¡Bienvenidos a bordo!

Viaja un siglo atrás y adéntrate en el Buque de los Sueños. En su interior, las vidas y las historias de las 2,208 personas que depositaron sus ilusiones, sus esperanzas y sus anhelos en él. Conoce de su propia mano esta travesía que ya es eterna, conoce la Verdadera Historia del Titanic.


domingo, 15 de julio de 2012

A day with you (Un día contigo)

Cuando nací era apenas una mota de polvo en la inmensidad del universo, un copo de nieve desvalido y frío, pequeño y frágil. Fui creciendo, a lo largo de los años he ido incrementando mi tamaño, mi fuerza, mi poder...

Ahora, cercano ya mi ocaso, viajo sin rumbo hacia donde las caprichosas corrientes quieran llevarme. Estoy cansado para resistirme al destino inexorable, son ya miles de años de gélida existencia. Me restan apenas unas semanas de vida y sin embargo siento que todavía tengo un objetivo, una misión por cumplir que me ha sido asignada contra mi voluntad y será mi eterno castigo.
El sol tímido de esta fría primavera calienta y deteriora mi espalda, de tal forma que deja de ser mi dorso. Un pedazo de mi piel sufre una herida, se rasga mi cuerpo, se abre la brecha y acaba por producirse la amputación. Es entonces cuando, mutilado, pierdo el equilibrio, me desestabilizo y vuelco... y ruedo... y me deslizo en espiral sobre mi mismo hasta que, por fin, encuentro una posición cómoda y vuelvo a estabilizarme, a equilibrarme y mi reverso es ahora mi anverso y, continúo viajando con nuevo diseño e imprevisible disfraz.
Las noches son más calmadas, el sol se esconde, la temperatura baja hasta límites de congelación, recupero fuerzas me aferro a la existencia con garras de hielo y sigo dejándome llevar, patinando a la tenue luz de las estrellas.
Qué noche tan oscura, qué silencio tan atroz, qué frió tan yerto y qué siniestra profecía rodando por mis laderas. No hay luna, el océano está en absoluta quietud; sin olas donde mecer mi sueño, me desvelo. Un Titán de hierro se acerca desafiando mis gélidas fronteras y yo, titán de hielo, nada puedo hacer, soy una vetusta montaña helada carente de movimiento voluntario, condenada a desaparecer en unas semanas, a desvanecerme, evaporándose mi caparazón todavía invencible.
Rugen mis hielos, cruje mi esqueleto como si tratara de alertar a los guerreros que me desafían. Sé que no pueden ganar, sé que van a perder, a morir, a hundirse en la nada líquida, fría y oscura.
Está muy cerca el gigante de acero pero todavía no me ha visto, de su cuerpo casi tan gélido como el mío se desprende una música alegre, con aspiraciones de tonadilla celestial. A day with you, interpreta la orquesta. Puedo diferenciar el lánguido roce de las cerdas del arco en las elegantes cuerdas del violín. Cierro los ojos para disfrutar todas y cada una de las notas de esa maravillosa orquesta. De la postrera interpretación de esa magnífica orquesta.
_ ¡Iceberg adelante, es enorme!- exclama la voz de Frederick Fleet al tiempo que suena una campana, tres tintineos urgentes con ausencia de alegría.
_ Todo a babor, paren las máquinas- grita Murdoch viéndome demasiado cerca, demasiado grande, demasiado... tarde.
La orquesta no se ha enterado de la alarma, sigue sonando A day with you. Un día contigo, me gustaría tener todo un día para disfrutar tu presencia majestuosa de Titán de los mares, me gustaría tener más de los 35 segundos que tengo para degustar tu tecnológica belleza, tu música magistral, sin embargo solo disponemos de 500 metros, 35 segundos, tras esos breves momentos todo cambiará, nuestro encuentro, nuestro fugaz contacto, nuestro mortal beso de mármol, cambiará toda una forma de pensar, cerrará una época y mi desaparición inexorable será tu fama eterna.
Te acercas, intentas esquivarme, evitar lo inevitable. Golpeas la parte de mi cuerpo que mantengo sumergida en el agua, me arrancas fragmentos que ya no siento míos, rugen tus aceros con mi contacto y te estremeces, no de amor sino de miedo.
Todo a estribor- ordena el oficial en desesperado intento de alejar las hélices de mi tacto.

El golpe ha hecho desafinar al chelo y también se ha tambaleado el violinista, A day with you deja de sonar mientras te alejas para siempre de mi gélido aliento. La suerte está echada, ambos moriremos aunque tú vivirás por siempre en la profundidad del recuerdo, en el abismo de la desesperada memoria. Yo desapareceré, es mi destino, aunque por unas horas más, allá, a lo lejos, en el negro horizonte de la noche sin luna, oigo a la orquesta tocar músicas alegres mientras me derrito sin remisión. La corriente traidora me aleja, me separa de ti para siempre. No vuelve a sonar A day with you, se difuminan las notas hacia Song D'Autumm y definitivamente a Nearer my God to Thee y después... tus luces se apagan, gritos de pánico hacen olvidar a los melancólicos instrumentos de la orquesta. Crujen mis hielos, rechinan mis nieves desapareciendo en lágrimas a destiempo, telón negro en un escenario plagado de cadáveres.

Un día contigo, apenas un leve roce, un simple beso y la orquesta interpretando nuestra canción para toda la eternidad. Conocerte me ha recompensado los milenios de sufrimiento, ha merecido la pena una vida tan larga, tan fría tan silenciosa y solitaria.
Siento haberme cruzado en tu camino, quise avisarte, ¡lo juro! Intenté apartarme, quise darte una tregua para robar tiempo al tiempo y poder amarte…
Mi esfuerzo fue baldío, la profecía se ha cumplido, el destino ha querido que vivamos eternas leyendas separadas.

Relato de Ángel Utrillas Novella. Autor de la novela
“El último secreto del Titanic”


[Ángel Utrillas Novella]

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