¡Bienvenidos a bordo!

Viaja un siglo atrás y adéntrate en el Buque de los Sueños. En su interior, las vidas y las historias de las 2,208 personas que depositaron sus ilusiones, sus esperanzas y sus anhelos en él. Conoce de su propia mano esta travesía que ya es eterna, conoce la Verdadera Historia del Titanic.


viernes, 11 de septiembre de 2015

Desmontando a Rose y Jack

Pues como su propio nombre indica y sin que sirva de precedente, hoy vamos a tratar sobre Jack y Rose. Sí, los personajes de la película de James Cameron que tantos premios obtuvo y que hoy, casi 20 años después de su estreno, sigue levantando pasiones allá donde vaya.

Jack y Rose (DiCaprio y Winslet) 
Si hay una pregunta que me han hecho en infinidad de ocasiones con respecto al Titanic, es si la historia de amor que viven los dos jóvenes protagonistas fue verídica o no. Siempre me sorprende. Con tantísima información a nuestro alcance y aún sigue interesando si Rose y Jack existieron realmente. Sólo hay que poner la palabra clave “Titanic” en un buscador cualquiera y clicar en las imágenes. Kate y Leo se nos colarán en una de cada tres fotos. Comprobado.

Es por esto por lo que finalmente me he decidido a escribir este artículo, como manera de responder por enésima vez a esa pregunta que seguramente me sigan haciendo durante el resto de mi existencia, sólo que esta vez, lo haré de otro modo que espero disfrutéis tanto como yo al escribirlo. Vamos con ello.

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Cameron nos presenta a Rose DeWitt Bukater justo antes de embarcar al Titanic. Una joven de la alta sociedad americana que, por supuesto, viajará con un pasaje de primera clase. Con tan sólo 17 años se ha visto abocada a un matrimonio que no desea y por el que tendrá que renunciar a esos sueños adolescentes de comerse el mundo, que supongo que todos hemos tenido en su momento.

Rose DeWitt Bukater (Kate Winslet) justo antes de embarcar al Titanic

Ya en el Titanic, Rose comienza a sentirse ahogada. De repente su mundo se viene abajo y decide acabar con todo suicidándose desde la popa del barco. A mi entender, es más bien una rabieta de niña que no sabe cómo enfrentarse a su madre y todo lo que conlleva desafiar las normas de su vida. Mientras está decidiendo si hacerlo o no, aparece Romeo, Jack Dawson, un joven de tercera clase que lleva esa vida que tanto ansía ella. Obviamente él hace que la balanza se incline hacia la vida, con algún que otro problemilla de por medio. Y a pesar de la diferencia de clase social, a pesar de que no tienen absolutamente nada que ver en teoría, Rose se fija en él.  

Jack (Leonardo DiCaprio) convenciendo a Rose (Kate Winslet) para que no salte
Muchos son los que dicen convencidos que esto jamás podría darse, ¿una dama de primera clase interesándose por un don nadie? Pues señoras y señores, he aquí la prueba de que esto pasa hasta en las mejores familias.


Vera Dick y Reginald Jones

Vera Dick y Reginald Jones
Vera tenía 17 años, la misma edad que el personaje de Kate Winslet, cuando se casó con Albert Dick, de 31 años. Ambos provenientes de familias acomodadas, habían contraído matrimonio sin apenas conocerse.  Tras la celebración, Albert le regaló una luna de miel por todo lo alto en Europa, donde recorrerían varios países. Sin embargo, no es oro todo lo que reluce y la joven no acababa de encontrarse bien con su marido. Él tenía una afición un tanto insana y era, ni más ni menos, que alguna que otra timba con profesionales del póker. Durante su visita a Italia, su suerte le abandonó y perdió una pequeña fortuna. Vera se sentía desconsolada. Tuvieron varias discusiones al respecto y el sueño de la joven, se iba esfumando poco a poco. Él, para ir remediando sus meteduras de pata y con la intención de que su esposa le perdonase, la agasajaba con muebles y antigüedades para su nueva casa.

