo consiguió. Su
experiencia como marinero hizo que sus fuerzas llegaran al objetivo sin embargo,
no le quedaban más. Tras ser rescatado por los ocupantes del salvavidas,
William entró en un estado de letargo que finalmente le llevó a la
inconsciencia. Fue el único de los cuatro que llegó al Carpathia aún con vida,
pero falleció a las pocas horas.
Arthur Rostron aseguró haber tenido a bordo cuatro cuerpos.
Como buen católico, tras una pequeña ceremonia cargada de respeto y silencio,
las cuatro personas fueron lanzadas al mar el martes 16 de abril de 1.912. Ninguno de ellos fue numerado ni tuvo ficha de
identificación, por lo que no se los suele contar entre los cuerpos recuperados
del Titanic.
SISTEMA DE IDENTIFICACIÓN
Antes de que el Mackay-Bennett saliese rumbo a su triste
cometido, la tripulación debía saber cómo proceder. No querían que ocurriese lo
mismo que hacía 40 años, cuando otro trágico naufragio había tenido también
como protagonista a la ciudad, el del R.M.S. Atlantic, que se hundió en las
costas de Nueva Escocia. Murieron 545 personas. El fracaso a la hora de recuperar
e identificar estos cuerpos hizo que la ciudad sufriera un duro bochorno.
Habían incluso llegado a robar varias de las pertenencias de los muertos. Para
evitar esta situación, John Henry Barnstead, el encargado de los registros de
nacimiento, matrimonio y defunción de Halifax, Canadá, comenzó a trabajar en un
sistema forense que ha llegado hasta nuestros días. Su objetivo principal era
que absolutamente cada detalle fuese registrado sin posibilidad de error y que
así fuesen más sencillas las identificaciones. Las familias tenían derecho a
saber qué había ocurrido con sus seres queridos.
Su sistema estaba basado en tres principios. Enumeración,
identificación y pertenencias. Es por ello que entregó un cuaderno donde se
escribiría la descripción de los cadáveres, hasta el último de sus objetos por
mínimo que fuera, peso, altura, edad, sexo y el número que se le había
asignado. Varias bolsas de lona numeradas fueron cosidas apresuradamente para
contener en ellas las pertenencias de las víctimas recuperadas. Estos sencillos
contenedores incluirían también el registro de lo que llevaban dentro, evitando
así posibles robos. Fue obligatorio que dos miembros de la tripulación
estuvieran presentes a la hora de guardar los objetos.
Con estas instrucciones claras, el Mackay-Bennett partió
raudo a su encuentro con el Titanic.
C.S. MACKAY-BENNETT
El mismo domingo 15 de abril la White Star Line contrató al
buque cablero Mackay-Bennett. Iba capitaneado por Frederick Harold Larnder. La
tripulación estaba formada por varios hombres que se habían enrolado con la
promesa de cobrar el doble de lo habitual debido a lo crudo del trabajo. Llevaban
consigo 103 ataúdes, 12 toneladas de hierro, grandes cantidades de hielo y todo
el líquido de embalsamamiento que pudieron obtener.
El 17 de abril zarparon desde Halifax, Canadá con destino al
desastre. Sus esperanzas de encontrar muchas víctimas no eran muy halagüeñas.
Los productos destinados para embalsamar eran suficientes para 70 personas. Tardaron 4 días en llegar, varias tormentas y un mar
turbulento que parecía no querer dejarles paso dificultó la llegada. El
panorama que allí se encontraron era completamente desolador. Gracias al diario
que el maquinista del Mackay-Bennett Frederick Hamilton, escribió a bordo,
podemos describir la escena.
“El océano está
salpicado de una pila de trozos de madera, sillas y cuerpos”.
La tripulación pudo contemplar con horror cientos de cuerpos
en el agua. Sus previsiones habían sido completamente erróneas. Algunos de ellos
estaban muy juntos y parecían una bandada de gaviotas en la niebla, vestidos
con sus chalecos salvavidas. Algunos se habían alejado hasta 60 km del punto
del naufragio.
El S.S. Bremen, un buque de pasajeros alemán, se topó con el
improvisado cementerio mientras hacía su travesía. Su Capitán declaró al
respecto.
“Estaban
por todas partes. Había hombres, mujeres y niños. Todos ellos tenían su
correspondiente salvavidas. Conté 125 cadáveres y luego me cansé de hacerlo.
Debía haber unos 150 o 200 cuerpos. No recuperamos ninguno, era absolutamente
inútil por la sencilla razón de que no teníamos cómo mantenerlos.”
Varios pasajeros del Bremen tampoco podían quitar la vista.
Algunos describieron haber visto a una mujer abrazada a un perro (para saber
más echa un vistazo a esta entrada), a varios hombres aferrados a una tumbona
de madera e incluso a una mujer abrazando a su bebé.
Como sabían que el Mackay-Bennett se dirigía a las labores
de rescate, contactaron con ellos para dar las coordenadas y siguieron su
camino, dejando atrás el silencio más absoluto sólo roto por el sonido del mar
chocando contra los cientos de víctimas del Titanic.
Al día siguiente, el cablero encargado por la White Star
Line llegó al escenario y comenzó a recuperar los cadáveres. No tenían
suficientes medios como para rescatar a todas aquellas personas en buenas
condiciones. El aire acelera la descomposición en cuerpos mojados y tenían que
trabajar deprisa. Informaron de que necesitarían más material, por lo que la
naviera contrató los servicios de un segundo barco, el C.S. Minia.
