¡Bienvenidos a bordo!

Viaja un siglo atrás y adéntrate en el Buque de los Sueños. En su interior, las vidas y las historias de las 2,208 personas que depositaron sus ilusiones, sus esperanzas y sus anhelos en él. Conoce de su propia mano esta travesía que ya es eterna, conoce la Verdadera Historia del Titanic.


domingo, 6 de marzo de 2016

Charlotte Collyer, un testimonio desgarrador

En esta entrada vamos a ver la evolución de las emociones que seguramente muchos de los pasajeros del Titanic vivieron: de la ilusión y plena confianza en el buque hasta la desesperación por no encontrar a sus familiares a bordo del Carpathia, pasando cómo no, por las dudas y las despedidas. Realizaremos este viaje a través del testimonio de Charlotte Collyer ya que, a mi parecer, es el que mejor refleja dicha evolución. Comencemos con una pequeña biografía para entender mejor la situación.


Charlotte Collyer nació en Cobham, Surrey, Inglaterra, el 1 de octubre de 1.881. Allá por 1.901 había dejado la casa familiar y trabajaba como cocinera doméstica para el Reverendo Sydney Sedwick, un clérigo que vivía en Fanfield Hill, Leatherhead. Fue en la iglesia donde conoció a su futuro marido, Harvey Collyer, nacido en 1.880, quien era el enterrador y sacristán de la iglesia.

Tuvieron una hija, Marjorie Lottie, nacida el 28 de enero de 1.904. Un año después Charlotte y Harvey se casaron, el 5 de mayo de 1.905.


Harvey, Marjorie y Charlotte Collyer

La familia se mudó a Bishoptoke, Hampshire, siguiendo al Reverendo Sedgwick. Harvey continuaría su trabajo como enterrador, en el consejo de la iglesia y como campanero, además abrió una tienda en la ciudad. Charlotte por su parte continuó trabajando en la iglesia. Como cabe imaginar, la familia era muy respetada en su comunidad.

Algunos amigos de la familia habían viajado a Idaho varios años antes y habían tenido éxito con una granja. Estos amigos le escribieron a los Collyer contándoles sus buenas noticias y les aconsejaron hacer lo mismo que ellos. En un principio no consideraron seriamente la propuesta, pero Charlotte comenzó a tener problemas respiratorios, así que decidieron comprar una granja en la misma zona que sus amigos. La familia no se lo pensó más y se hicieron con tres billetes de segunda clase del Titanic. El día antes de partir, los miembros de comunidad les hicieron una fiesta de despedida, como relata Charlotte:
“El día anterior al que teníamos que zarpar nuestros vecinos hicieron mucho por nosotros, parecía que cientos de personas fueron citadas para decirnos adiós y por la tarde varios miembros de la iglesia le prepararon una sorpresa a mi marido. Le sentaron bajo un viejo árbol en el cementerio y algunos subieron al campanario y, en su honor, hicieron sonar todas las campanas que pudieron. Duró más de una hora, pero él estaba muy agradecido. De alguna manera me entristeció. Hicieron sonar las viejas solemnes campanas, así como las nuevas y para mí fue mucho más que una ceremonia de despedida…”

 Horas antes de partir, ya en Southampton la familia fue a sacar todo su dinero.
“La mañana siguiente fuimos a Southampton y mi marido sacó del banco todo su dinero, incluyendo la suma que había recibido por la venta de nuestro negocio. El empleado le preguntó si no quería un bosquejo, pero él sacudió la cabeza y metió los billetes en la cartera, la cual llevó hasta el final dentro del bolsillo interior de su abrigo. Eran varios miles de dólares en dinero americano. Ya habíamos mandado algunas pertenencias que habíamos cogido de nuestra antigua casa, así que cuando embarcamos en el Titanic todas nuestras posesiones estaban con nosotros.”

