Con motivo de la
gran noticia que hace poco nos brindaron los Estados Unidos e Irlanda aprobando
el matrimonio homosexual, me he decidido finalmente a escribir esta entrada que
llevaba tiempo queriendo hacer. No dudo que sea polémica para muchas personas que
aún consideran que el ser gay es una enfermedad y poco menos que una aberración
de la naturaleza, pero precisamente por ello me reafirmo en publicarla y lo
hago orgullosa, haciendo alusión al
movimiento que los colectivos LGBT (Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales)
llevan años defendiendo.
A nivel personal
creo que debe primar la libertad de todas las personas y por supuesto la
sexualidad individual es parte de ello. Soy partidaria de defender los derechos
de este colectivo que tan reprimido ha estado durante toda nuestra historia y que
aún en muchos lugares sigue siendo perseguido simplemente por amar. Porque de
eso se trata todo este asunto, de amor y el amor tiene varias maneras de ser
dado y entendido, afortunadamente. Ninguno somos nadie para juzgar o poner en
entredicho el amor que sienten dos personas el uno por el otro, sean
hombre-mujer, hombre-hombre o mujer-mujer.
Creo que en el año
y el siglo en el que nos encontramos, es intolerable que siga existiendo esa
intolerancia, valga la redundancia, hacia una manera distinta de amar. Puedo
entender que la época que vamos a tratar, de principios de la primera década de
1.900, no se comprendiese un estilo diferente de vida, sin embargo es repulsivo
que en pleno 2.015 aún tengan que aguantar ciertos desprecios. Por eso,
defiendo a muerte el derecho de los colectivos homosexuales a continuar con su
lucha, una lucha que tiene como fin la normalización de la libertad para querer,
cosa que me parece esencial en nuestra sociedad. Dejemos de demonizar a todo
aquel que no ve las cosas del mismo modo que nosotros, dejemos de criminalizar
que dos personas homosexuales se den la mano o un beso de manera pública,
luchemos para que el día de mañana permitamos a nuestros hijos y nietos tener
un mundo en el que no suponga un trago amargo confesar que amas a una persona
de tu mismo sexo.
Termino este inicio
con una cita que está atribuida erróneamente al filósofo Voltaire y que se cree
fue escrita realmente por Beatrice Hall, la autora de una biografía de éste. La considero una frase esencial para poner en
práctica en todas y cada una de las parcelas de nuestra vida y que sin duda no
es fácil de seguir. Nada lo es cuando se trata de algo que merece la pena. Es
la siguiente, “estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la
muerte tu derecho a decirlo”. Pues eso, que vive y deja vivir.
Vayamos con el tema a tratar.
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El Titanic zarpó de Southampton, Inglaterra, un miércoles 10
de abril de 1.912, una época caracterizada por el modo exageradamente positivo
de contemplar el futuro, pero también por la rigidez social que aún existía.
Sobre todo en los círculos de mayor caché, la imagen era lo más importante que
tenía un hombre, tanto o más que el apellido. No es de extrañar pues, que
muchos de los homosexuales de la época ocultasen su condición bajo matrimonios
supuestamente felices. Otros sencillamente vivían en la ambigüedad que la
soltería otorgaba.
Los nombres que daré a continuación están en su mayoría
extraídos del valiente libro Titanic, el
final de unas vidas doradas escrito por Hugh Brewster. Lo califico de
valiente por ser uno de los primeros en exponer este asunto de un modo tan
evidente, característica que me parece debería ser más habitual. Aún tenemos un
halo de misterio en torno a la homosexualidad y la época que deberíamos
desterrar. Dicho lo cual, he añadido personalmente a un par de pasajeros que
creo posible que tuvieran estas tendencias sexuales. Comenzamos.
Francis Davis
Millet
Conocido por todos como Frank, era un pasajero de primera
clase de 65 años, que regresaba a casa tras pasar varios meses en uno de sus
habituales viajes por Europa, en esta ocasión acompañando a su gran amigo
Archibald Butt. Uno de sus mejores amigos le describiría de este modo “Millet consigue que todos se enamoren de
él. Realza las cualidades adorables de la gente”. Su carácter afable, su
actitud siempre dispuesta y su eterna sonrisa harían que todo el mundo le
quisiera.