Como colofón a una exclusiva pero algo intranquila luna de miel, la pareja regresa a casa a bordo del magnífico Titanic. Podemos imaginar a la pareja en su camarote, el B 20, con alguna que otra cara larga y la desolación que la noche traería en Vera. La corta travesía del buque no ayudaría mucho a su reconciliación. Durante los cuatro días a bordo, no sería una las veces que el recién estrenado matrimonio discutiría en público. Y una de ellas por algo inaudito.

Durante una de las cenas de gala que se servirían a bordo del Gran Comedor del Titanic, un joven camarero, Reginald Jones de 20 años, se ocuparía de la mesa en la que justamente estaban degustando sus manjares Vera y Albert Dick. Quizás por su enfado con su marido, quizás porque se sentía atrapada o quizás simplemente porque Jones fue amable con ella, la joven le preguntó con algo de coquetería qué le recomendaba del menú. El chico le contestó sonriente, demasiado para el gusto de Albert, quien se enfadaría tanto por la actitud de su mujer que provocaría una pequeña discusión pública en pleno comedor.

Vera y su marido sobrevivieron al Titanic, es posible que gracias a la intervención de Reginald, quien les guiaría hasta el bote número 3 donde ambos salvarían su vida. El joven camarero no tendría tanta suerte y como muchos otros con él, moriría en la tragedia.
Si hubo o no algo más que unas simples miradas furtivas entre ambos jóvenes no lo sabemos, sin embargo la historia de Vera Dick y Reginald Jones demuestra que, a pesar de la época tan encorsetada, dos almas pueden sentirse conectadas incluso siendo completamente opuestas, aunque sólo fuera por un instante.

Si quieres leer más sobre esta historia, echa un vistazo a esta entrada que en su día les dedicamos.


Pues bien, volviendo a Rose y Jack, los hemos dejado en el punto en el cual sus caminos se cruzan, como lo hicieron el de Vera y Reginald. Él le empieza a mostrar algo que ella nunca había conocido, la desinhibición, la diversión, el poder alejarse por un rato de esa vida tan formal y con tantas normas que lleva. Y como no podía ser de otro modo (estamos hablando de una película de Hollywood) los dos jóvenes se enamoran. En un principio la reticencia de Rose hace que les sea difícil dejarse llevar, sin embargo finalmente decide romper las cadenas y disfrutar de lo que sin duda es una de esas historias de amor épicas que tan bien sabe retratar el cine dramático y que tanto ha encandilado al público durante años. 

Jack y Rose en la mítica escena de la película Titanic
Comienza entonces, un continuo devenir de situaciones que no deberían darse y de escapadas furtivas de dos amantes que ya sólo saben pensar con sus emociones. Y aquí vamos a presentaros otra de estas historias que podemos perfectamente equiparar a esta.


Quigg Baxter y Berthe Mayne

Quigg Baxter y Berthe Mayne

Quigg tenía 24 años cuando su madre decidió tomar parte en uno de esos viajes que le llevaban varias semanas y que solían hacer bastante a menudo. Esta vez visitarían varios países europeos, por lo que el chico aparcó momentáneamente sus estudios de ciencias para acompañarla a ella y a su hermana en un viaje que le cambiaría la vida.

Durante los últimos coletazos del año 1.911, la familia partió tumbo a Bruselas  y fue allí en plena capital belga, cuando Quigg conocería a la mujer que le cambiaría absolutamente todas sus perspectivas. Entró en un local donde justamente estaba actuando la artista Bella Vielly, una joven de su misma edad que llevaba varios años dedicándose a una vida poco recomendable para un chico de su clase social. Fueron pocos los minutos que tardaría en quedar embelesado por ella. Su voz le cautivaría y al acabar su número, entusiasmado Quigg se acercó a ella. Podemos imaginar la escena. Una cabaretera con bastante más vida que la de él, siendo cortejada de un modo, seguramente, poco corriente para ella. Sea como fuere, Quigg Baxter y Berthe Mayne, su verdadero nombre, se enamoraron profundamente.

Durante las semanas que él pasaría en Bruselas, disfrutarían de un incipiente romance que les marcaría de por vida. Y ya sabemos lo que ocurre cuando dos jóvenes caen rendidos  a sus sentimientos, la cordura se va por la ventana. Bastante similar a lo que ocurre en la película cuando Rose y Jack finalmente sucumben a la evidencia.