Durante 7 días, desde su llegada a la zona cero, el
Mackay-Bennett estuvo ejerciendo su cometido. Recuperaron 306 cuerpos. Las tareas de rescate eran arduas y difíciles. De nuevo en
su diario, Frederick Hamilton nos describe así algunas de las dificultades que
tuvieron.
“Dos icebergs están
ahora a nuestra vista. El más cercano debe medir más de treinta metros en su
pico más alto. La vista es impresionante, una masa sólida de hielo contra la
cual el mar se choca furiosamente, levantando columnas de espuma. El trabajo
comenzó y se mantuvo continuo durante todo el día, recogiendo uno a uno varios
cuerpos. Transportar los restos empapados en ropa y meterlos por el costado al
bote, no es tarea fácil. Hoy hemos subido cincuenta y uno. Dos niños, tres
mujeres y cuarenta y seis hombres. Aún el mar parece lleno de ellos. A
excepción de nosotros mismos y los pájaros que nos sobrevuelan, somos las
únicas criaturas con vida…”
Un bote salvavidas del Mackay-Bennett rescata un cuerpo
El tiempo era terriblemente frío y los cuerpos pesaban
mucho. Llenos de agua y con los chalecos salvavidas, subirlos a los pequeños
botes no era en absoluto sencillo. Las jornadas se hacían largas y todos
acababan agotados. Según Frederick,
“El
embalsamador es el único a quien parece que le es agradable su trabajo. Digo
agradable, porque para él es un trabajo de amor y orgullo.”
Un cadáver es embalsamado en la cubierta del Mackay-Bennett
Los cadáveres recibieron distinto trato dependiendo de la
clase a la que pertenecían. Los miembros de la tripulación eran almacenados con
hielo, los pasajeros de tercera y segunda clase eran envueltos en bolsas de
lona y los de primera clase eran colocados en ataúdes.
El doctor Thomas Amstrong, cirujano del Mackay-Bennett
declaró lo siguiente respecto al estado general de los cuerpos.
“Con la excepción de unos 10
cadáveres que tenían lesiones graves, su aspecto general era tranquilo y
sereno.”
De los 306 cuerpos recuperados por el Mackay-Bennett,
116 fueron enterrados en el mar. Al terminar la dura jornada, se realizaban las
ceremonias. Los cuerpos eran envueltos en bolsas y se les introducía una barra
de hierro para que se hundieran con facilidad. Una campana sonaba con cada
cuerpo que iba cayendo al mar. Frederick Hamilton describió así algunos de estos
momentos.
“El tañido de la campana nos reunió a todos en el
castillo de proa, donde varios cuerpos están ya listos para ser enviados a las
profundidades del mar. Están cuidadosamente cosidos en lona y llevan el peso
correspondiente. Es una escena extraña. La luna creciente arroja una tenue luz
sobre nosotros. El servicio fúnebre es conducido por el Reverendo Canon Hind y
dura casi una hora. Una vez terminado, comenzamos a lanzar los cuerpos. El
momento se va repitiendo con cada uno. Salpica cada vez que llegan al agua y se
hunden a una profundidad de cerca de dos millas. Splash. Splash. Splash”
Ceremonia a bordo del Mackay-Bennett del
24 de abril de 1.912. Esta instantánea fue subastada en el año 2.013 por la
casa Henry Aldridge & Son
Las ceremonias se
llevaban a cabo con el mayor de los respetos. Como se puede observar en la
fotografía, los miembros de la tripulación se han quitado sus gorras en señal
de respeto mientras observan cómo los cuerpos son enterrados en el mar.
El 30 de abril de
1.912, el C.S. Mackay-Bennett regresaba a Halifax con 190 cuerpos. Casi el
doble de los ataúdes que en un principio llevaban. Habían rescatado e
identificado varios cadáveres.
Su capitán
Frederick Harold Larnder aseguró que “la misión del Titanic fue el trabajo más difícil de toda mi vida.”
Walter John Van Billiard, 9 años, tercera clase, cadáver número
1
El pequeño Walter
sólo tenía 9 años cuando falleció en el Titanic. Viajaba con su padre y su
hermano James, de tan sólo 10 años. Ninguno de los tres sobrevivió.
Walter fue el
primer cadáver que el Mackay-Bennett recuperó del mar. Curiosamente también
hallaron a su padre Austin Van Billiard, de 35 años que fue marcado con el
número 255. Son los dos únicos cuerpos pertenecientes a una misma familia
identificados y rescatados del naufragio.
Ambos fueron
llevados a tierra y enterrados en el Union Cemetery, Zion Lutheran Church, de
Flourtown, Pensilvania, EE.UU.
Sidney Leslie Goodwin, 1 año, tercera clase, cadáver
número 4
Sin lugar a dudas, el hallazgo más duro para la tripulación
del Mackay-Bennett fue el del bebé. El pequeño fue tratado con absoluto mimo
por todos y cada uno de los miembros del buque y su cuerpo se llevó a tierra,
donde recibió sepultura el 4 de mayo de 1.912 en el cementerio de Fairview en
Halifax, Canadá. Al ser su identidad desconocida, fueron los propios miembros
de la tripulación del Mackay-Bennett los que se hicieron cargo del funeral y
sus gastos. La Iglesia anglicana de San Jorge, donde se celebró la misa, estaba
llena de personas que querían homenajear al pequeño. Tampoco sobraban las
flores, que muchos de ellos habían traído. Seis de los tripulantes que lo
habían encontrado llevaron a hombros su pequeño ataúd blanco.
