Con motivo del 103 aniversario del hundimiento del Buque de los Sueños, desde el blog "La Verdadera Historia del Titanic" queremos conmemorarlo compartiendo con todos vosotros algunas de las historias que sucedieron a bordo del bote 11, uno de los 20 que tenía el barco.
Esperamos que os guste.
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La madrugada del 14 al 15 de abril de 1.912 fue una auténtica pesadilla para todos aquellos afortunados que habían tenido la posibilidad de subir a un bote salvavidas. Desde esta particular butaca fueron testigos silenciosos de una de las mayores tragedias marítimas de toda la historia. Algunos ni siquiera podían girar la vista para observar como el barco en el que se habían creído seguros hacía tan poco tiempo, se iba finalmente a pique.
Esperamos que os guste.
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La madrugada del 14 al 15 de abril de 1.912 fue una auténtica pesadilla para todos aquellos afortunados que habían tenido la posibilidad de subir a un bote salvavidas. Desde esta particular butaca fueron testigos silenciosos de una de las mayores tragedias marítimas de toda la historia. Algunos ni siquiera podían girar la vista para observar como el barco en el que se habían creído seguros hacía tan poco tiempo, se iba finalmente a pique.
El bote 11 era uno de los 20 que
flotaban en el helado Océano Atlántico con
unas 44 personas en su interior.
Había salido del Titanic a la 1,35-1,40 de la madrugada, apenas 40 minutos
antes de que finalmente el mar se tragase al buque.
El ambiente en el pequeño salvavidas
era descorazonador. Todos los rangos sociales estaban representados en él,
desde damas de primera clase, hasta tripulantes que apenas podían entender qué
había pasado. Entre sus ocupantes se encontraban siete niños, dos de ellos
de tan sólo unos pocos meses de edad.
En esta entrada vamos a adentrarnos
en algunas de las historias humanas que se vivieron en su interior. Comenzamos.
El bote 11 llega al Carpathia
Frank
"Filly" Ask tenía 10 meses cuando su madre y él embarcaron en el
Titanic como pasajeros de tercera clase. La noche del hundimiento, su madre
Leah se apresuró con el pequeño en brazos buscando alguna manera de salvar la
vida. Por el camino se topó con la esposa de John Jacob Astor, uno de los hombres más ricos y
famosos del barco, Madeleine. Embarazada de cinco meses, Madeleine vio
con pena la escena y le dio a Leah un chal con el que poder abrigar al pequeño.
La dama de primera clase tenía la misma edad que esa joven madre
asustada. Al verla todos sus sentimientos se removerían, su hijo pronto nacería
y seguramente eso le hizo empatizar de un modo muy humano con Leah Aks. Uno de
estos maravillosos momentos que demuestran que la generosidad es uno de los
sentimientos que más se potencian en una situación límite como la que estaban
viviendo.
Madeleine Astor
Leah buscaba por todas partes la
forma de salir de allí, sobretodo pensando en su hijo. Sólo tenía 18 años,
estaba sola y su bebé dependía de su suerte. Su marido Samuel los esperaba a
los dos en Virgina, Colorado, con la promesa de una vida mejor. Tenía que
volver a ver a su querido esposo, tenía que salvar a su hijo, tenía que
conseguirlo.
Leah y Frank "Filly" Aks
Alice Cleaver no tenía muy claro qué hacer. El bebé de
los Allison, Trevor, de tan sólo 11 meses, estaba en sus brazos y no había sido
capaz de encontrar a sus padres. Ella era su niñera y también de su hermana
mayor, Loraine, de 2 años. La familia viajaba en primera clase. El debate
interno se cernía sobre ella, el tiempo se agotaba y tenía que ponerse a salvo
o sería demasiado tarde. Es entonces cuando el chófer de la familia, George
Swane, del que hablamos ampliamente en esta entrada, le promete a la niñera que
encontrará a los Allison y les dirá dónde está su hijo. Sólo entonces la joven
nanny se decide a embarcar. William Faulkner, un mayordomo de los camarotes, le
ayudó a subir y después le entregó al bebé. Durante años se ha dicho que tras
la catástrofe Alice sólo le permitió a él sostener al niño. Trevor Allison
sería el único miembro de su familia que sobreviviría a la tragedia.