Obviamente para Hélène Baxter, la adinerada madre de Quigg, esta relación no era precisamente el sueño que tenía para su hijo más pequeño. Una cabaretera no podía llegar a ser su esposa. La reticencia de su madre, haría que el chico y su cantante tuvieran que ingeniárselas para poder llevar su relación a buen puerto y, como todos los locos enamorados, se prometerían amor eterno cuando el joven le pidió matrimonio. Ella aceptaría encantada y juntos planearían cómo sería su vida a partir de entonces.
En abril, la partida Baxter regresa a Canadá y Quigg no se iría sin Berthe. Le reservaría un pasaje de primera clase a nombre de Madame de Villiers, haciendo alusión a un apellido de un antiguo amante de la joven. Su camarote era el C 90, mientras que Quigg, su madre y su hermana ocupaban dos más lujosos en la cubierta B, concretamente el 58 y 60.

Debido a los mareos que Hélène sufrió durante la travesía, sería mucho más fácil para los dos amantes encontrarse furtivamente en el camarote de ella, donde pasarían largos ratos disfrutando de la compañía mutua, prácticamente igual que Rose y Jack en cierto Renault rojo. Pero la felicidad y las esperanzas de un futuro juntos se irían al traste cuando el Titanic colisionó fatalmente con un iceberg en su cuarto día de viaje. Los acontecimientos se sucederían rápido y Quigg acompañaría a su asustada madre, su hermana y su amada hasta el bote número 6, donde Berthe comprendería que no dejarían que él se marchase con ella. En un principio se negó a subir sin él, pero la intervención de Margaret Brown y la propia insistencia del chico harían que finalmente entre lágrimas,  ambos se despidieran para siempre.  “Adiós. ¡Mantened el ánimo!” Serían las últimas palabras que Berthe, su madre y su hermana oirían del joven Quigg Baxter. Se quedaría mirando cómo las tres mujeres más importantes de su vida se alejaban salvando su vida y después, moriría en la tragedia.

Berthe Mayne se quedaría con la que hubiera sido su familia política durante unas semanas, sin embargo pronto añoraría su emocionante vida y se marcharía a París donde seguiría disfrutando de largas veladas en compañía de un buen vino y la luna como compañera de aventuras. Moriría en su Bruselas natal a los 75 años, sin descendencia y con la historia de su vida rondando en su cabeza. Poco antes de morir, le habló a su sobrino de Quigg Baxter y del amor que habían compartido, sin embargo jamás la creyeron. Tras su fallecimiento, se encontraron fotos del joven al que tanto había amado y cartas que certificaban que esa loca historia era cierta. Berthe nunca se casó, quizás como homenaje a aquel chico canadiense por quien había dejado todo tantos años atrás.


Y volvemos a desmontando a Rose y Jack. La pareja ya está en un punto de no retorno. Ella se ha entregado por completo a él, incluso compartiendo una noche de intimidad a bordo de un coche, como dos adolescentes en la actualidad. El amor no ha cambiado mucho a pesar de los años. Entre medias, el famoso dibujo y la escapada del mayordomo de Hockley. Pero no estamos aquí para describir la película, así que prosigamos con el tema en cuestión. Tras escapar de dos miembros de la tripulación y con el iceberg ya demasiado cerca del Titanic, los dos amantes se juran amor eterno y Rose decide marcharse con él, abandonando definitivamente esa vida de cristal que tanto anhelaba dejar.




-Cuando el barco atraque, me reuniré contigo.
-Es una locura
-Lo sé, sé que no tiene sentido. Por eso confío.

La conversación inconfundible de dos locos enamorados. Nada importa si no es contigo. Y esto es justo lo que les ocurrió a otros dos de nuestros protagonistas. Dejarlo todo por amor, sin mirar atrás, sin contemplaciones. Sólo queriendo reír y reír eternamente al lado de la persona que amas. Quizás lo consiguieron.





Mary Mullin y Denis Lennon

La única foto que se cree existe de Denis Lennon. Ésta se encuentra recogida en el libro The Irish aboard Titanic

Aquí llega mi historia predilecta de amor en el Titanic. Digna de una película y de dos incluso. Mary Mullin nació en el seno de una familia relativamente acomodada. Era la menor de ocho hermanos y sus padres regentaban un pub que les aportaba los suficientes ingresos para dar a sus hijos una vida desahogada. Tanto es así, que la benjamina y dos de sus hermanas pudieron acudir a la prestigiosa escuela Loreto Abbey, de Dublín. Los archivos nos muestran que Mary ingresó en ella en el año 1.909, con 15 años. 