En 2.002 se creyó haber encontrado por fin la identidad del
bebé y le adjudicaron el nombre de Eino Viljam Panula, un pequeño de tercera
clase que viajaba con su madre y sus hermanos. Hasta el año 2.008 no fue
posible su identificación real gracias al ADN. Se trataba de Sidney Leslie
Goodwin, que iba con sus padres y sus 5 hermanos. Hasta entonces, había sido
conocido como “el niño desconocido del Titanic”. Sus familiares decidieron dejar su pequeña
lápida con este sobrenombre, en honor a todos los niños perdidos en el naufragio.
Arthur Webster
Newell, 58 años, primera clase, cadaver número 122
Arthur viajaba en el Titanic junto a sus hijas
Marjorie (31 años) y Madeleine (23 años). Tras asegurarse de que estaban a
salvo en el bote 6, Arthur se quedó atrás. Nunca
volverían a verle. Su cuerpo fue recuperado por el Mackay-Bennett y llevado a
tierra. Un empresario de pompas fúnebres, Frank Newell, se encontraba haciendo
su trabajo En Halifax, Canadá, donde habían sido llevadas la mayor parte de las
víctimas rescatadas del Titanic. De repente, se encontró con los restos de su
tío Arthur. El hombre tuvo un desvanecimiento y tuvo que ser atendido por el
shock. Fue la enfermera Nellie Remby quien le proporcionaría consuelo y los
primeros auxilios.
Arthur
Newell fue enterrado en el cementerio Mount Auburn de Cambridge,
Massachussetts. En su cadáver se halló un reloj de oro con el que su esposa
durmió cada noche hasta su muerte.
John Jacob Astor, 47 años, primera clase, cadáver número 124
Uno de los
pasajeros más famosos del Titanic. La
familia del multimillonario estadounidense había ofrecido una recompensa de
10.000 dólares a la tripulación del buque que encontrara sus restos. Sin
embargo, identificarlo no fue fácil. Su cadáver estaba bastante deteriorado. Se
cree que falleció víctima de una de las chimeneas que se separó del barco antes
de hundirse, ya que sus lesiones eran bastante considerables. Gracias al
contenido de sus pertenencias y su inseparable bigote, pudo ser finalmente
identificado. Los miembros de la tripulación del Mackay-Bennett compartieron la
recompensa, que fue utilizada para las exequias del pequeño niño desconocido.
John Jacob Astor
regresó a casa y el 1 de mayo de 1.912 fue enterrado en el cementerio Trinity
de Nueva york.
Alma Cornelia Pålsson, 29 años, tercera clase, cadáver número 206
Alma viajaba junto con sus cuatro
hijos, Torborg (8 años), Paul (6 años), Stina (3 años) y Gösta (2 años). La
mujer tardó mucho en preparar a los niños para subir a la cubierta de botes y
cuando lo hicieron, ya era demasiado tarde. Se lanzaron al mar y allí todos
perecieron. El cadáver de Alma fue encontrado por el Mackay-Bennett. Llevaba
consigo una carta de su marido Nils, quién la esperaba en Chicago. Los
tripulantes del cablero describieron así el momento de su hallazgo.
“El chaleco
salvavidas mantenía sus hombros fuera del agua. A veces, una ola un poco más
grande hacía que su cuerpo entero desapareciese. Tenía la cabeza echada hacia
atrás y ella parecía mirar hacia arriba, como una estatuilla rota en la proa de
un viejo barco. Su pelo y sus brazos se balanceaban en el mar, ofreciéndonos
una visión casi angelical.”
Su cuerpo fue llevado a tierra y
enterrado en el cementerio de Fairview en Halifax, Canadá. Nunca se halló
ningún rastro de los cuatro pequeños.
C.S. MINIA
El Minia
fue el segundo cablero contratado por la White Star Line para el rescate de los
cuerpos de la tragedia del Titanic. El barco salió de Halifax, Canadá el 22 de
abril de 1.912. Iba cargado con 150 ataúdes de madera que nunca llegaron a usarse.
A pesar de que su predecesor se había encontrado con un gran campo de restos
humanos, ya habían hecho prácticamente toda la tarea.
Llegaron
a la zona del hundimiento el 26 de abril de 1.912 y allí estuvieron durante una
semana, intentando recuperar más cuerpos pertenecientes al naufragio. Tan sólo
hallaron 17 cadáveres, de los cuales dos de ellos fueron enterrados en el mar.
Su identificación debido a su estado era prácticamente imposible, aunque sí
pudieron determinar que probablemente eran dos varones miembros de la
tripulación, posiblemente bomberos. Tras una pequeña ceremonia ambos cuerpos
fueron enterrados en el mar.
El 6 de
mayo de 1.912 el C.S. Minia regresaba a Halifax con 15 cadáveres, todos ellos
varones y en su mayoría identificados, a excepción de uno de ellos.
Allí se
relevó con el tercero de los barcos fletados por la naviera para seguir
recuperando cuerpos, el C.G.S. Montmagny. Traspasaron todo el material sobrante
de un barco a otro y el último zarpó de nuevo hacia la zona.