Frank Millet |
De padre médico, desde muy pequeño Frank se había interesado
por el arte y la pintura, aunque estudió periodismo en la prestigiosa
universidad de Harvard con un expediente académico insuperable. Se trasladó a
Bruselas donde estudiaría y destacaría como pintor. Fue en Europa donde
conocería la vida “bohemia”, como él
mismo se refería a este tiempo en sus cartas. En Venecia, una noche mientras
disfrutaba de una ópera, un Millet de 28 años conocería al poeta Charles Warren
Stoddard con quien, y según las propias palabras de este último, “casi de inmediato nos sentimos muy cerca el
uno del otro. Nos miramos y al cabo de un minuto ya nos conocíamos…”
La relación se estrecharía muy pronto, llegando incluso a
compartir vivienda durante una temporada. Juntos harían un viaje de tres
semanas por Italia, en el cual admirarían de forma privada al mismísimo David de Miguel Ángel. Stoddard escribió
sobre esta etapa “…dormíamos en una gran
cama doble, tan blanca y mullida que se parecía a una tarta gigante. Y fuimos
felices…” En estos escritos, cambiaba siempre el sexo de su amante
refiriéndose a él en femenino, sin duda con la intención de ocultar su
verdadera identidad. Tras regresar a Venecia, Frank y Charles terminaron por
separarse debido a las dificultades económicas y las desavenencias que trajeron
consigo. Este periodo fue muy triste para Millet, quien describió así en sus
cartas su desasosiego “¿Qué si te
extraño? Puedes apostar la vida a que sí. Ponte en mi lugar. Quien añosa no es
quien se ha marchado, si no quién se queda. La silla vacía, la cama vacía, la
casa vacía…” Presumiblemente el poeta se había marchado con otro de sus
amantes y no sería hasta dos años después, en 1.877, cuando volverían a verse,
posiblemente por última vez. Frank le había enviado una de sus cartas
desesperadas que dictaba “¡Ven Charlie,
ven! Mi cama es muy estrecha, pero podrás arreglártelas para acomodarte en
ella, espero…” Charles, llamado por
Frank Charlie, sería una de las personas más importantes de su vida. Con él
conocería un amor que jamás volvería a experimentar y durante el resto de su
existencia, lo recordaría intensamente.
Ya a finales del año 1.878 Frank conocería a la que se
convertiría en su mujer Elizabeth Merrill, por todos conocida como Lily. Con
ella entablaría una relación de afecto real, aunque nunca de amor. El
matrimonio tendría tres hijos, de los que Lily se encargaría prácticamente
sola. Frank se caracterizaba por sus largos periodos de ausencia, en los que
seguramente conocería al también pasajero de primera clase Archivald Butt. Con
él se había embarcado en un viaje por Europa en el que habían recorrido varias
ciudades. Se separaron el mismo mes de abril, yendo Millet a Francia, donde se
encontraría brevemente y por última vez con su esposa, y Butt a Berlín. Se
reunirían días más tarde a bordo del Titanic. Ambos hombres, habían compartido
camarote en una travesía de marzo de 1.912 y también habían convivido una temporada en
Washington. Varios de sus amigos afirmarían que tenían una relación muy
estrecha e incluso que “se entendían de
un modo muy poco corriente”, lo que da lugar a pensar que probablemente
estos dos hombres compartiesen algo más que amistad, aunque tan sólo es una
posibilidad. Lo cierto es que Archie Butt tendría muy en cuenta el consejo de
su amigo y estaría encantado con su compañía, llegando a afirmar que “es tan hacendoso que creo que le voy a
ceder todas las tareas domésticas”. Tanto Frank como Archivald pasarían largos
ratos juntos en el Titanic, incluso es posible que compartiesen el camarote en
algunos momentos. A pesar de que cada uno tenía el suyo asignado. En una carta
que Frank escribiría a bordo, describió su dormitorio con las características
del de Butt, lo que nos lleva a intuir que posiblemente pasaría largos ratos en
él.
Frank Millet es el único de los nombres del cual se puede
afirmar con rotundidad su condición homosexual gracias a esta correspondencia
que aún se conserva. La prueba más fehaciente de que sus escarceos amorosos con
otros varones no fueron sólo fruto de su “vida bohemia” viene de las siguientes
palabras que él mismo escribiría, de nuevo, a bordo del Titanic,“hay un
montón de gente rara en este barco. Al consultar la lista (de pasajeros), sólo
encuentro a tres o cuatro conocidos, pero me parece que hay muchos de “los
nuestros”
Esta misiva estaría dirigida a su amigo Alfred Parsons, un
inglés que como Frank también era artista y posiblemente homosexual.
Seguramente la expresión que el propio Millet entrecomillaría “los nuestros”, se refiriese a este
asunto. También, Hugh Brewster en el libro citado anteriormente, nos explica de
un modo magistral que el término “raro”
se utilizaba en la época para referirse a los homosexuales de manera
insultante, aunque Frank no lo usaría de este modo.
Frank Millet |
Millet moriría en el naufragio en la madrugada del 14 al 15
de abril de 1.912 dejando a su esposa viuda y con tres hijos. Su cuerpo,
catalogado con el número 249, fue encontrado por el Mackay-Bennett días después
y llevado a tierra, donde sus familiares y amigos lo despidieron. Los testigos
y supervivientes afirman que estuvo todo el tiempo en cubierta, posiblemente
con Archibald Butt cerca de él. Ayudó a Jane Hoyt a subir al plegable D y a
ella le pidió “dale un beso a Lily de mi
parte y también a todos mis amigos”. Ya al final se lanzaría al mar ataviado con un abrigo
negro y su traje elegante para la cena debajo del chaleco salvavidas. Fue
encontrado así, flotando sereno. Quizás esos últimos minutos de vida antes de
sucumbir al frío se los dedicase a esos meses intensos en Europa que siempre
recordaría, quizás se los dedicó a Charlie, quizás a Archie Butt. Nunca
podremos saberlo, pero su apasionante historia aún nos permite conocer mejor a
un hombre tan extraordinario como Frank Millet.