Alice Cleaver y Trevor Allison
Para
Nellie Becker, pasajera de segunda clase, el viaje con destino a Michigan no
tenía una razón agradable. Su marido Allen había contraído una enfermedad y ella
quería alejar a sus tres hijos, Ruth de 12 años, Marion de 4 años y Richard de
tan sólo un año. La mujer tenía que hacer lo posible para que su familia
sobreviviese. Todos estaban esperando para subir al bote número 11 cuando un
mayordomo, que es posible fuese el mismo William Faulkner que ayudó a subir a
Alice Cleaver y Trevor Allison, colocó a los dos pequeños en el salvavidas y
dijo "...¡Esto es todo por aquí!..." Su madre Nellie, aterrada por lo que estaba a
punto de pasar, se apresuró corriendo y gritó que esos dos niños eran sus hijos
y debía estar con ellos. La tripulación permitió a la angustiada madre embarcar
sin que nadie se percatase de que Ruth había quedado al margen. Ya desde el
salvavidas Nellie le gritó "¡Ruth!,
¡tienes que subirte en otro bote!".
Nellie Becker y sus tres hijos, de pie Ruth, sentado a la izquierda Ridchard y sentada a la derecha Marion
El reverendo John Harper sólo quería
en la vida a alguien más que a su Dios y era a su hija de 6 años Annie, a la
que cariñosamente todos llamaban "Nana". Su esposa había muerto al
poco de nacer la pequeña y para él su niña era lo único que le quedaba.
Había embarcado al Titanic como
pasajero de segunda clase junto a su prima Jessie Leitch y su hija. Cuando el
buque colisionó fatalmente con el iceberg, el hombre no dudó en coger a la niña
y a Jessie para ponerlas a salvo. Envolvió a Annie con una manta y la llevó sin
demora a la cubierta de botes. Allí él pronto se dio cuenta de la situación,
sólo podrían subir las mujeres y niños. Puede que en ese momento recordase que
apenas hacía unas horas, contemplaba la puesta de sol y le decía a su sobrina
que el día de mañana sería hermoso. Ya no habría un mañana para él. Besó a su
hija intentando aparentar normalidad y se la entregó a Jessie. Desde la
cubierta observó a su pequeña por última vez y, seguramente, le deseó toda la
suerte del mundo.
Desde el bote Annie no podía
entender nada. Su tía Jessie, así la llamaba, la abrazaba con fuerza intentando
mantenerla en calor y su única pregunta era "¿Dónde está
papá?".
El reverendo John Harper, sobre sus rodillas su hija Nana y de pie a la derecha Jessie Leitch
Para
la periodista Edith Rosenbaum (Rusell), pasajera de primera clase de 33 años,
la situación es completamente inexplicable, como para el resto. Hacía apenas
unos minutos estaba metida en su cama, pensando quizás en el maravilloso viaje
a París del que regresaba y ahora estaba ahí, en esa cubierta de botes rodeada
de gente y helada de frío. No sabía qué hacer ni entendía nada. De repente
todos los malos presagios que había tenido con respecto a ese viaje se le
vinieron encima. En un principio ella misma había comprobado el hielo que anegaba la cubierta pero creyendo que se trataba de un simple accidente, había regresado a su camarote. Allí la instaron a subir a cubierta, donde cogió sin pensárselo su cerdito musical que hacía un año su madre le había regalado
para animarle tras un accidente de tráfico en el que sólo ella había
sobrevivido. Atrás quedaban todas las discusiones por contratar un seguro para
sus pertenencias que había tenido con la White Star Line, atrás quedaba París y
todos los recuerdos de su viaje. Al
principio Edith se negó a subir al bote 11, no quería salvarse mientras hubiese
otras mujeres en el buque, seguramente su espíritu de periodista la gritaba que
debía quedarse. Pero entonces un tripulante le dijo que si ella no quería
subir, su bebé sí y pensando que el cerdo musical era un niño, lo lanzó al
bote. Finalmente Edith Rosenbaum se resignó a embarcar en el salvavidas,
pensando quizás, en el iceberg que había podido ver desde la ventana de su
camarote.