Charles Melville Hays, 55 años, primera clase, cadáver
número 307
El del Presidente de la Grand Trunk
Railway, una importante línea ferroviaria que unía Canadá y EE.UU., fue el
primer cadáver que recuperó el Minia. Francis Dyke, tripulante del Minia
aseguró en una carta a su madre,
“no hubo
impedimento alguno para su identificación, ya que llevaba consigo varios papeles
y un reloj con su nombre.”
Su ataúd fue trasladado a Montreal
desde uno de sus trenes a bordo de un vagón privado. Éste, aún se conserva en
el Museo Canadian Railway de Delson, Quebec Canadá. Fue enterrado en el
cementerio Mount Royal de Montreal. Junto con él, habían perdido la vida su
yerno Thornton Davidson y su protegido Vivian Payne. Sus cuerpos nunca fueron
identificados.
Gaspare Antonio Pietro “Luigi” Gatti, 37 años, gerente
del restaurante A la Cartè, cadáver 313
Había sido
contratado por la White Star Line para dirigir los restaurantes de su nueva
flota de lujosos barcos. Había trabajado ya en el Olympic y durante la travesía
inaugural del Titanic hizo lo propio. Luigi Gatti tenía fama de ser muy
concienzudo y perfeccionista con respecto a su trabajo. Contrató personalmente
a todos y cada uno de los miembros que trabajarían con él en el lujoso
restaurante A la Cartè y también sus salarios corrían de su cuenta. Luigi Gatti
falleció en el hundimiento del Titanic y su cuerpo fue llevado a tierra, donde
recibiría sepultura en el cementerio de Fairview, Halifax, Canadá.
Thomas Mullin, 20 años, mayordomo de tercera
clase, cadáver 323
El joven
Thomas había trabajado desde muy pequeño en la industria textil al igual que
su padre, sin embargo, un problema en la vista le alejó de la profesión.
Comenzó a trabajar como mayordomo para buques y así llegó al Titanic. Tenía
sólo 20 años cuando perdió la vida. El Minia recuperó su cuerpo y lo llevó a
tierra, donde fue enterrado en el cementerio de Fairview en Halifax, Canadá.
C.G.S MONTMAGNY
El
Montmagny ya estaba cargado para continuar con las labores de rescate. Venían
de Sorel, Quebec, Canadá y desde allí, el 6 de mayo de 1.912 llegaron a Halifax
de dónde finalmente zarparon rumbo a la zona de la tragedia.
Había
pasado casi un mes desde el hundimiento y el clima tampoco ayudaba. No quedaba
mucho por hacer. El campo de escombros y cuerpos era ya casi inexistente.
Estuvieron recorriendo la zona hasta el 13 de mayo de 1.912. Hasta la fecha,
habían recuperado cuatro cadáveres. El Minia había terminado su trabajo en el
número 323, pero curiosamente el Montmagny no siguió enumerando con el 324 y
325, si no que empezó a marcar los cuerpos con el número 326. La razón es
desconocida. Es posible que en el traspaso se perdieran estos números.
De las
cuatro víctimas rescatadas, sólo una de ellas fue enterrada en el mar, el
número 326. Su identificación se hacía imposible debido a su estado. Su ficha
lo describe como un varón perteneciente posiblemente al cuerpo de mayordomos y
camareros del Titanic. Los otros tres cuerpos, fueron llevados a tierra tras
ser entregados en Louisbourg, Nueva Escocia y allí transferidos a Halifax por
ferrocarril, donde serían finalmente enterrados.
El 19 de
mayo el Montmagny volvió para seguir intentando recuperar fallecidos pero la
búsqueda resultó infructuosa y el 23 de mayo regresaron a puerto para seguir
con sus actividades habituales.
Harold Reynolds, 21 años, tercera clase, cadáver
número 327
El
Montmagny recuperó su cadáver el 10 de mayo de 1.912. El joven Harold era el
séptimo de 9 hermanos. Se había alistado en el ejército con tan sólo 17 años y
allí había ejercido como ayudante de camarero. Era castaño, con ojos azules y
una cicatriz en la mejilla derecha. Tras varios años como soldado, Harold
estaba cansado. Finalmente desertó y antes de viajar en el Titanic fue a
visitar a su madre, sin embargo, nunca le explicó sus planes de emigrar al nuevo
mundo. Fue enterrado en el cementerio de Fairview, Halifax, Canadá.
Hileni Jabbur (Zabour), 16 años, tercera clase,
cadáver número 328
Apenas
hay datos sobre Hileni. Sabemos que viajaba con su hermana Thamine y que ambas
ejercían de sirvientas. Procedentes de Siria, probablemente iban destinadas a
trabajar para alguna familia en EE.UU. Nunca llegarían a su destino. La ficha
de su cádaver indica que su pelo era castaño claro y que su tez era oscura, con
características refinadas. La joven fue enterrada en el cementerio de Fairview,
Halifax, Canadá.
Charles Edwin Smith, 40 años, mayordomo de segunda
clase, cadáver número 329
Muchos
de los miembros de la tripulación habían comenzado primero en su hermano gemelo
y este fue el caso de Charles. Había trabajado en el Olympic y fue transferido
al Titanic para servir en su viaje inaugural. Se había casado con Martha
Gibbens hacía ya 16 años y el matrimonio tenía cinco hijos, de los cuales
sobrevivieron cuatro. Vivían en Southampton, desde donde despidieron a su
esposo y padre por última vez. Su cadáver es uno de los pocos de los que aún se
conserva la fotografía. Fue enterrado en el cementerio de Fairview, Halifax,
Canadá.