Mayor
Archibald Butt
Archie tenía 45 años y venía de regreso de un viaje en el que
su amigo Frank Millet había sido su acompañante. Su vida había sido una
constante vorágine y necesitaba estas semanas de relax en buena compañía.
Archie Butt |
De adolescente, con tan sólo 14 años, Archibald quedó
huérfano de padre, lo que provocó que tuviera que trabajar ya desde muy joven
para poder sacar adelante a su familia. Este hecho, también favorecería la
estrechísima relación que forjaría con su madre Pamela, a quien querría con
total locura y devoción llegando incluso a afirmar en alguna ocasión que nunca
podría amar a ninguna mujer que no fuera ella. Sin embargo y según sus propias
cartas, sí que lo haría. Cuando era tan sólo un veinteañero, Archie se
enamoraría de una muchacha con la que nunca le permitirían casarse. Su madre,
protectora y clasista, nunca hubiera permitido que su hija se hubiera
comprometido con un hombre como él. Archie la recordaría en varias ocasiones en
sus misivas. La segunda mujer con la que quiso tener una relación sería
Mathilde Townsend, una joven veinte años menor que él que nunca le daría
esperanzas reales. De ella dijo que “nunca
se interesó por mí, al menos de forma amorosa”. Y así fue. Mathilde
acabaría por casarse con otro adinerado joven que su propia madre se había
encargado de asignarle. Si Archibald Butt amó realmente o no a estas dos
mujeres no podemos confirmarlo, sin embargo jamás se casaría.
Se convertiría en periodista tras estudiar en la universidad
de Tennesse y en el año 1.900 entraría como voluntario en el ejército, donde
sirvió hasta 1.908, momento en el cual el mismísimo Presidente Roosevelt le
nombraría su asistente militar. Su relación con él sería muy estrecha y se
convertirían en amigos, lo que le traería problemas de lealtad más tarde cuando
en 1.909 llegó a la presidencia William Taft y le mantuvo en su puesto. Tres
años después sería nombrado por éste Mayor y le reclamaría fidelidad al igual
que Roosevelt, lo que le supondría a Archie un conflicto interno que le
repercutiría en su salud. Fue entonces cuando pediría consejo a su gran amigo y
confidente Frank Millet. Con él había convivido una temporada en Washington, y
a pesar de que se encontraba casado, había mantenido relaciones homosexuales en
el pasado, lo que nos lleva a la conclusión de que quizás el vínculo entre
ambos fuera más allá, aunque sólo son conjeturas. Sea como fuere no se puede
demostrar. Lo que sí es cierto es que sus amigos y conocidos afirmaban que “se entendían de un modo muy poco corriente”
y que “el Comandante Butt pedía
consejo al viejo (Millet) y este solía aceptarlo”. El consejo que le daría
sería el de alejarse de allí, por lo que ambos partieron a un viaje por Europa
del que ninguno regresaría jamás.
La supuesta homosexualidad de Archibald Butt es,
estereotipadamente, más evidente que la del propio Millet, del que sí tenemos
pruebas fehacientes de relaciones con otros varones, como ya hemos expuesto en
su historia. Archie era un gran entusiasta de la moda y solía siempre vestir
con ciertos toques que en la época eran tildados de afeminados. Al Titanic, sin
ir más lejos, embarcó con una colección de varios baúles en los que guardaba
parte de sus trajes más exquisitos y de sus uniformes militares, que solía
lucir muy a menudo. Era un hombre que apreciaba los detalles y era capaz de
valorar los vestidos de las damas, cualidad muy poco habitual en un varón de la
época. El New York Times llegó a publicar en sus páginas un artículo hablando
de su vestimenta en el que decían frases como “su pañuelo de batista sobresalía por la manga izquierda”, “una corbata lila” o “lucía un ramillete de lirios en el ojal”.
Tras la muerte de su madre, Archie quedó completamente
devastado. Su gran apoyo, a parte del que le brindaría Millet, lo obtuvo de su
cuñada Clara, con quien se entendía a las mil maravillas y a quien enviaría
numerosas cartas a las que debemos agradecer muchos detalles de la vida del
Mayor que nunca hubiésemos podido conocer de no ser por ellas.
Antes de volver a casa, Millet partió a París a reunirse con
su mujer y Archie se fue a Berlín donde pasó apenas unos días antes de
dirigirse a Southampton, en la cual embarcaría al Titanic. Esa misma noche, en
su escala en Cherburgo, Francia, Butt y Millet volverían a encontrarse. Es muy
posible que ambos compartiesen en algunos momentos el camarote de Archie, el B
38, ya que Millet describió en una carta escrita a bordo con todo lujo de
detalles esta cabina y no la suya, que tenía otras características.