Y al fin llega el momento de ver por primera vez al Titanic y el embarque en el mismo.
“Estábamos viajando en cabinas de segunda clase y desde nuestra cubierta, la cual estaba situada bien delante, vimos la gran despedida que se le dio al barco. No creo que haya habido nunca una multitud tan grande en Southampton y no estoy sorprendida de que se reunieran. El Titanic era maravilloso, mucho más espléndido y grande de lo que había soñado. Las otras embarcaciones en el puerto eran como pequeñas conchas a su lado y esos eran los barcos de la American y otras navieras que hacía unos pocos años parecían enormes. Recuerdo que un amigo me dijo ‘¿No tienes miedo de aventurarte en el mar?’ pero entonces yo estaba muy confiada ‘¡¿Qué?! ¡¿En este barco?! Ni la peor tormenta podría dañarlo’ le contesté.”

En este fragmento del testimonio de Charlotte refleja perfectamente el impacto que causaba su tamaño y su belleza, que hacía que los grandes barcos de unos años atrás parecieran diminutos a su lado. Además, podemos ver la ilusión y la confianza depositada en el “buque insumergible” ¿qué podía salir mal en un barco como aquel, tan enorme y maravilloso? Podéis conocer más testimonios acerca de este momento del 10 de abril de 1.912 en esta entrada.


Aunque los primeros días Charlotte apenas salió de su camarote, recuerda bien la noche del hundimiento:
"No recuerdo mucho de los primeros días de la travesía. Estaba un poco mareada y me quedé en la cabina la mayor parte del tiempo. Pero el sábado 14 de abril estaba levantada. A la hora de la cena estaba en mi sitio en el salón y disfruté de la comida, aunque pensaba que era demasiado pesada y rica. No escatimaron esfuerzos ese sábado en darle incluso a los pasajeros de segunda clase la mejor comida que el dinero podía comprar. Tras la cena escuché a la orquesta durante un rato. Más tarde, a las nueve o nueve y media me fui a mi camarote."

Charlotte relató una conversación con una camarera que tras la cena del sábado le había comentado que habían llegado a una zona de aguas peligrosas:
“No me había subido a mi litera cuando una camarera entró. Era una mujer dulce que había sido muy amable conmigo. Aproveché esa oportunidad para agradecerle por si no la volvía a ver de nuevo. Se hundió con el Titanic. '¿Sabe dónde estamos?’ dijo amablemente, ‘estamos en lo que llaman el agujero del diablo’. ‘¿Qué significa eso?’ pregunté. ‘Que es una zona peligrosa del océano’, respondió. ‘Aquí cerca ha habido muchos accidentes. Dicen que los icebergs van a la deriva. Está empezando a hacer mucho frío en cubierta así que quizás haya hielo a nuestro alrededor’. Se marchó de la cabina y pronto me dormí, su charla sobre icebergs no me había asustado, pero demostraba que la tripulación estaba atenta al peligro. Hasta donde puedo decir no habíamos aminorado la velocidad lo más mínimo.”

Aquí seguimos viendo la total confianza en el barco y su tripulación. Aun sabiendo que estaban en una zona con peligro de icebergs y que había habido muchos accidentes por culpa de éstos, Charlotte sigue sintiéndose segura. Nada puede ocurrirle a aquel poderoso buque. Respecto a la camarera que Charlotte describe puede referirse Catherine Walsh, a la cual Selena Rogers Cook (pasajera de segunda clase, camarote F-33) la describe como una azafata muy agradable; o bien podría tratarse de Lucy Snape. Ambas eran camareras de segunda clase y perecieron en el naufragio.