S.S. ALGERINE
El Algerine partió el
16 de mayo de 1.912 desde San Juan de Terranova, Canadá. Fue el último de los
cuatro barcos encargados de la búsqueda de víctimas contratados por la White
Star Line. Tres días después se cruzó con el Montmagny, que ya había terminado
su labor. No quedaba mucho por hacer. A pesar de pasarse tres semanas por la
zona, el Algerine sólo consiguió recuperar un cadáver. Éste fue marcado con el
número 330 y fue identificado como James McGrady. El 6 de junio regresaron a
puerto y allí el cuerpo fue transportado por el Florizel hasta Halifax, Canadá,
donde finalmente recibió sepultura.
James McGrady, 27 años, mayordomo de salón, cadáver número 330
El cuerpo de James fue
el único encontrado por el Algerine el 25 de mayo de 1.912. Había vivido
prácticamente toda su vida al cuidado de su abuela materna. Con 16 años ya
figuraba como trabajador argícola, edad a la que probablemente empezó a
trabajar en el mar. Su último barco antes del Titanic había sido el Oceanic,
también protagonista de esta entrada.
El cuerpo del chico
fue trasladado a Halifax donde fue enterrado en su cementerio de Fairview el 12
de junio de 1.912, casi dos meses después de la tragedia.
Otros tres barcos
tuvieron también su parte protagonista en la recuperación de cuerpos. Durante
sus travesías, tuvieron que encontrarse de frente con algunas de las víctimas
del Titanic. Estos barcos son el R.M.S. Oceanic, el S.S. Ottawa y el S.S. Ilford.
R.M.S. OCEANIC
El
Oceanic era un buque también perteneciente a la White Star Line, que se
encontraba realizando la misma ruta que el Titanic, Southampton-Nueva York,
cuando se cruzó con la tragedia el 13 de mayo de 1.912, casi un mes después del
desastre. Uno de sus pasajeros, Sir Shane Leslie, un importante diplomático irlandés, escribió lo
siguiente acerca del momento.
“El mar
estaba en completa calma al mediodía. De repente el vigía gritó que había visto
algo flotando delante de nosotros. El buque redujo la marcha cuando
comprendieron que el objeto era un bote salvavidas flotando en medio del
Atlántico. Lo que contenía era horrible. Tres figuras humanas. Desde el puente
dieron orden de descender uno de nuestros botes salvavidas con un oficial a
bordo y un médico. Lo que ocurrió fue espeluznante. Había dos marineros
vestidos de noche (en pijama), con el cabello decolorado por la larga
exposición al sol y la sal del mar. Un tercer cuerpo estaba vestido y todos se
encontraban apoyados en el arco del bote. Los tres estaban muertos, todos bajo
el cielo abierto que había visto al buque más grande hundirse en el océano.”
El bote que describe se trataba del plegable A. Se halló a más de
200 millas de distancia de donde finalmente sucedió la catástrofe. En los
últimos momentos del Titanic, el salvavidas consiguió ser liberado gracias al
esfuerzo de los que aún quedaban a bordo. Sin embargo, no dio tiempo suficiente
a que fuese montado adecuadamente y quedó a la deriva semi inundado. Varias
personas desesperadas nadaron hacia él, pero aquello acabó por convertirse en
una lucha campal de la que sólo 13 salieron victoriosos. Los minutos parecían
horas y el frío era mortal. Cuando el Quinto Oficial Harold Lowe regresó a
buscar supervivientes, encontró el bote. Sus pasajeros se encontraban en muchos
casos aletargados por la hipotermia y con el agua hasta las rodillas.
Rescataron a 10 personas y dejaron 3 cuerpos a la deriva. Había pasado
demasiado tiempo.
Los tres cadáveres fueron subidos al Oceanic, donde se procedió a
su identificación. Uno de ellos no pudo ser identificado, aunque se cree que
pertenecía a un varón, probablemente un bombero. Los otros dos correspondían a
dos pasajeros, uno de primera clase y el otro de tercera. No se les asignó
ningún número, pero siguiendo con la numeración les corresponden el 331, 332 y
333.
Las condiciones de los cadáveres eran bastante malas producto del
tiempo que habían pasado a la deriva. Como tampoco llevaban ningún tipo de
producto que pudieran mantenerlos hasta llegar a tierra, se decidió enterrar a
los tres cuerpos en el mar. De nuevo, Sir Shane Leslie describe así la
situación.