Mayor Archibald Butt |
Ambos murieron en el naufragio del Titanic, llevándose
consigo sus secretos. Marian Thayer y René Harris, dos pasajeras de primera
clase que sobrevivieron a la tragedia, afirmaron que tenía el rostro
completamente impasible y tranquilo ante lo que estaba sucediendo. Posiblemente
se encontraría en shock, siempre acompañado por Millet. Ambos se lanzarían al
mar. Butt conseguiría posiblemente alcanzar el plegable B, que se encontraba
boca abajo mal flotando en el mar. Un fogonero que estaba en la zona dijo que “un hombre con uniforme del ejército trepó a
la balsa, pero tenía el cuerpo agarrotado y enseguida murió. Lo lanzamos por la
borda para hacer sitio a un superviviente”. Se trata, seguramente, de
Archibald Butt. Toda una vida de aventuras acabaría en el fondo del Océano
Atlántico norte, ataviado con sus mejores galas. Su cuerpo jamás sería
recuperado.
Lady Duff
Gordon
Lucy Christiana Sutherland era una mujer que se había hecho a
sí misma. Pasó parte de su infancia en una granja de Canadá tras la temprana
muerte de su padre. Éste, le había hecho prometer a su esposa que criaría a sus
dos hijas en Inglaterra, por lo que Elinor Sutherland, la madre de Lucy,
decidió volver a contraer matrimonio y así cumplir con los deseos de su difunto
esposo. Allí, afincada en Jersey, Lucy
comenzó a interesarse por las telas, los colores y la moda de la época. Los
cuadros que adornaban su casa y aquellas que visitaba con su madre y su
hermana, no hacían más que incentivar su curiosidad y su imaginación.
Lucy Christiana Duff Gordon |
Con tan sólo 21 años
se casó con el comerciante de vinos James Stuart Wallace, tras haber roto con
su primer amor. Un año más tarde tendría a su primera y única hija, Esme. El
matrimonio fue un completo fracaso. James se dedicaba a entretenerse con el alcohol
que él mismo vendía y con otras mujeres,
lo que provocaría que finalmente acabase abandonándola por una de ellas.
Completamente sola y sin apenas dinero para seguir adelante y mantener a su
hija, Lucy tendría que buscar la manera de sobrevivir. Comenzó como costurera
realizando ropa por encargo de manera más o menos amateur. Debido a su
indudable talento, los pedidos no dejaron de crecer y en unos años conseguiría
abrir una tienda llamada Lucile Ltd. que con el tiempo tendría un éxito que jamás
hubiese podido esperar.
El divorcio se materializó en 1.893 y su condición de
separada provocaría que en los círculos sociales de mayor caché todo el mundo
la rechazara. Sin embargo, su creatividad y novedad a la hora de realizar sus
vestidos, conseguiría que estas reticencias no estuvieran presentes a la hora
de vender su moda. Muy pronto tendría que contratar a varios ayudantes para
conseguir atender todos los pedidos a tiempo. Su fama fue extendiéndose boca a
boca y también su cuenta corriente. Fue entonces cuando Sir Cosmo, un baronet
acaudalado y muy hábil en los negocios, invirtió en Lucile Ltd. La relación
entre ambos siempre tuvo algo más allá de ser socios o simplemente amigos, sin
embargo la madre de él se negó rotundamente a un matrimonio con una mujer
divorciada, por lo que no fue hasta su fallecimiento en 1.900 cuando Lucy y
Cosmo finalmente se casaron. A pesar de que en sus memorias ella afirmó haberlo
hecho muy enamorada de él, lo cierto es que su relación distaba mucho de la de
una pareja casada convencional. Sus caracteres, completamente opuestos,
provocaron que sus aficiones nunca estuvieran compartidas y finalmente el
matrimonio acabó convirtiéndose más en una compañía y una imagen, que en uno
real.
Lucy era una mujer con arrojo, delicada en cuanto a su moda
pero también atrevida. Tanto es así, que fue una de las pioneras en realizar
ropa interior con tintes provocativos. Le fue difícil encauzar este nuevo rumbo
en su empresa, pero acabó por ser muy demandado. Seguramente sus amistades, en
su mayoría personas con un carácter más adelantado y liberal que la época, le
ayudarían a abrir su mente. Una de sus frases más características es en la que
dice que “sólo es posible divertirse en
compañía de un joven guapo”, que posiblemente contradice el sentido de
incluir su nombre en esta lista, sin embargo teniendo en cuenta que solía
rodearse de varios jóvenes homosexuales, es probable que esta cita tenga otras
intenciones.
No sólo sus amistades y su círculo más cercano estaban
compuestos de varones con estas tendencias sexuales, también se relacionó con
varias mujeres lesbianas que mantenían sin pudor ni reticencias, amoríos más o
menos estables con otras mujeres. Quizás ellas le dieran la inspiración para
crear ciertas prendas nada convencionales que realzaban el cuerpo femenino de
un modo hermoso y poco pudoroso. Este hecho es el que nos lleva a pensar que
quizás Lucy, tan extraordinariamente distinta y atrevida, tuviese algún
escarceo lésbico durante su vida. Sin duda, no sería lo habitual de haber sido
así, ya que sí se puede asegurar que mantendría varias relaciones con varones a
parte de con sus dos maridos. Sea como fuere, la vida de Lady Duff Gordon es
completamente fascinante y a todos nos ha despertado curiosidad durante más de
un siglo.