Noche del 14 de abril, 23:40 h., el Titanic choca con el iceberg. La previsión de peligro de la camarera se vuelve realidad.  Mrs. Collyer describe así este momento:
“Debió ser un poco después de las diez cuando mi marido vino y me despertó. Se sentó y me habló durante no sé cuánto tiempo, hasta que estuvo listo para irse a la cama. ¡Y luego el choque! Mi sensación fue como de que el barco había sido agarrado por una mano gigante y lo agitado una vez, dos veces y luego se detuvo en su curso. Es decir, hubo un tirón largo hacia atrás y luego otro más corto. No me echó de la cama y mi marido sólo se tambaleó un poco. No oímos sonidos extraños, ni desgarro de las placas ni de la carpintería, pero notamos que los motores habían parado. Intentaron poner en marcha los motores minutos después pero tras hacer unos ruidos hubo silencio de nuevo.”

Como vemos, la sacudida no fue muy grande en el camarote de nuestros protagonistaS. Charlotte destaca sobretodo el sonido de los motores deteniéndose e intentando volver a funcionar.

Al igual que la mayoría de pasajeros, salieron de sus camarotes a ver qué ocurría. Fue en este momento cuando ocurrió lo siguiente:
“De repente hubo una conmoción cerca de una de las escotillas y vimos a un fogonero escalando desde abajo. Paró unos pies por debajo de nosotros. Se había cortado todos los dedos de una mano. La sangre corría por sus muñones y su cara y su ropa estaba salpicada. Las manchas rojas se veían claramente entre la suciedad del carbón de la cual estaba cubierto. Me acerqué y le hablé. Le pregunté si había algún peligro. Él contestó gritando tan fuerte como pudo ‘¡Peligro, eso debería decir! Ahí abajo está el infierno, míreme. Este barco se hundirá como una piedra en diez minutos.’ Se tambaleó hacia atrás y se cayó, golpeándose la cabeza con un rollo de cuerda. En ese momento tuve mi primer empujón de miedo (un miedo enfermizo horrible). Ese pobre hombre con su mano ensangrentada y su cara manchada trajo una imagen de motores rotos y cuerpos humanos destrozados. Me agarré del brazo de mi marido y a pesar de que era muy valiente y no estaba temblando, vi que su cara estaba blanca como el papel. Comprendimos que el accidente era mucho peor de lo que suponíamos, pero incluso entonces yo y todos los que estaban cerca de mí de los que conocía no creíamos que el Titanic se fuera hundir.”

No sabemos si lo que cuenta aquí es verídico o lo contó para dar aún más dramatismo a lo ocurrido, no he encontrado ningún otro testimonio que relate esto mismo, pero sí que la pasajera de primera clase Ruth Becker relata que en su bote (nº 13) había varios fogoneros y que "el dedo de uno de ellos estaba casi cercenado" y con un pañuelo de su padre le ayudó a vendarse. Estos fogoneros eran Frederick Barrett, George William Beauchamp, James Crimmins y William James Major. No sabemos si al que Ruth se refiere es al mismo que menciona Charlotte, lo que está claro es que tras el impacto varios de los fogoneros resultaron heridos.

Aquí nos encontramos con una situación bastante diferente a las anteriores, Charlotte describe el miedo enfermizo horrible que sintió al saber que estaban en peligro y que el accidente era más grave de lo que pensaba. Seguramente se le vendría a la cabeza la conversación con la camarera hacía apenas unas horas. No obstante, aún seguía confiando en el barco. Al fin y al cabo el Titanic no se podía hundir.




Entonces llega el momento de arriar los botes y lo recuerda así:
"Sobre el clamor de la gente preguntándose unos a otros llegó las terribles palabras '¡Bajen los botes!¡Mujeres y niños primero!' Golpearon mi corazón con un terror absoluto y ahora resonarán en mis oídos hasta que muera. Significaban mi propia salvación, pero también la mayor pérdida que he sufrido nunca, la vida de mi marido." 