Fotografía tomada en 1.910 que nos muestra a unas alumnas de la escuela Loreto Abbey. Quién sabe si Mary Mullin es una de ellas
A los Mullin todo les iba sobre ruedas y es por ello que podían contratar personal para su negocio, por lo que a finales de 1.911 principios de 1.912, entró como camarero un joven llamado Dennis.

Él era un chico también irlandés, pero con bastantes menos posibles económicos. Sin embargo, cuando se trata de amor el dinero no es importante (o no debería serlo) y Mary empezó a fijarse en él. En un principio, posiblemente, comenzasen con algunas miradas y frases nerviosas típicas, pero pronto surgió algo más importante que una simple atracción física y los dos se enamoraron.

Como era de esperar, para los padres de Mary el camarero no era una opción posible para su hija menor. Habían trabajado mucho durante toda su vida para que su niña acabase con un simple empleado. Querían mucho más para ella y se opusieron tajantemente a que la relación siguiera su curso. Desesperados, los dos jóvenes tuvieron que idear un plan. Querían estar juntos y no les importaba ya nada, sólo la desesperación de dos adolescentes enamorados podría encontrar como solución una estratégica fuga que les llevaría a Nueva York.

Mary y Dennis lo planearon todo con astucia. Según la familia de ella, el chico robó dinero de la caja del pub para conseguir comprar sendos pasajes de tercera clase y poder escaparse juntos. Y así lo hizo. Tras tener la cantidad necesaria, Dennis acudió a una oficina de la White Star Line y reservó dos humildes billetes para huir a bordo del Celtic. Mientras tanto, Mary preparaba su vuelva a la escuela y tras despedirse de su familia, con sus intenciones completamente ocultas, partió a la estación de tren junto a su hermana Cissie y allí se dieron el último abrazo. Cissie, observó cómo un joven contemplaba la escena a través de una ventana del tren en el cual iba a subir Mary y después reconoció al chico como Dennis. Pero ya era tarde. El plan les había salido exactamente como querían, aunque no contaban con que la escuela se pusiera en contacto con sus padres avisándoles de que la señorita Mullin no había aparecido por allí.

Fue entonces cuando la familia de Mary se puso a atar cabos y rápidamente concluyeron que se iba a fugar con el camarero que tanta lata les había dado. Joe, su hermano mayor, corrió a intentar impedirlo y no lo hizo solo. Con él llevaría una pistola. Estaba dispuesto a matar al joven Lennon. La familia de ella sospechaba que podría estar embarazada y, por supuesto, no podían consentir que ese chico hubiera violado a su hija, pues ni siquiera valoraron que su estado de buena esperanza se debiese simplemente al más puro amor.
Debido, seguramente, a la huelga de carbón que se estaba llevando a cabo esos días previos, la joven pareja fue transferida al Titanic. Para ellos el cambio no sería ningún problema, su objetivo era marcharse y bien poco les importaba en qué buque lo harían. Sus pasajes habían sido comprados por Dennis y éste, con astucia, se había cubierto las espaldas diciendo que la joven era su hermana y así nadie sospecharía nada. Lo que no sabían es que Joe Mullin les seguía la pista.

Queenstown (actual Cobh) era el puerto de destino en el cual Mary y Dennis dejarían para siempre su Irlanda natal para embarcarse en una aventura que a ambos les emocionaba. Joe les siguió hasta allí, sospechando lo que estaban a punto de hacer. Sin embargo, el tren que cogió llegó demasiado tarde. Quizás unos minutos más hubiesen supuesto que su sueño de amor hubiera fracasado. También hubiera sido lo que les salvase la vida.

Mary Mullin, de 18 años y Dennis Lennon, de 21, perecerían en la tragedia del Titanic. Su historia ha estado oculta durante años y todo ese tiempo se pensó que eran hermanos, tal y como ellos habían previsto. No llegaron a la tierra donde, a su entender, se les prometía la libertad suficiente como para tener una vida juntos sin que nadie les cuestionase. Sin embargo, sí pudieron compartir sus últimos alientos.