Lady Duff Gordon |
Embarcaría al Titanic con su esposo, con quien habitualmente
no viajaba pero que necesitaba para una acción empresarial en Nueva York y su
doncella Mabel Francatelli. Su supervivencia ha desatado un gran debate, debido
a que los tres consiguieron escapar de la tragedia a bordo del bote de
emergencia 1 con tan sólo 12 personas en total, cuando podría haber albergado a
unas 40-45. Fueron los dos únicos pasajeros en declarar oficialmente para la
Comisión de Investigación y esto daría para otra entrada dedicada en exclusiva
a ellos, cosa que haremos más adelante.
Lucy Christiana Duff Gordon murió el 20 de abril de 1.935 a
los 71 años, justo el día que se cumplían cuatro años de la muerte de Sir
Cosmo. Siempre juntos, pero no revueltos podríamos decir.
Termino con una frase de Randy Bryan Bigham, historiador de
la moda y el teatro de principios del siglo XX, que ha escrito y colaborado
para varias publicaciones sobre Lady Duff Gordon y que dice así, “es posible que existiese cierta ambigüedad
sexual en Lucy”. Nos quedamos con esta conclusión.
Elsie
Bowerman
He aquí a una mujer de bandera, gran luchadora por los
derechos de las féminas desde muy pequeña. Una increíble vida dedicada al
activismo y sufragismo.
Elsie nació en el seno de una familia con posibles, aunque nada
ostentosa. Sus padres, firmes defensores de los problemas sociales, inculcaron
a su hija desde pequeña el valor que tenía el trabajo y el dinero obtenido por
éste. Nunca les faltó de nada, aunque tampoco malgastaron ni un solo centavo.
Su padre se encargaría de obtener varios inmuebles que después rentaba y de
este modo, su economía iba creciendo lenta pero constantemente. Su trabajo de
años le permitiría jubilarse y disfrutar de su familia gracias a ello.
Desgraciadamente no duraría mucho. Cuando Elsie contaba con tan solo cinco
años, moriría víctima de una bronquitis Sus propiedades adquiridas tras años de
duro trabajo, permitieron que su viuda y su hija pudieran tener una vida cómoda
sin necesidad de trabajar.
Elsie Bowerman |
En 1.908 Elsie entra a la universidad, donde estudió lenguas
medievales y modernas. Allí la joven destacó por su inteligencia, su sentido de
la moral y también en la que se convertiría en una de sus mayores aficiones, el
deporte, concretamente el hockey. Esta pasión, muy poco habitual entre las
señoritas de su estatus, siempre generó controversias en su entorno, sin
embargo a Elsie no le importó en absoluto.
En 1.912, tras haber terminado su carrera universitaria con
notas extraordinarias, Elsie y su madre deciden tomarse un descanso y preparan
un viaje por Estados Unidos y Canadá con el fin de comprobar las rentas que su
difunto padre había dejado allí. De este modo, el 10 de abril embarcan en el
puerto de Southampton al Titanic alojándose en un camarote de primera clase
austero. Salvaron la vida a bordo del bote número 6, el cual compartirían con
la famosa Margaret “Molly” Brown. A pesar del horror vivido, las dos mujeres
siguieron con sus planes y continuaron con su viaje sin modificarlo.
Fotografías
tomadas en 1.915 muestran a Elsie y su madre en el Jardín de Evelina Haverfield
en su casa de campo de Thakeham. En las instantáneas aparecen con varias amigas
sufragistas, como la propia Evelina. El contraste con fotografías de mujeres de
clase media de la época es inevitable. Elsie y sus amigas eran todo lo
contrario al canon de belleza y compostura de las señoritas en esa década. En
una de ellas se muestra a Elsie tumbada en el jardín con sus perros y su madre
aparece junto a ella. Se la podría describir como una mujer robusta de mediana
estatura, con un cabello ondulado y castaño y piel blanca. Su aspecto tan
desgarbado como varonil, no demuestran grandes aires ni coquetería.
En 1.918 se
convirtió en secretaria de la Women’s Guild of Empire. Allí comenzó a
interesarse por las leyes. En 1.924 se inscribió en el Colegio de Abogados. Fue
la primera mujer abogado en aparecer en la prensa, tras ganar una demanda
interpuesta por un sindicato a un comunista. Al comiendo de la II Guerra
Mundial, Elsie se unió a los Servicios de Mujeres Voluntarios, con los que
estuvo dos años. En 1.947 regresó a Estados Unidos para ayudar a establecer la
Comisión de las Naciones Unidas sobre los derechos de la mujer. Entre 1.931 y
1.962 fue tesorera, secretaria y más tarde presidenta del Comité de Finanzas,
cargo que ocupó hasta su fallecimiento.
A pesar de la
cantidad de datos que tenemos sobre Elsie Bowerman, apenas sabemos nada sobre
su vida íntima. Sus amigos decían de ella que era una persona extremadamente
reservada. Nunca se le conoció un romance o un compromiso. Varios de sus
íntimos afirman que en algún momento anunció que una “buena amiga”, palabras textuales de Elsie, se trasladaría a vivir
con ella y que este hecho le hacía tener una gran ilusión. Apenas unos días
después, fue sorprendida llorando desesperadamente en la escalera. Su amiga
había fallecido repentinamente. Una de sus íntimas dijo que “ella no era una mujer especialmente
sensible. Fue la primera vez que la ví llorar y también la última. Jamás volvió
a pronunciarse al respecto”. Posiblemente este celo por su vida privada
estuviese influenciado por su tendencia homosexual y el gran rechazo que
existía hacia la misma.