Tanto Charlotte como su hija embarcaron en el bote 14, aunque no de buena gana:
“El tercer bote estaba medio lleno cuando un marinero cogió a Marjorie en sus brazos, la alejó de mí y la lanzó al bote. ¡No le dieron la oportunidad de despedirse de su padre! ‘¡Usted también!’ gritó un hombre cerca de mi oído. ‘Es una mujer, tome un sitio en el bote o será demasiado tarde’ La cubierta parecía estar deslizándose bajo mis pies. Se inclinaba en un ángulo agudo, luego el barco se fue hundiendo rápido, proa abajo. Me aferraba desesperadamente a mi marido. No sé qué dije, pero siempre estaré feliz de pensar que no le quise dejar. Un hombre me agarró por el brazo y luego otro lanzó sus dos brazos alrededor de mi cintura y me arrastró lejos por la fuerza. Oí a mi marido decir ‘¡Ve, Lotty, por el amor de Dios sé valiente y ve! ¡Conseguiré sitio en otro bote!’ Los hombres que me sostenían me arrastraron por la cubierta y me lanzaron al bote. Aterricé en un hombro y me lastimé. Otra mujer fue amontonada después de mí, pero me levanté y vi sobre sus cabezas la espalda de mi marido que caminaba de manera constante por la cubierta y desapareció entre los hombres. Su rostro estaba vuelto así que nunca lo volví a ver, pero sé que no tuvo miedo a la muerte.”

Como muchas de las mujeres del Titanic, Charlotte se negaba subir al bote y a abandonar a su marido. Según sus palabras los miembros de la tripulación cogieron a Marjorie y la metieron en el bote a la fuerza, sin dejar que se despidiera de su padre. Con ella misma tampoco fueron mucho más delicados, pues la separaron por la fuerza de su marido, haciendo que se lastimara al caer al bote, ya que se le enganchó el pelo en una sujeción de los remos y le arrancó un mechón considerable, tal y como recuerda su hija, tardó un tiempo en recuperarse de aquello. Podemos imaginarnos la desesperación de debió sentir al verse separada de su marido al que, aun teniendo fe en que se salvaría, sabía que posiblemente no le volvería a ver más.

Describió los cohetes de auxilio que se lanzaron aquella noche de la siguiente forma:

"Millones de chispas se lanzaron al cielo, como cohetes en un parque en una noche de vacaciones de verano. Este chorro rojo tenía forma de aspas cuando llegaba arriba, pero las chispas descendían en todas direcciones con la forma de una fuente de fuego."

Una de las partes más impactantes del testimonio es sin duda la que viene a continuación:
“El bote estaba prácticamente lleno y no había más mujeres cerca cuando el Quinto Oficial Lowe saltó y ordenó bajarlo. Los marineros en la cubierta habían empezado a obedecerle cuando pasó una cosa muy triste. Un joven muchacho no más que un escolar, un muchacho de mejillas rosadas, suficientemente pequeño como para ser contado como un niño, estaba junto a la baranda. No hizo el intento de subir por la fuerza en el bote, aunque sus ojos se habían fijado lastimosamente en el oficial. Ahora cuando se dio cuenta de que realmente se iba a quedar atrás su coraje le falló. Con un llanto subió a la barandilla y saltó hacia el bote. Cayó en las manos de nosotras, las mujeres, y se arrastró bajo un asiento. Otra mujer y yo le cubrimos con nuestras faldas. Queríamos darle una oportunidad al pobre muchacho, pero el oficial le puso de pie y le ordenó volver al barco. Nosotras rogamos por su vida. Recuerdo que decía que no ocuparía mucho espacio, pero el oficial sacó su revólver y lo puso junto a su cara. ‘Te doy diez segundos para volver al barco antes de que expanda tus sesos’ gritó. El muchacho rogó con más fuerzas y pensé que vería cómo le disparaban. Pero el oficial de repente cambió su tono. Bajó el revólver y miró directamente a los ojos del muchacho. ‘¡Por el amor de Dios, sé un hombre!’ dijo amablemente. ‘Llevamos mujeres y niños’. El pequeño muchacho miró alrededor y subió por la barandilla sin decir una palabra. No se había salvado. Todas las mujeres a mi alrededor estaban sollozando y vi a mi pequeña Marjorie coger la mano del oficial. ‘¡Oh Señor Hombre no dispare, por favor, no dispare al pobre hombre!’ decía y él apretó su mano al tiempo que sacudía la cabeza y sonreía.”