Rose y Jack sueñan en grande, exactamente igual que los jóvenes Dennis y Mary, pero el destino les tiene preparado algo con lo que no cuentan. Tras compartir esa promesa de huir juntos, el Titanic choca con un iceberg y entonces todas sus esperanzas se vienen abajo. Ya no se trata de una lucha contra las clases sociales o las normas impuestas por el mundo en el que viven, ahora tienen que encontrar la manera de sobrevivir. Después de superar obstáculos que poco tienen que ver con su historia, consiguen encontrarse esperando a un bote salvavidas. Pero no es tan fácil. Sólo mujeres y niños, Jack no puede acompañarla. A regañadientes, Rose finalmente accede a subir y mientras el bote es bajado sus miradas se cruzan, posiblemente igual que lo hicieron las de Berthe y Quigg por última vez. Pero el desenlace en este caso es distinto, sin pensarlo mucho ella se lanza a la cubierta con la intención de reencontrarse con Jack.

 

-¡Qué estúpida eres!, ¿por qué lo has hecho eh? ¡Qué estúpida eres! ¡Por qué lo has hecho!, ¡¿por qué?!

-Si saltas tú, salto yo, ¿no?




Y he aquí otra de esas escenas melodramáticas y terriblemente emotivas que tanto encandilan al público. Pero, ¿es posible que suceda algo así realmente? Comprobémoslo. 


Isidor e Ida Straus

Isidor e Ida Straus
Conocida por todos y cada uno de nosotros, la historia de estos dos ancianos nos demuestra que el amor poco tiene que ver con edades.

Ambos nacieron en Alemania y ambos emigrarían con sus familias al nuevo mundo con la intención de progresar. Allí, a tantísimos kilómetros de distancia de su país natal, Isidor e Ida Straus se conocieron. En la ciudad de Nueva York, Isidor y su hermano Nathan se habían hecho con la propiedad de Macy’s, que resultaría ser todo un éxito gracias  a su buena mano con los negocios. Esto, conseguiría que ambos llegaran a tener dos extensas fortunas que les permitirían vivir el resto de su vida a todo lujo.

Los Straus se casaron pronto, no había mucho que pensar y ambos tenían muy claro que querían compartir sus vidas. Y así lo harían. El matrimonio tuvo siete hijos, Jesse, Clarence, quien pereció con apenas dos años, Percy, Sara, Minnie, Herbert y Vivian.

Isidor e Ida eran una de esas parejas a las que todo el mundo quería. Se involucraban constantemente en eventos sociales solidarios y siempre parecían estar de buen humor. Además, nunca se separaban y, cuando no les quedaba más remedio, se escribían por cada uno de los días que estuvieran ausentes. A pesar de los años, los Straus seguían compartiendo sus miradas cómplices y cargadas de cariño y respeto. La pasión del inicio se evaporó como su juventud, pero conservaban su amor intacto.

A principios de 1.912, el matrimonio partió rumbo a Europa a bordo del Amerika con la intención de visitar Alemania, a la que regresaban con bastante asiduidad. En esta ocasión les acompaña su nieta Beatrice. La joven se quedaría en tierras germanas y tras pasar unos días allí, Isidor e Ida preparan su regreso a casa. La pareja solía viajar siempre que podía en vapores alemanes, sin embargo debido a la huelga de carbón no les sería posible y tendrían que reservar sus pasajes a bordo del Titanic. Seguramente el cambio no les importunaría en absoluto y estarían encantados de viajar en el barco más lujoso y nuevo del momento. El 10 de abril de 1.912 el matrimonio y sus dos sirvientes embarcaron al Titanic en el puerto de Southampton. Ocuparían el lujoso camarote C 55/57, el mismo de John Jacob Astor y su joven esposa pero a babor.