La placa dedicada a Elsie Bowerman |
El 18 de octubre
de 1.973, con 83 años, Elsie Bowerman muere víctima de una apoplejía. Todos sus
bienes fueron repartidos a diferentes causas sociales y feministas. Varias
personas que la conocieron escribieron necrológicas en diferentes periódicos
donde destacaban su carácter firme y amable, su gran espirítu y sobre todo su
tenacidad. En el 2.005, 32 años después de su muerte, se colocó una placa de
color azul en Silchester Road, San Leonards, recordando sus actos como
sufragista y su lucha por los derechos de la mujer.
Joseph J. Fynney y William Alfred Gaskell
Otro de los pasajeros con más evidencia de tendencia
homosexual es Joseph Fynney, de 35 años. Era un comerciante de caucho nacido en
Inglaterra. Sus dos hermanos y su madre habían partido a Montreal donde
finalmente se establecieron. Este hecho haría que Joseph viajase al menos una
vez al año a Canadá para reunirse con ellos.
Alto y muy bien parecido, Joseph era un hombre trabajador y
solidario. Ayudaba en su parroquia, St. James, a la reinserción de jóvenes que
habían tenido una corta vida plagada de denuncias por delincuencia y abuso de
alcohol y drogas. Fynney nunca se casó y en su vecindario todos le conocían por
“el mariquita”, ya que varios jóvenes
le frecuentaban a menudo, sobre todo por las noches. Posiblemente la mayoría de
estos adolescentes habían sido conocidos por Joseph en sus labores parroquiales
y era natural verle rodeado de chicos atractivos. De hecho, cada vez que acudía
a una visita familiar en Montreal, lo hacía acompañado de un joven nuevo, por
lo que seguramente su familia era conocedora de sus gustos poco convencionales
para la época. En el libro Titanic, el
final de unas vidas doradas, su autor Hugh Brewster dice de él que era “un apuesto personaje de homosexualidad bien
documentada”.
Joseph Fynney |
En abril de 1.912 Fynney decide hacer su visita anual a su
madre y hermanos, por lo que el día 10 embarcó en el puerto de Southampton al
Titanic como pasajero de segunda clase. El buque atracaría en Nueva York y
después Joseph y su habitual acompañante cogerían un tren que les llevaría a su
destino final, donde tenían pensado pasar algunas semanas. En esta ocasión el
joven que iba con él era William Alfred Gaskell, que prefería ser llamado
Alfred.
Alfred era el mayor de cinco hermanos y su padre había
mantenido a toda la familia siendo tonelero y cuando cumplió una edad
considerable, posiblemente los 14 o los 15 años, su primogénito entraría en el
negocio como aprendiz. En varias fuentes y durante años se creyó que Gaskell
había embarcado con tan sólo 16 años, pero lo cierto es que tenía entre 18 y
19, aunque no podemos saberlo con exactitud ya que sólo conocemos el año de su
nacimiento, en 1.893. Teniendo en cuenta que el joven era originario de Liverpool,
está claro que es donde él y Joseph Fynney se conocieron, ya que éste trabajaba
allí. Lo que no se puede confirmar es que su relación surgiese a través de la
parroquia de St. James, aunque cabe la posibilidad de que así fuera.
No hay nada que podamos asegurar acerca de estos dos hombres,
pero teniendo en cuenta la trayectoria de Joseph, es más que probable que entre
ambos hubiera una relación que traspasaba la amistad. Alan Hustak en su libro Titanic, the Canadian Story, asegura que
Jospeh Fynney tenía un “comportamiento
escandaloso”, seguramente refiriéndose a su relación con otros varones y en
este caso, a llevar abiertamente consigo al joven Alfred.
Ni Joseph ni Alfred vivirían para contar la travesía en el
Titanic. Ambos sucumbirían a la tragedia. El cuerpo de Fynney sería encontrado
el 3 de mayo por el Minia y fue etiquetado con el número 322. Esto, nos lleva a
pensar que quizás ambos hombres consiguiesen subir a la cubierta durante el
hundimiento, sin embargo no tendrían acceso a un bote salvavidas y perecerían
víctimas de la hipotermia.
Joseph Fynney sería enterrado en Montreal y en su lápida reza
que “su gozo era hacer el bien”. El
cuerpo del joven Gaskell nunca sería hallado.
Thomson Beattie y
Thomas McCaffry
Y en este punto abordamos a uno de mis niños mimados del
Titanic, Thomson Beattie, un exitoso agente inmobiliario canadiense. Nacido en
el seno de una familia adinerada, Thomson era el menor de once hermanos. Su
madre le había tenido con 45 y desde el primer momento su relación fue de
profunda devoción. Sus conocidos lo describían como un niño siempre risueño y
muy soñador. No es difícil imaginarlo jugando con sus hermanos, mucho mayores
de él y siendo consentido por todos ellos.