Posiblemente el joven sea Alfred Gaskell que iba a Canadá en segunda clase con Joseph Fynney. En este fragmento hemos podido apreciar otro momento bastante dramático. Podemos imaginarnos el sobrecogimiento que debió producir a todos los ocupantes del bote ver como ese chico rogaba por su vida y Lowe le amenazaba y como finalmente el joven abandonó el bote. Tampoco podemos dar veracidad total a esta parte del testimonio.


Charlotte tampoco pudo olvidar los llantos de los que lentamente perecían en las frías aguas al igual que relataron gran parte de los supervivientes de la tragedia:



"Las abejas eran hombres y habían roto su silencio. Los llantos más terribles que había oído resonaban en mis oídos."

También relata el rescate de un japonés en el agua:

"Un poco más adelante vimos una puerta flotando que debió desprenderse cuando el barco se hundió. Tumbado sobre ella, bocabajo, había un pequeño japonés. Se había atado a si mismo con una cuerda a su frágil balsa, usando las bisagras rotas para hacer nudos seguros. Hasta donde podíamos ver, estaba muerto. El mar le mojaba cada vez que la puerta se balanceaba arriba y abajo, y él estaba rígido. No respondió cuando le llamaron y el oficial dudó si salvarlo. "¿Cuál es su utilidad?" dijo Mr. Lowe. "¡Está muerto al parecer, y si no lo está hay otros que merecen más la pena ser salvados que un japonés!" Había dado la vuelta con nuestro bote, pero cambió de opinión y volvió atrás. Subieron al japonés abordo y una mujer le frotó el pecho mientras otras le calentaban las manos y los pies. En menos tiempo del que toma contarlo abrió los ojos. Nos habló en su lengua; entonces viendo que no le entendíamos se puso en pie, estiró los brazos por encima de la cabeza y pateó el suelo, y en cinco minutos o así había recuperado sus fuerzas. Uno de los marineros cerca de él estaba tan cansado que apenas podía remar. El japonés rápidamente le quitó de su sitio, cogió su remo y trabajó como un héroe hasta que finalmente fuimos rescatados. Vi a Mr. Lowe mirarle con la boca abierta "¡Por dios!" murmuró el oficial, "Estoy avergonzado de lo dije que del pequeño tipo. Le volvería salvar seis veces si tuviera la oportunidad."

En realidad, el hombre debía era el chino Fang Lang. El único japonés abordo del Titanic era Masabumi Hosono que embarcó en el bote 10. 


Al igual que otros pasajeros Charlotte pudo ver las sombras de los enormes icebergs:

"Fue entonces cuando vi por primera vez el iceberg que había causado el terrible daño. Se alzaba en el claro cielo, una montaña blanca azulada, muy cerca de nosotros. Otros dos icebergs estaban muy cerca, como cumbres gemelas. Luego creo que vi tres o cuatro más, pero no estoy segura. Hielo suelto flotaba en el agua. Hacía mucho frío. Nos habíamos alejado una media milla cuando el oficial ordenó a los hombres que pararan de remar." 

Llegamos al Carpathia y Collyer lo relata de la siguiente manera:

“No había nadie que no se hubiera separado de su marido, hijo o amigo. ¿Se salvó entre el último puñado? Sólo podíamos correr frenéticamente de grupo a grupo, buscando las caras demacradas, gritando nuestros nombres y preguntas interminables. Ningún superviviente sabía mejor que yo la amarga crueldad de la desilusión y la desesperación. Tenía un marido al que buscar, un marido a quien, en la grandeza de mi fe, creía que encontraría en uno de los botes. Él no estaba allí.”