La noche del 14 de abril de 1.912, Isidor e Ida fueron raudos hacia la cubierta de botes y allí su sirvienta Ellen Bird y la misma Ida accedieron al bote número 8. Debido a su edad, también se le permitió a Isidor la oportunidad de subir al salvavidas, pero él se negó alegando que si ningún hombre lo hacía él tampoco. Ante esto, Ida tomó una de esas decisiones que sin duda han pasado a la historia del Titanic. Se negó tajantemente a irse sin él. “Llevamos juntos muchos años. Hemos vivido juntos y moriremos juntos. Donde tú vayas, yo voy”. Y así fue. Calmada, se reunió con su esposo y le entregó a su sirvienta el abrigo de pieles que llevaba puesto ya que, “tú lo necesitarás más que yo”. Y abrazados, se marcharon juntos y fueron vistos por última vez en la cubierta, sentados en las hamacas que días antes habían utilizado los pasajeros de primera. Incluso se llegó a decir que pidieron ser atados con algunas de las mantas que había por allí. Seguramente es parte de la leyenda. Lo que está claro, es que fue el último acto de amor de un matrimonio que tras más de 40 años de relación, quiso terminar su vida unidos.

El cuerpo de Isidor Straus fue hallado días después por el Mackay-Bennett y etiquetado con el número 96. Sería enterrado en el cementerio de Woodlawn, Bronx, Nueva York. Su lápida menta también a su esposa, su eterno amor, de la cual nunca encontraron sus restos. Vivieron juntos. Murieron juntos. Si saltas tú, salto yo, ¿no?


Rose, al igual que Ida, también ha decidido quedarse con Jack. Toca enfrentarse a los últimos momentos antes de que todo estalle en un caos absoluto. Él, haciendo gala del ingenio que le caracteriza, la guía hacia la popa y justo en el lugar donde ella había decidido acabar con su vida tan sólo unas horas atrás, esperaron a que finalmente el Titanic sucumba ante el Atlántico. Una vez ocurre, nadan juntos intentando buscar algo a lo que aferrarse y debe ser rápido, no les queda mucho tiempo. La hipotermia es un asesino rápido. Consiguen encontrar un trozo de madera al que ambos intentan subir sin éxito. Sólo hay sitio para uno. Como no, Romeo le cede el puesto a Julieta. Va a sacrificar su vida por ella, pero antes le hace prometer,





-Debes hacerme ese honor. Debes prometerme que sobrevivirás, que no te rendirás, no importa qué ocurra. No importa lo desesperada que estés. Prométemelo ahora Rose y no rompas nunca esa promesa. No te rindas jamás.






Jack acaba sucumbiendo como tantos y tantos otros al frío horrible de esa noche de abril que destrozaría las vidas de tantas personas. Rose, desolada por la pérdida comienza a llorar y por un momento, se rinde. Sin embargo nada hay más fuerte que la voluntad y una promesa a un amor moribunda (o eso parece), así que con sus últimas fuerzas se lanza al mar donde consigue hacerse con un silbato que la permite tener la voz que ella ya ha perdido. El Quinto Oficial Lowe finalmente la rescata y tras varias horas a la deriva, los 712 supervivientes encuentran la salvación a bordo del Carpathia.

Tres días infernales pasarían en el buque que les llevaría finalmente a Nueva York, el destino que tendrían que haber alcanzado juntos tantas y tantas familias que ahora habían quedado completamente rotas. Rose observa bajo la lluvia la Estatua de la Libertad en un guiño que sin duda, describe su situación actual. Rose DeWitt Bukater murió en el Titanic.





-Me dice su nombre señorita.
-Dawson, Rose Dawson.







Y así es como ella toma el apellido de él, haciendo honor a su promesa y llevando a cabo esa vida que tanto había deseado y que Jack le había permitido tener. Ese sería su homenaje hacia un joven al que tan sólo había conocido durante unos escasos días y que, sin embargo, sería el motor de su vida. Una historia de amor como pocas, que nos hacen pensar si es posible que la llama de un amor tan efímero, puede seguir encendida tantos años después de haberlo perdido. ¿Es posible?


Roberta Maioni

Roberta Maioni

Roberta era una joven de 20 años que hacía las veces de sirvienta para la Condesa de Rothes. La dama y su prima iban a realizar un viaje por Canadá y la joven doncella les acompañó. Embarcarían al Titanic en Southampton y ocuparía el camarote B 79, justo al lado del de la Condesa.