Thomson Beattie |
Tras la muerte de su padre, Thomson se trasladó a Winnipeg,
Manitoba, donde formó su empresa inmobiliaria junto a su gran amigo Richard
Waught. Consiguieron grandes beneficios muy pronto, pues ambos eran
trabajadores apasionados de lo suyo. Tras conseguir la alcaldía, Richard abandonó
la compañía y Beattie se quedó sólo a cargo de ella. Sus extensas ganancias
harían que pudiese adquirir una gran casa en uno de los mejores barrios de la
ciudad, sin embargo no viviría solo. Un médico de la zona compartía el hogar
con él, lo que siempre dio rienda suelta a las habladurías del vecindario,
aunque nunca pudo concretarse si la relación entre ambos iba más allá de la
amistad.
El entorno de Beattie asegura que él “no tenía una institución de beneficencia, pero bien podría tenerla. Su
talonario refleja la bondad que existía en él. Siempre estaba en su sitio y cuando se le necesitaba,
acudía de inmediato. Mas poco sabíamos de él, era de los que escuchaban. Tan
s sólo le conocían realmente unos pocos amigos íntimos”.
Uno de ellos sería el banquero Thomas McCaffry, a quien
Thomson había conocido en 1.897, cuando éste se había trasladado a Winnipeg por
motivos de trabajo. Pronto se hicieron íntimos y de ellos decían que eran “casi inseparables”. Y era cierto. La
mayor parte de su tiempo libre la pasaban juntos, y cada año en invierno solían viajar juntos a
Europa para huir del crudo frío de su país. Así pues, en enero de 1.912, como
ya era tradición, Beattie y McCaffry pusieron rumbo a Italia, su primer
destino. Les acompañaría otro buen amigo, también soltero, John Hugo Ross y los
tres decían llamarse “los tres
mosqueteros”. La intención inicial pasaba por recorrer parte de Italia,
Egipto, Inglaterra y finalmente Francia, desde donde regresarían a casa a bordo
del Mauretania en mayo. Sin embargo la fatalidad o el destino harían que Ross
cayese enfermo durante su recorrido por el Cairo, lo que provocó que tuviesen
que adelantar su vuelta a Canadá. Para ello, reservaron tres pasajes de primera
clase a bordo del Titanic, que haría su viaje inaugural. El propio Beattie
escribiría a su madre poco antes de partir y le contaba su cambio de planes “ya hemos solucionado lo de los billetes. Ahora
viajaremos en el Titanic, es un barco nuevo muy popular por aquí. Dicen de él
que es imposible de hundir. Te veré pronto”. Serían las últimas
palabras que Thomson le escribiría a su madre.
El 10 de abril el trío de amigos embarcó al Titanic
desde Cherburgo, Francia, en su primera escala. Ross, muy deteriorado por la
enfermedad pasaría prácticamente todo el tiempo en su camarote, Beattie y
McCaffry compartirían el C-6, como habitualmente hacían en sus viajes. A pesar
de que nunca se ha podido demostrar que mantuviesen una relación romántica, lo
cierto es que apenas se separaban y en muchas ocasiones les confundían por hermanos,
ya que hasta en su forma de vestir eran similares. En el buque, era difícil ver
al uno sin el otro.
A la izquierda, Thomas McCaffry, en el centro Mark Fortune, también pasajero del Titanic y a la derecha Thomson Beattie |
La noche del 14 de abril, Thomson y Thomas fueron
vistos en la zona de proa intentando con otros hombres desatar los plegables
que allí se encontraban. Cuando finalmente lo consiguieron apenas quedaba
tiempo. El plegable B quedaría boca abajo flotando precariamente en el mar y el
A prácticamente anegado de agua. Los dos hombres, como siempre juntos, se
lanzaron al mar desesperados por llegar a alguno de ellos. Beattie, tras mucho
esfuerzo, consiguió asirse al plegable A y seguramente desolado tras subirse,
comprendería que su gran amigo, su gran compañero había quedado atrás. Thomas
McCaffry, de 46 años, no pudo reunirse con él esta vez. Thomson intentaría
aferrarse a la vida, pero su gran lucha apenas serviría. Durante la noche,
posiblemente hacia el final, moriría víctima de la hipotermia. Volvían a estar
juntos.
Ella White y Marie
Grice Young
Ella White tenía 55 años cuando partió a uno de sus habituales
viajes con su amiga Marie Grice Young, de 36. Juntas habían recorrido
Inglaterra y Francia durante algunas semanas y finalmente iban a regresar a
casa a bordo del Titanic en el puerto de Cherburgo.
A pesar de que la
edad empezaba a pasarle factura, Ella seguía muy activa. En 1.884 se había
casado con John Stuart White, un hombre de negocios muy adinerado de Manhattan.
El matrimonio tan sólo había durado tres años, ya que en 1.897 White murió,
dejándole a su viuda todo su patrimonio. No tuvieron hijos, por lo que toda la
herencia de su difunto esposo pasó a ser directamente para ella. Desde
entonces, se dedicó a viajar e incluso a vivir durante largas temporadas en los
hoteles más selectos de la zona, como el mismísimo Waldorf-Astoria, propiedad
de John Jacob Astor IV y su primo William Waldorf.