Y finalmente nos encontramos con el descorazonador momento de la búsqueda de los seres queridos en el Carpathia. Describe las caras de los supervivientes, demacradas por el frío pasado y el dolor por sus pérdidas. Relata además el momento en el que el atisbo de esperanza que le quedaba se desvanece al entender que ha perdido a su marido, que lo que ha ocurrido es real, que se ha ido a pesar de su fe en que él había conseguido embarcar en otro bote. Este es posiblemente el fragmento más desgarrador del testimonio, con esa última frase "Él no estaba allí" casi podemos sentir ese mazazo de realidad a pesar de la incredulidad que debían sentir.
Charlotte y Marjorie tras el hundimiento del Titanic.
En esta foto podemos ver a Charlotte y su hija en los días posteriores al hundimiento, aún con una manta de la White Star Line. En sus rostros podemos ver la desolación y el dolor. Ya nada volvería a ser lo mismo. En este caso podemos decir que una imagen vale más que mil palabras...


Al llegar a Nueva York escribió una carta a su madre que decía así:
Brooklyn, Nueva YorkDomingo 21 Abril
Mi querida madre y todos. No sé cómo escribirte ni qué decirte, a veces siento que me volveré loca pero querida tanto me duele el corazón que sufre por ti también, porque él es tu hijo y lo mejor que jamás haya existido.  No había perdido la esperanza hasta hoy de qué me podría encontrar, pero me han dicho que ya estaban todos los barcos. Oh madre ¿cómo puedo vivir sin él? Ojalá me hubiera ido con él, si no me hubieran arrancado a Madge (Marjorie) me debería haber quedado e ido con él. Pero la metieron en el bote y me empujaron a mí dentro, pero él estaba tan tranquilo y sé que habría preferido que yo sobreviviera por su pequeño amor o de otro modo habría quedado huérfana. No puedo contar la agonía de aquella noche. El pobre se congeló. He estado enferma, pero me ha atendido un médico de ricos de Nueva York y ya me siento mejor. Nos están dando todas las comodidades posibles y han recaudado unas cuantas libras para nosotros y no dan ropa. El lunes un caballero nos llevará a la oficina de la White Star y a otra oficina para darnos algo de dinero de los fondos que se están recaudando aquí. Oh madre hay tantos corazones buenos en Nueva York... Algunos quieren que me vaya de nuevo a Inglaterra, pero no puedo, nunca podría, al menos no todavía, abandonar la tierra donde mi todo está durmiendo.
A veces siento que vivíamos demasiado el uno por el otro y por eso le he perdido. Pero madre, nos reuniremos con él en el cielo. Cuando la banda tocó "Nearer my God to Thee" sé que se acordó de ti y de mí porque amamos ese himno y siento como si fuera a Payette. Estoy haciendo lo que él querría, así que espero hacer esto al final de la próxima semana, donde tendré amigos y trabajo y voy a trabajar para su amada hija mientras ella me necesite. On ella es un consuelo, pero no comprende aún que su papá está en el cielo. Hay algunos niños encantadores que le han dado juguetes, pero cuando esté a solas con ella le echará de menos. Oh madre no tengo nada en el mundo que sea suyo, sólo sus anillos. Todo lo que teníamos se ha hundido. ¿Podrías, querida madre, mandarme la última foto que tenemos juntos? Te la pagaré más adelante. El hermano de Mrs Hallets de Chicago está haciendo todo lo que puede por nosotros, de hecho, la noche que llegamos a Nueva York (en camisón) había contratado una habitación en un hotel grande con comida y todas las comodidades nos estaban esperando. Ha sido un padre para nosotras. Te mandaré una carta con su dirección (My Horder), tal vez te gustaría escribirle alguna vez.
Dios te bendiga querida madre y ayuda y consuelo para ti en ese terrible dolor. Tu hija que te quiere, Lot.