Durante el viaje, Roberta conocería a un joven y apuesto camarero de primera clase, de quien se enamoraría en tan sólo los cuatro días que duraría la travesía. No existen muchos datos acerca de esta relación, ella ni siquiera desvelaría su nombre.
La noche de la catástrofe, el joven se dirigiría a Roberta y guiaría a las tres mujeres hacia la cubierta de botes. Él le entregaría su chaleco salvavidas y la ayudaría a subir. Justo antes de separar sus manos, el mayordomo le dejaría en la palma su insignia de estrella que le caracterizaba como miembro de la tripulación. Podemos imaginar la escena, Roberta mira su mano, ve en ella lo único que le quedará de él y a continuación vuelve la mirada hacia su fugaz amor. La última mirada.

El bote 8, el mismo en el cual hubiera podido también ir el matrimonio Straus, bajó lentamente al agua y en él Roberta, la Condesa y la prima de ésta salvarían sus vidas.
La partida llegaría a Nueva York el 18 de abril de 1.912. Roberta escribiría allí un poema en el que relataba sus experiencias en la tragedia. Regresaría a su Inglaterra natal semanas después y con mimo, guardaría esa insignia y el recuerdo de su amor.

La insignia que el mayordomo le dio a Roberta al despedirse
En 1.919 se casaría con Cunliffe Bolling. Nunca tuvieron descendencia. Roberta murió en 1.963, con 71 años. Se encontraba ya recluida en una residencia de ancianos, aquejada de una artritis aguda que ella atribuía al frío que había pasado tantos y tantos años atrás en el Titanic. Tras su fallecimiento, entre sus cosas, encontraron el poema que había escrito en Nueva York y una insignia de estrella blanca. Es obvio que jamás olvidaría a ese joven. Quién sabe si, como Rose, utilizaría su recuerdo como fuente de energía. Sólo podemos imaginar que fue así.


Rose Calvert, de soltera Dawson, se encuentra junto a su nieta en una casa que denota su espíritu alegre y luchador. La anciana centenaria está haciendo alfarería, actividad que no se le da nada mal a juzgar por su experimentada actitud, cuando ve incrédula cómo un dibujo hecho hace 84 años vuelve a estar ante sus ojos. Es ella, es ella retratada por las manos de Jack. Por supuesto, y a pesar de su avanzada edad, Rose sigue teniendo iniciativa y junto a su nieta Lizzy, se embarca en un viaje que le haría recordar la historia que más le habría marcado nunca. Volvería a Jack.

Tras contar su apasionante historia y dar a conocer por fin su verdad, Rose finalmente descansa. Y entonces la magia de Hollywood nos regala uno de los más hermosos finales, con más emotividad, de la historia del cine. Al menos para mí. Pero para qué describirlo, si podemos verlo una vez más.



Y aquí termina la historia de Rose y Jack, un amor de película por el que muchas personas aún suspiran. Pero vamos a la cuestión que lanzamos al inicio de este artículo, ¿existieron Jack y Rose? La respuesta es bastante clara y siento si decepciono a algún lector, pero no, no existieron. Sin embargo, a lo largo de esta entrada hemos podido comprobar de primera mano que una parte de ellos sí es real, que las historias de amor que hemos repasado son tan apasionantes o más que la suya y que sin lugar a dudas, la realidad siempre supera a la ficción.

Concluyamos esta aventura dejando volar nuestra imaginación y repasando esa última escena, sólo que esta vez con otras caras, con otros nombres. Imaginemos a Vera Dick reencontrándose de nuevo con Reginald Jones, o a Berthe Mayne volviendo a ver a su joven amor, o a Mary Mullin y Denis Lennon juntos por fin, o con la ternura del matrimonio Straus, o a Roberta Maioni volviendo a poner rostro a ese hombre sin identidad. 
Seguro que a partir de ahora, no volveremos a ver la película con los mismos ojos.

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Y, ¿qué hay del corazón de la mar? La respuesta, aquí



[Irene Hernández Rodríguez]

24 comentarios:

  1. un articulo genial, que mas hay que decir.

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  2. Me fascinó. Qué hermosas historias de verdadero amor.