“Los
cadáveres fueron metidos en sacos de lona con una barra de acero en los pies. A
continuación, se celebró un pequeño servicio en su memoria y uno tras otro
fueron hundiéndose en el mar…”
Thomson
Beattie, 36 años, pasajero de primera clase, cadáver número 331
Thomson era un agente inmobiliario canadiense
tras un viaje de placer por Europa. Estaba en el Titanic junto a John Hugo Ross
y su inseparable Thomas McCaffry (si quieres saber más pulsa aquí). Cuando el
buque ya estaba en sus últimos instantes, Thomson y Thomas saltaron al agua
donde intentaron aferrarse al plegable A. El último nunca lo consiguió. Beattie
finalmente pereció a lo largo de la noche. Thomson fue enterrado en el mar el
mismo día que su madre hacía 82 años. Curiosamente ella había nacido a bordo de
un barco con destino a Canadá muy cerca del lugar donde su hijo reposaría
eternamente
Arthur Keefe
(O’Keefe), 44 años, tercera clase, cadáver número 332
Arthur se encontraba en el Titanic regresando a casa tras unas
vacaciones. Había estado mandando cartas y souvenirs a su familia durante todo su
viaje. Justo antes de partir en el buque, mandó una carta a su hermana
contándole sus intenciones de volver a bordo del barco más grande del mundo. La
noche del hundimiento consiguió llegar al plegable A según el testimonio de
Olaus Abelseth, con quien había compartido tren de camino a Southampton.
Intentó reanimarlo cuando avistaron al Carpathia pero lo único que Arthur
acertó a decir fue “¿Tú quién eres?,
déjame en paz.” Murió pocos minutos después. Su hermana recibió la carta en
la que le confirmaba su pasaje en el Titanic el mismo día del hundimiento.
S.S. OTTAWA
S.S. Germanic, después bautizado como Ottawa
El Ottawa era un petrolero que se encontró con la penúltima
víctima del Titanic el 6 de junio de 1.912, ya un mes y medio después de la
tragedia. Al cuerpo no se le asignó ningún número, le correspondería el 334. El
chaleco salvavidas había permitido que el hombre siguiese a flote y aunque sus
condiciones eran bastante malas, pudo ser identificado.
William
Thomas Kerley, 28 años, mayordomo de segunda clase, cadáver número 334
Proveniente
de una familia granjera inglesa, William dejó la escuela a los 16 años para
dedicarse a servir. Durante años estuvo ejerciendo como mayordomo para una
adinerada familia en Inglaterra, que le daría experiencia suficiente como para
dar el salto a trabajar en el mar. El Titanic era su primer barco. Firmó su
contrato el 4 de abril de 1.912. Estaría emocionado por su nuevo trabajo. La
noche del hundimiento probablemente estaba en cubierta. No consiguió asirse a
ningún bote. Fue enterrado en el mar.
S.S. ILFORD
El Ilford sería el
último buque que recogió víctimas del Titanic. Fue el 8 de junio de 1.912
cuando se encontró durante su recorrido con un cuerpo flotando en el mar. Al
igual que en el Ottawa y el Oceanic, no hubo numeración. Le correspondería el
335. Este número nos daría la cifra final de cadáveres recuperados. Sin embargo,
debemos tener en cuenta que los 4 cuerpos que subió y enterró en el mar el
Carpathia nunca se numeraron, por lo tanto contaríamos con 339, a los que hay
que restar dos, ya que los número 324 y 325 nunca se utilizaron. Podemos por
tanto confirmar que el número de cuerpos recuperados fue de 337.
William
Frederick Cheverton, 27 años, mayordomo de primera clase, cadáver número 335
Miembro de una familia
humilde de diez hijos, William comenzó a trabajar muy temprano como pintor. Sin
embargo, pronto comenzó a embarcarse en distintos navíos. Sus compañeros lo
describían como ejemplar en su trabajo. Llevaba algunos tatuajes en su antebrazo
izquierdo, sus ojos eran azules y su pelo castaño. Al igual que otros muchos,
Cheverton había sido transferido del Olympic el hermano gemelo del Titanic,
donde también había ejercido como mayordomo de primera clase. Sería su última
travesía. Fue enterrado en el mar. Su madre se benefició del fondo de ayuda del
Titanic, ya que William le pasaba regularmente parte de su salario para que
pudiera mantener a su hermana Nellie que tenía una discapacidad.
HALIFAX, LA MORGUE DEL TITANIC
Fue Halifax, Nueva Escocia,
Canadá, el punto central donde fueron ubicadas las labores de identificación y
los entierros de las víctimas del Titanic. La pista de hielo local, Mayflower,
se convirtió en la morgue improvisada para los 209 cuerpos que pudieron ser
trasladados a tierra firme. El lugar fue elegido por John Henry Barnstead, ya
que era el único sitio que podría conservarlos adecuadamente para que sus
familiares pudieran identificarlos. Se hicieron apresuradamente varias mesas de
madera para albergar a los muertos.
Cuando el
Mackay-Bennett llegó con su triste cargamento, todas las campanas de las
Iglesias de la ciudad redoblaron en señal de luto. Les llevó tres horas y media
bajar los cadáveres. Éstos fueron llevados por carrozas de caballos hasta
Mayflower.
No muchas de las
familias de los fallecidos podían viajar hasta Halifax para identificar a sus
seres queridos. De hecho, sólo 59 de los cuerpos recuperados pudieron ser
devueltos a sus familias. Éstos eran en su mayoría los cadáveres pertenecientes
a los pasajeros de primera clase, prácticamente los únicos en poder pagar los
costosos entierros y traslados pertinentes, de los que la White Star Line no se
hizo cargo. El resto tuvo Halifax como último destino. Allí reposan 150 de las
víctimas.
Como Barnstead no pudo
identificar a muchos de los cuerpos, decidió contratar los servicios de un
fotógrafo local que se encargó de retratar a todos y cada uno de los cadáveres
recuperados del Titanic. Estas instantáneas fueron claves para conseguir dar
una identidad a algunos de las víctimas. En la actualidad se conservan muy
pocas. La mayoría pertenecen a colecciones privadas y nunca se han hecho
públicas en su totalidad.