Edith Rosenbaum (Russell)
El frío era ya insoportable cuando
dieron las 2,20 de la madrugada. El Titanic se había hundido finalmente y en el
agua 1,500 personas luchaban por sus vidas. Sería inútil. La hipotermia les
haría sucumbir en menos de lo que podían imaginar.
Desde el bote 11 el pequeño Frank
Aks se encuentra en brazos de Elizabeth Nye quien, horrorizada, ha
contemplado como el buque donde estaba hacía unas pocas horas, se ha hundido. Antes
del golpe con el gigante trozo de hielo, ella y sus compañeras de habitación
habían estado discutiendo con George Swane por culpa de la pelea de almohadas
que tenían organizada en su camarote, que lindaba con el suyo. Todo era
incomprensible.
Para Alice Cleaver las cosas tampoco
eran más sencillas. Los gritos de los que se habían quedado en el mar le
perforaban la cabeza. Abrazaba a Trevor para darle calor y tranquilizarle, pero
seguramente también para sentirse mejor.
Nellie Becker no perdía de ojo a sus
hijos, mientras no podía parar de pensar en Ruth, su hija mayor. La había
dejado sola ante esa situación y sólo tenía 12 años. Lo único que la
reconfortaba es que seguro que había podido subir a otro bote, ella vio cómo se
dirigía justo al que se encontraba al lado del suyo, no hubieran permitido que
una niña se quedase. No.
Annie Harper no paraba de
preguntarle a su tía Jessie cuándo se reunirían con papá. Para ella la
respuesta era tan incierta como para el resto. No sabía si volvería a ver a su
tío y ahora esa niña dependía de ella. Él así se lo había encargado.
Edith Rosenbaum seguía incrédula.
Miraba a su alrededor y contemplaba a los niños que compartían con ella el bote
salvavidas. Los lamentos de las 1.500 personas cortaban la noche, sin embargo
se iban apagando lentamente. Con la intención de calmar a esas criaturas y
sobretodo, intentando suavizar la terrible experiencia a la que acababan de
asistir, accionó su cerdito musical. La canción que emitía se llamaba
"Maxixe", una dulce melodía que ayudó a todos los pasajeros del bote
11 a calmarse. (En esta entrada
podrás oír la melodía original del cerdito de Edith y además podrás leer más
sobre esta pasajera).
El cerdito musical de Edith Russell
El
pequeño Filly Ask quizás consiguió dormirse gracias a este sonido relajante.
Más tarde Argene del Carlo, una pasajera italiana de segunda clase de 24 años que se encontraba encinta, reclamaría al pequeño como
suyo. Leah Aks, que salvó la vida en el bote 13, justo la embarcación que se
encontraba al lado de la de su hijo, finalmente pudo demostrar que Filly era
su bebé, alegando una mancha de nacimiento y asegurando que estaba circuncidado,
dato que Argene desconocía. El pequeño fue devuelto a su madre en el Carpathia
y días más tarde por fin se reunirían con su marido.
Frank Aks en su madurez
Alice Cleaver probablemente no
consiguiese tranquilizarse con la melodía del cerdito de Edith, sin embargo sí lo haría con Trevor Allison. Días más tarde
atracarían en Nueva York y allí el hermano de su padre y su esposa se harían
cargo de su custodia. Se había quedado huérfano y sin su hermana. El chófer,
George Swane, que había resultado clave a la hora de salvarse también había
muerto.
El destino
de Trevor desgraciadamente fue corto. El pequeño murió con tan sólo 18 años por
una intoxicación alimentaria, mientras visitaba a sus abuelos maternos. Fue
enterrado junto a su padre, cuyo cadáver fue el único de toda la familia Allison en ser recuperado.
Trevor Allison poco antes de fallecer
Alice fue conocida como "la
nanny milagro" y varios periódicos de la época se hicieron eco de su
historia. Sin embargo el tiempo se encargaría de enturbiar su hazaña, llegando
incluso a publicarse que había robado al pequeño de los Allison y se había
subido en el bote para secuestrarle, ya que era una infanticida que años atrás
había asesinado a su propio hijo. Esta historia, completamente falsa y que ha
dañado la reputación de Cleaver durante décadas, la desmontaremos en otra
entrada.