Conocida por su
fuerte carácter, Ella White solía hacer las cosas a su manera y tal y como era
la aceptó Marie Grice Young, una mujer amante de la música que incluso había
sido contratada por la hija del Presidente de los Estados Unidos Theodore
Roosevelt para deleitarles con sus melodías. Marie, en contraposición total con
su amiga Ella, era tranquila y sosegada. Quizás por ello encajaron tan bien. Pronto
comenzarían a vivir y viajar juntas. Ambas disfrutaban mutuamente de su
compañía, aunque nunca podremos saber si había algo más que simple amistad.
A la izquierda, Marie Grice Young. A la derecha, Ella White |
Mientras subían al gran transatlántico, se cree que Ella había tropezado y se había
lastimado un tobillo. Este hecho provocó que apenas pudiera salir de su
dormitorio, algo que seguramente le traería de cabeza. Acostumbrada a hacer y
deshacer a su antojo, a pesar de sus problemas de salud, la mujer enérgica que
era no lo llevaría nada bien. Seguramente la paciencia de Marie y su calma, le
transmitirían tranquilidad.
Junto con ellas
viajaban también, unas aves de corral que habían adquirido en su viaje. Marie
se encargaría personalmente de atender que todo estuviera bien y le comunicaba
a diario lo que ocurría respecto a ellas. En esta entrada podéis saber más
sobre los diferentes animales que viajaban en el Titanic.
Ella White y Marie
Young consiguieron salvar la vida a bordo del bote 8. Su historia la contaremos
en otra ocasión. Tras el desastre, las dos mujeres siguieron viviendo y
compartiendo la vida juntas. En 1.942, con 85 años, Ella falleció de causas
naturales en el hotel donde se alojaba desde hacía una temporada. Marie estaba
con ella. Su herencia fue a pasar prácticamente entera a manos de su querida
amiga que fallecería 17 años después.
La historia de estas
dos mujeres ha atraído durante décadas a muchos amantes del Titanic, sin
embargo y a pesar de las numerosas investigaciones, nunca se han podido
encontrar evidencias de que esta estrecha amistad prolongada durante años,
tuviese algún cariz romántico. Juzguen ustedes mismos.
“Si no podemos poner fin a nuestras diferencias, contribuyamos a que
el mundo sea un lugar apto para ellas”. J.F. Kennedy
“Orgulloso de ser quien eres y no como deberías ser”. Mägo de Oz
“La homosexualidad es tan natural como la heterosexualidad. Se da en
la naturaleza y se da entre los seres inteligentes. Lo que es antinatural es
reprimir los sentimientos, las emociones y el pulso sexual del ser humano”. Pedro Zerolo
[Irene Hernández Rodríguez]
Irene, felicitaciones por tus palabras en el inicio de esta publicación. Y bueno que decir del tema en si, como siempre excelente una muy buen ainvestigación. :)
ResponderEliminarGracia, gracias y gracias!!
EliminarHola. Me he estado leyendo el blog de principio a fin, pues si bien no soy especialista ni mucho menos en el tema Titanic, si tengo mucha curiosidad por el mismo. Me gustaría preguntaros que para cuando habrá una entrada sobre los españoles que viajaron en el Titanic, me resultaría muy interesante.
ResponderEliminarFelicidades por este gran trabajo. Un saludo
Muchas gracias Marilia! Nos encanta que nos leáis y sobretodo que nos propongáis entradas que os interesen. Pues bien, los españoles en el Titanic es un tema que llevamos tiempo con ganas de escribir, sin embargo la falta de tiempo y que hemos estado con otras investigaciones, nos han impedido tenerlo ya incluido. Aún nos quedan muchos temas que tratar, te puedo asegurar que nos queda cuerda para rato!! De todos modos, mientras lo vamos preparando si quieres matar el gusanillo, José J. Carrillo nos regaló esta pedazo de entrada sobre cuatro de los catalanes que iban a bordo. http://verdaderahistoriadeltitanic.blogspot.com.es/2015/04/de-barcelona-la-habana-el-testimonio-de.html
EliminarSi, si..esa entrada la había leído también. No me he expresado bien, me refería a todos los españoles que pudieran estar allí, un listado, su procedencia, sus vidas, que pasó con ellos
ResponderEliminarEstá en previsión de hacerse. Es una entrada que tenemos muchas ganas de ofreceros, el problema es que la falta de tiempo no nos permite avanzar muy rápido. Esperamos poder tenerla pronto :)
ResponderEliminarmuy buen articulo. sumamente interesante ¡ Gracias por compartirlo ! :D
ResponderEliminarDe nuevo, ¡muchas gracias! :D
Eliminartodo el tema TITANIC me ha llamado siempre la atención ,gracias por escribir parte de su historia que muchos no conociamos.....desde PERU
ResponderEliminarMe encanta saber lo bien documentados que estan en este blog acerca de TITANIC; ya que es tan idílico leerlo 😊🤗
ResponderEliminarProbablemente la dueña de esta página no publique mi comentario, y es curioso,pero los homosexuales piden libertad d expresion pero no les gusta que se publiquen cosas en desacuerdo con ellos.Los que piden esa libertad son los primeros en censurar.
ResponderEliminarQué interesante. Me encanta el blog.
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