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  3. Precioso, sencillamente precioso. Alguna de las historias comentadas las conocía pero otras no. ¿Podría facilitar algún libro o novela donde se narren hechos sobre el Titanic? Alguno que usted recomendaría. Gracias por tan interesante artículo

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    1. Buenas tardes, permíteme que te responda yo, Irene (la autora) está sin ordenador y me ha pedido que te traslade su respuesta. Antes que nada queremos agradecerte que te hayas pasado por el blog y que nos hayas dedicado tu tiempo. Respecto a tu pregunta, ambas te recomendamos el libro "Titanic. El final de unas vidas doradas" de Hugh Brewster, sin duda es uno de nuestros favoritos. Espero haberte podido ayudar. Un saludo y muchas gracias.

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    2. Gracias por comentarnos, nos alegra que te haya gustado. Otro libro que narra algunas de las historias de amor a bordo del Titanic es "Titanic love Stories" de Jill Paul. En él se narran las vidas de las 13 parejas que estaban de luna de miel en el buque. Está escrito en inglés. Un saludo.

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  4. guau yo sabia que no eran reales pero nunca me imagine que existieron tantas historias igual y hasta mas hermosas y fascinantes que la de jack y rose encerio que lindas todas esas historias merecen tambien su propia pelicula

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  5. Con todo respeto, si existieron, las demas historias son reales al ogual q la de jack y rous pero les cambiaron el nombre a el,se llamaba Edgar y era Argentino, se conoció junto a Rous en el barco y tubieron ese romance que vemos en dicha pelicula.

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    1. Gracias por leernos. Lamento reiterarme, pero se equivoca. Los personajes de la película Titanic no están basados personas reales. Efectivamente Edgar Samuel Andrews, de 17 años, embarcó en el buque como pasajero de segunda clase, pero en ningún momento tuvo un romance a bordo.

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  6. Sin duda es el mejor articulo q e leido en mi vida, me e emocionado con solo leerlo, y ver q existieron tantas historias de amor como la de Edgar y Rous,pero en fin, dejenme feliciyar a este tipo q escribió esto, sin dudas merece un oscar jaja y gracias x hacerme llorar a leerlas, las q mas lagrimas me sacaron dueron las dos ultimas, la de los ancianos y la de la insigna del mayordomo, pero en fin, todas hicieron q derrame lagrimas 😭😭

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    1. Gracias por su comentario, me alegro de que le haya gustado el artículo. Un saludo.

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  7. Sin duda es el mejor articulo q e leido en mi vida, me e emocionado con solo leerlo, y ver q existieron tantas historias de amor como la de Edgar y Rous,pero en fin, dejenme feliciyar a este tipo q escribió esto, sin dudas merece un oscar jaja y gracias x hacerme llorar a leerlas, las q mas lagrimas me sacaron dueron las dos ultimas, la de los ancianos y la de la insigna del mayordomo, pero en fin, todas hicieron q derrame lagrimas 😭😭

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  8. Wow!!! Yo juraba que esa historia de amor era verdadera. No me decepciono, al contrario, sigo sorprendido al conocer otras historias que si fueron reales en esa tragedia. Buenísimo articulo. Saludos desde El salvador

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    1. Gracias por leernos José, me agrada saber que le haya gustado el artículo. Un saludo.

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  9. Dios mio ! Me ha encantado de verdad. Yo esperaba que hubieran sido reales aunque por una parte sigo manteniendo esa esperanza gracias a todo lo que he leido. Se que lo he leido un poco tarde pero esque he visto titanic por otra vez mas jaja y me ha entrado demasiada curiosidad por saberlo todo . Gracias por hacer estas cosas

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    1. Buenas tardes, gracias por pasarte por nuestro blog. Nos alegra que te haya gustado! Y nunca es tarde para empezar a aprender cosas sobre este tema tan interesante como es la historia del Titanic. Un saludo!

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  10. Impresionada. Nunca imagine tantas historias juntas, que si sucedieron y que seguramente fueron mucho mas emocionantes...

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  11. Esta película es la mejor,sin dudas es mi Favorita nunca pensé que hubiese tantas historias así 😍😍

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  12. pues me decepciona un poco que no sean reales pero igual buen articulo y es bueno saber la verdad que la mentira

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  13. Quede alucinada, está tan bien redactada la historia que podía sentir que estaba dentro de una película.

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