Los pequeños Becker, Marion y
Richard, posiblemente disfrutasen con la música del cerdito de Edith Rosenbaum.
Apaciguó los horribles gritos y eso les tranquilizaría.
Nellie Becker se reunió de nuevo con
su hija mayor, Ruth, en el Carpathia. Había conseguido subirse al bote 13, el que estaba al lado del de su madre y hermanos.
Años más tarde Ruth Becker se convertiría en una de las más célebres pasajeras del Titanic, a pesar de que no había hablado del tema hasta mucho tiempo después. Incluso sus hijos desconocían su historia. Marion, la mediana de la familia, murió con 37 años tras contraer tuberculosis. Su madre y ella se habían distanciado, tanto que tras su fallecimiento Nellie se negó a negarse a asistir al funeral de su hija. Richard se convirtió en cantante y se casó en dos ocasiones.
Años más tarde Ruth Becker se convertiría en una de las más célebres pasajeras del Titanic, a pesar de que no había hablado del tema hasta mucho tiempo después. Incluso sus hijos desconocían su historia. Marion, la mediana de la familia, murió con 37 años tras contraer tuberculosis. Su madre y ella se habían distanciado, tanto que tras su fallecimiento Nellie se negó a negarse a asistir al funeral de su hija. Richard se convirtió en cantante y se casó en dos ocasiones.
Ruth y su hermano Richard
Seguramente la pequeña Annie Harper escuchó la melodía
ilusionada, incluso pudo haber emitido alguna sonrisa. Aún no era consciente de
que todos sus temores se harían realidad. Con tan sólo 6 años se había quedado
completamente huérfana. Cuando llegase a Nueva York no pararía de
preguntar por qué su padre no se había reunido con ellas ."Le dejé
en el barco grande y dijo que me quedase con Tía Jessie, ahora quiero ver a
papá" decía con pena.
Para Jessie era imposible de explicar. Más adelante la
niña sería criada por sus tíos paternos, que le prohibieron hablar del tema
para evitarle un sufrimiento mayor. El cuerpo de su padre,
el reverendo John Harper jamás fue recuperado.
Annie "Nana" Harper
Edith Rosenbaum se dedicó el resto
de su vida a su gran pasión, el periodismo, convirtiéndose en una de las
primeras corresponsales de guerra femeninas.
Moriría en un hotel en Londres
rodeada de suciedad y habiéndose convertido en una excéntrica. Tenía 95 años y
posiblemente una demencia avanzada. Nunca se casó.
Edith Russell con su cerdito musical
La historia del Titanic es trágica y
triste pero también nos deja un mensaje de esperanza. Esos actos de bondad como
el de Madeleine Astor dejando su chal a un bebé de tercera clase o esa mujer
que comparte con un bote salvavidas lleno de niños una canción que pueda
calmarles, nos demuestran que la vida está llena de momentos especiales y
hermosos. Nos demuestran que incluso en la peor de las situaciones la bondad se
encuentra en cada uno de nosotros y en nosotros mismos está el explotarla o el
no hacerlo.
Por las 1.496 almas que el Titanic se llevó consigo hace 103 años.
[Irene
Hernández Rodríguez]
Gracias Irene por compartir esta gran historia del bote 11 sin duda es un privilegio aprender un poquito más sobre el titanic gracias a este trabajo
ResponderEliminarGracias a ti, querido Juampa, por leerla. Nos encanta que aprendáis y os guste el blog que con tanto cariño y respeto estamos haciendo. Esperamos seguir avanzando, seguir sorprendiéndoos y que siga siendo de vuestro gusto. Un abrazo amigo!
ResponderEliminarHola Irene, me gustaria saber si tenis un email donde te pueda hacer par de preguntas de dudas que tengo e conversar te tan magnifico tema El cual adoro. El mio es lysaberriosb28@hotmail.com
ResponderEliminarEstaré encantada de contestar a tus preguntas y charlar sobre el tema. El email no le uso demasiado, si te apetece puedes contactar conmigo por facebook por mi nombre, Irene Hernández Rodríguez. De todos modos este es mi correo electrónico, rolero7@hotmail.com. Gracias por comentar!
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