John
Law “Jock” Hume, 21 años, violinista de la banda del Titanic, cadáver número
193
La empresa Black,
encargada de contratar a los miembros de la banda de música del Titanic,
recibió la fotografía. Fueron ellos los que finalmente reconocieron el cuerpo
193. Su afligido padre recibiría la noticia en su casa, donde también se le
enviaron las últimas pertenencias de su hijo. Ninguno de estos objetos fue a
parar a las manos de la novia y reciente prometida del joven, Mary, quien
estaba embarazada de su hijo. Tras un juicio, la chica consiguió que su hija
recibiera el apellido de su padre y también la ayuda del fondo para las
víctimas.
Toda la ropa de las
víctimas fue quemada para evitar robos que acabaran siendo vendidos como
reliquias de la tragedia, sin embargo, no fueron capaces de hacer cenizas los
pequeños zapatitos del niño desconocido. Éstos fueron guardados cuidadosamente y
hoy se pueden contemplar en el Maritime Museum of the Atlantic, ubicado en Halifax.
El trabajo de John
Henry Barnstead fue tan concienzudo que incluso en la actualidad su método
sigue utilizándose. Tanto es así, que se siguió en los atentados del 11 de septiembre
en Nueva York.
Alan Ruffman, autor
del libro Titanic Remembered y originario de Halifax escribió.
“Lo
construyeron en Belfast, lo hundieron en el Atlántico y nosotros lo enterramos.
En ese sentido, la parte final de la historia del Titanic le pertenece a
Halifax”.
Tres cementerios de la
ciudad se hicieron cargo de enterrar a las víctimas que no habían regresado a
casa. El que más número de muertos albergó fue el de Fairview Lawn con 121
víctimas enterradas en él, le sigue el Mount Olivet con 19 víctimas y por
último el Baron de Hirsch con 10 víctimas.
Fue la propia naviera
White Star Line la que se encargó de costear los entierros y lápidas de
aquellos que no habían sido devueltos a sus familias. Todas las tumbas se
componen de un monolito de granito donde figura el número de cuerpo, el nombre
(si está identificado) y la fecha en la que falleció. Algunas se encuentran más
personalizadas, ya que las familias o distintas organizaciones así lo han
dispuesto. Éstas están localizadas en el cementerio de Fairview Lawn.
CEMENTERIO DE FAIRVIEW LAWN
Sin duda alguna
Fairview Lawn es el lugar más importante referente a los cuerpos recuperados en
la tragedia del Titanic. En este cementerio existe una zona específica donde
121 cadáveres fueron enterrados. Allí varios monolitos de granito se agrupan
reflejando la realidad de lo que supuso su hundimiento.
Cada año es visitado
por miles de personas que quieren mostrar sus respetos a las víctimas de una de
las tragedias más famosas del mundo. La película Titanic (1.997), de James
Cameron lo puso en el punto de mira debido a su protagonista, el ficticio Jack
Dawson. Lo que él no sabía es que en realidad otro J. Dawson había embarcado
realmente en el Titanic. Su cuerpo, el número 227, fue recuperado por el
Mackay-Bennett y enterrado allí. Su lápida es una de las más frecuentadas,
habiendo llegado a estar plagada de flores.
Otra de las tumbas más
concurridas es la del niño desconocido, Sidney Leslie Goodwin. Numerosas
personas dejan recuerdos en su memoria, con flores o distintos juguetes. Es una
de las lápidas que difiere del resto. Ésta fue costeada por los miembros de la
tripulación del Mackay-Bennett gracias al dinero que recibieron como recompensa por hallar a J.J. Astor.
Christopher Ward, el
nieto de John Law Hume, declaró en un documental sobre el tema,
“Todo
este cementerio es un monumento a la arrogancia y el descuido de la compañía
White Star Line. Así lo veo. Me molesta estar parado aquí”.
De las 1.496 víctimas del Titanic tan sólo se recuperaron 337
cadáveres. Resulta ínfimo en comparación, el 22.5% de los fallecidos. El naufragio ocurrió
en el punto donde la corriente del Golfo se une con la corriente fría del
Labrador. Es una de las áreas con mayor movimiento de agua, lo que dificultó
mucho que varios de los cuerpos siguieran a la vista para poder ser rescatados.
El mal tiempo también provocó que muchos se hundieran para siempre en el mar.
Los restos del Titanic
se encontraron el 1 de septiembre de 1.985 por el oceanógrafo Robert Ballard.
Desde entonces, son varias las expediciones que se han hecho al pecio. En
ninguna de ellas se han encontrado restos humanos. Sin embargo, la zona del
hundimiento está repleta de zapatos. Éstos son los últimos testigos de todos
aquellos que nunca pudieron ser enterrados, los últimos ecos de la tragedia.
En memoria de mi amigo
Claudio, quien seguro se encuentra recorriendo las cubiertas del Titanic junto
a ellos.