Esta sobrecogedora carta nos hace ver el dolor que sentía Charlotte por la pérdida de su marido. Y cómo su intención era la de seguir adelante por su hija porque eso es lo que él hubiera querido.


Finalmente, Charlotte recibió ayudas de varios fondos de ayuda, pero no se asentaron en EE.UU. como estaba previsto y regresó a Inglaterra, donde a finales de 1.914 se volvió a casar, algo que no agradó a la familia de su difunto marido.


Murió de tuberculosis el 28 de noviembre de 1.916, con sólo 35 años. Tres años después murió James Holmes, su segundo marido, así que Marjorie fue criada por su tío Walter Collyer.


Espero que con esta entrada hayáis podido imaginar lo que debieron sentir muchos de los pasajeros del Titanic desde que embarcaron hasta el fatídico final. Ilusión, esperanza, duda, miedo, desolación... Todo ello en los cuatro días que duró el viaje inaugural del Titanic. A veces caemos en el error de pensar que el hundimiento del Titanic son cifras, y no, detrás de cada número hay un nombre y detrás de cada nombre una persona con su historia, sus sueños y sus emociones que, seguramente, no son muy diferentes a las que nosotros sentiríamos hoy en día, cien años después, si nos ocurriera algo parecido. Esta entrada va dedicada a ellos y a todos los que se emocionan al contar, oír o leer sus historias.




[María Neira Domínguez]

9 comentarios:

  1. Es una historia realmente estremecedora sobre todo esa parte cuando el desdichado oficial Lowe amenazo con un arma al pobre chico que quiso salvarse y que mal plan que las demas mujeres no defendieron rudamente al pobre chico

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  2. he quedado asombrada de esta historia,es cierto lo que dices que detras de estas cifras de muertes y sobrevivientes que dejo el titanic hay historias de familias que dejaron muchas familias tristes, gracias por tu investigacion

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    1. Es una historia increíble sin duda. Por desgracia, como comentas, hubo demasiadas historias que dejaron familias rotas y ninguna de esas historias, de esas personas tras las cifras, deben caer en el olvido y eso es lo que tratamos de hacer en este blog. Muchas gracias por tu comentario y por leernos, esperamos que sigas haciéndolo. Un saludo.

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  3. Enhorabuena Irene por tu excelente aportación! Sin duda es una historia sobrecogedora y para mi es una de mis pasajeras favoritas, entre otras cosas, porque ella dijo en 1912 que el barco se partió en dos.

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  4. Desgarradora historia estremece el corazón, pero lamentable lo que dijo Charlotee que ni la peor tormenta podía hundir el barco. Por eso Dios los desamparo en los momentos de angustia. El poder de Dios nunca hay que subestimarlo porque solo el es poderoso. Si hubieran puesto su confianza en Dios y no en el barco. Seguro que Dios no hubiera dejado hundir ese barco titanic.

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    2. Pero a ver...¿te das cuenta de las gigantescas tonterías que vas diciendo o tengo que preocuparme?

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  5. Ciertamente es muy lamentable ese fatídico accidente, por llevarse consigo muchos sueños y esperanzas en una época no muy diferente a la actual, lo importante en mi humilde apreciación es, ¿que se aprendió de esto luego de tantos años?. Y uno de mis puntos es el haber tendido exceso de confianza en una obra creada por el hombre, no respetando las leyes naturales que nos gobiernan. El hombre se deja envolver en su ego, nublando su mente embriagándose de su falso poder. y cuando reaccionan ante el inminente fracaso (lo admitan o no en medio de su soberbia), levantando su mirada desde la posición inferior al trono de Dios Padre, pidiendo auxilio, socorro y protección. Mi exhortación es a que retornemos al diseño original como en el génesis y lo describe apocalipsis en libro de la vida.

    Dios Bendiga todas las almas inocentes que han partido a los brazos del padre celestial.

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  6. Desgarradora y triste historia…

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