[Irene Hernández Rodríguez]
Memorable blog que sigo desde hace ya mucho tiempo. Este artículo es magnífico. Soy un apasionado de todo lo que tenga que ver con el Titanic, su entorno, su época, la gran época de los trasatlánticos, y no lo que vemos ahora; esos cruceros de parque temático, donde nadie se entera que está navegando sobre el mar. La tragedia del Titanic me llevó a conocer otras muchas tragedias marítimas como el Cap Arcona, entre otros. Es una lástima que ya no se publican libros, o mejor dicho, se traducen libros sobre las últimas investigaciones del Titanic. En mi haber poseo el imprescindible "El Titanic una historia ilustrada, de Don Lynch, La última noche del Titanic, de Walter Lord, El Titanic, de Joseph Conrad, y Titanic, el final de unas vidas doradas, de Hugh Brewster. En fin, menciono todo esto para decir que soy del Club.
ResponderEliminarUn cordial saludo.
¡¡Muchas gracias por leernos Melmoth!! Me alegro de que te guste nuestro blog y disfrutes con su lectura. Tienes en tu poder libros excelentes. Una Historia Ilustrada es, como bien dices, imprescindible. Es una auténtica lástima que desde hace muchos años ya no se encuentre en stock en castellano. Ésa fue una de las razones por las que decidimos abrir este blog, no existe apenas información en nuestro idioma y es interesante tener ciertas investigaciones o noticias que puedan estar al alcance de todos los castellanohablantes. Gracias de nuevo.
EliminarQuiero felicitar y dar gracias a las autoras de este magnifico blog, cuyas publicaciones están llenas de erudición y tacto sobre la tragedia del Titanic. Desde que era niño siempre me sentí fascinado por el barco, apenas podía creer que los hechos fueran verídicos por que me parecían tan increíbles como sacados de ficción. Gracias a sus columnas llenas de respeto hacia las victimas me he sentido mas conmovido por las historias humanas que me han enseñado a su manera que la vida es preciosa. Muchas gracias por este blog pues nos permiten a personas como yo, que no tienen los medios para investigar de primera mano, quiero que sepan que este trabajo definitivamente no es en vano.
ResponderEliminarSaludos cordiales desde México.
Gracias por tu comentario Eduardo, me alegra mucho que te haya gustado nuestro blog. Siempre tratamos que los artículos sean concienzudos en cuanto a la rigurosidad histórica, pero también que tengan un trasfondo emocional que haga que el lector pueda sentirse identificado de algún modo con las distintas historias. Un saludo.
EliminarUn trabajo excelente y que va al grano. Estos días iré viendo el resto del Blog. Tengo algunos dibujos del Britannic que he preparado para exponer en el Museo. Te los iré enviando y si los quieres usar están a tu disposición.
ResponderEliminarEnhorabuena por la labor y un saludo.
Gracias por leernos y gracias por tu comentario. Seguro que esos dibujos del Britannic son excelentes, si te apetece compartirlos con nosotras estaremos encantadas. En las pestañas del blog tienes una de contacto, allí puedes enviárnoslo. De nuevo, ¡gracias!
EliminarExcelente artículo, hay mucho humanismo y tacto en este artículo sobre los remanentes de la tragedia del Titanic. Por orro lado, aún me sigue sorprendiendo cómo clasificaban a las víctimas, se notaba que en esa época (y aún hoy en día) el clasicisismo estaba muy marcado en las personas hasta para morirte y enterrarte. Siempre que leo sobre las víctimas del naufragio me conmueve el hecho de que muchas familias no pudieron cerrar el círculo de su duelo al ser enterrados en el mar muchos de sus seres queridos e incluso otros quedaron en el fondo del océano con el Titanic como su tumba y que con las palabras del Se. Ward son muy
ResponderEliminaracertadas:
"Todo este cementerio es un monumento a la arrogancia y el descuido de la compañía White Star Line. Así lo veo. Me molesta estar parado aquí”.
Estas palabras son una critica muy acertada a lo que en ese tiempo, no sólo la White Star Line, Sino todas las demás compañías navieras tuvieron que aprender una dura lección: nunca subestimar a la naturaleza y tampoco escatimar riesgos por muy portentosa y lujosa que parezca una nave (pues también debemos recordar la tragedia del Zeppelin Hidenburg de 1935) siempre habrá una fuerza mucho mayor que la del hombre: la naturaleza.
Muchas gracias por leernos Alejandra. El tema de los cuerpos del Titanic no se suele tratar a menudo y a mí personalmente siempre me ha llamado mucho la atención cómo se hicieron los trabajos de recuperación, la efectivamente clasificación clasista de los cadáveres, dónde fueron enterrados y todo lo que tuvo que conllevar para las familias todo este proceso. Creo que es muy interesante y la verdad es que disfruté mucho escribiéndolo. Me alegro mucho de que te gustara.
ResponderEliminarcreo que el nombre de J.Dawson que figura en la lapida de la foto es de Joseph Dawson y era parte de la tripulación,lo pude ver en un documental
ResponderEliminarLos que quieran saber mas sobre el Titanic aqui les dejo este video se que les va a interesar
ResponderEliminarhttps://youtu.be/5fIohoYn3Gw
EliminarWow. Realmente increíble y conmovedor. Siempre hemos sabido de la tragedia de esa noche, y aunque sabías que detrás de cada de las personas que allí, tenían sus sueños e ilusiones, jamás he conseguido empatizarme y emocionarme tanto. Gracias por acercarnos a esos personajes que sin rostro e historia, estaban en nuestra mente. Excelente. Esto es auténtico periodismo. Espero que sigas escribiendo y nos vuelvas a llegar al corazón.
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