Pues como su propio nombre indica y sin que sirva de
precedente, hoy vamos a tratar sobre Jack y Rose. Sí, los personajes de la
película de James Cameron que tantos premios obtuvo y que hoy, casi 20 años
después de su estreno, sigue levantando pasiones allá donde vaya.
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Jack y Rose (DiCaprio y Winslet) |
Es por esto por lo que finalmente me he decidido a escribir
este artículo, como manera de responder por enésima vez a esa pregunta que
seguramente me sigan haciendo durante el resto de mi existencia, sólo que esta
vez, lo haré de otro modo que espero disfrutéis tanto como yo al escribirlo.
Vamos con ello.
Cameron nos presenta a Rose DeWitt Bukater justo antes de
embarcar al Titanic. Una joven de la alta sociedad americana que, por supuesto,
viajará con un pasaje de primera clase. Con tan sólo 17 años se ha visto
abocada a un matrimonio que no desea y por el que tendrá que renunciar a esos
sueños adolescentes de comerse el mundo, que supongo que todos hemos tenido en
su momento.
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Rose DeWitt Bukater (Kate Winslet) justo antes de embarcar al Titanic |
Ya en el Titanic, Rose comienza a
sentirse ahogada. De repente su mundo se viene abajo y decide acabar con todo
suicidándose desde la popa del barco. A mi entender, es más bien una rabieta de
niña que no sabe cómo enfrentarse a su madre y todo lo que conlleva desafiar
las normas de su vida. Mientras está decidiendo si hacerlo o no, aparece Romeo,
Jack Dawson, un joven de tercera clase que lleva esa vida que tanto ansía ella.
Obviamente él hace que la balanza se incline hacia la vida, con algún que otro
problemilla de por medio. Y a pesar de la diferencia de clase social, a pesar
de que no tienen absolutamente nada que ver en teoría, Rose se fija en él.
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Jack (Leonardo DiCaprio) convenciendo a Rose (Kate Winslet) para que no salte |
Muchos son los que dicen convencidos que esto
jamás podría darse, ¿una dama de primera clase interesándose por un don nadie?
Pues señoras y señores, he aquí la prueba de que esto pasa hasta en las mejores
familias.
Vera Dick y Reginald
Jones
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Vera Dick y Reginald Jones |
Vera tenía 17 años, la misma edad que el personaje de Kate
Winslet, cuando se casó con Albert Dick, de 31 años. Ambos provenientes de
familias acomodadas, habían contraído matrimonio sin apenas conocerse. Tras la celebración, Albert le regaló una luna
de miel por todo lo alto en Europa, donde recorrerían varios países. Sin
embargo, no es oro todo lo que reluce y la joven no acababa de encontrarse bien
con su marido. Él tenía una afición un tanto insana y era, ni más ni menos, que
alguna que otra timba con profesionales del póker. Durante su visita a Italia,
su suerte le abandonó y perdió una pequeña fortuna. Vera se sentía
desconsolada. Tuvieron varias discusiones al respecto y el sueño de la joven,
se iba esfumando poco a poco. Él, para ir remediando sus meteduras de pata y
con la intención de que su esposa le perdonase, la agasajaba con muebles y
antigüedades para su nueva casa.
Como colofón a una exclusiva pero algo intranquila luna de
miel, la pareja regresa a casa a bordo del magnífico Titanic. Podemos imaginar
a la pareja en su camarote, el B 20, con alguna que otra cara larga y la
desolación que la noche traería en Vera. La corta travesía del buque no
ayudaría mucho a su reconciliación. Durante los cuatro días a bordo, no sería
una las veces que el recién estrenado matrimonio discutiría en público. Y una
de ellas por algo inaudito.
Durante una de las cenas de gala que se servirían a bordo
del Gran Comedor del Titanic, un joven camarero, Reginald Jones de 20 años, se
ocuparía de la mesa en la que justamente estaban degustando sus manjares Vera y
Albert Dick. Quizás por su enfado con su marido, quizás porque se sentía
atrapada o quizás simplemente porque Jones fue amable con ella, la joven le
preguntó con algo de coquetería qué le recomendaba del menú. El chico le
contestó sonriente, demasiado para el gusto de Albert, quien se enfadaría tanto
por la actitud de su mujer que provocaría una pequeña discusión pública en
pleno comedor.
Vera y su marido sobrevivieron al Titanic, es posible que
gracias a la intervención de Reginald, quien les guiaría hasta el bote número 3
donde ambos salvarían su vida. El joven camarero no tendría tanta suerte y como
muchos otros con él, moriría en la tragedia.
Si hubo o no algo más que unas simples miradas furtivas
entre ambos jóvenes no lo sabemos, sin embargo la historia de Vera Dick y
Reginald Jones demuestra que, a pesar de la época tan encorsetada, dos almas
pueden sentirse conectadas incluso siendo completamente opuestas, aunque sólo
fuera por un instante.
Si quieres leer más sobre esta historia, echa un vistazo a esta entrada que en su día les dedicamos.
Pues bien, volviendo a Rose y Jack, los hemos dejado en el
punto en el cual sus caminos se cruzan, como lo hicieron el de Vera y Reginald.
Él le empieza a mostrar algo que ella nunca había conocido, la desinhibición,
la diversión, el poder alejarse por un rato de esa vida tan formal y con tantas
normas que lleva. Y como no podía ser de otro modo (estamos hablando de una
película de Hollywood) los dos jóvenes se enamoran. En un principio la
reticencia de Rose hace que les sea difícil dejarse llevar, sin embargo finalmente
decide romper las cadenas y disfrutar de lo que sin duda es una de esas
historias de amor épicas que tan bien sabe retratar el cine dramático y que
tanto ha encandilado al público durante años.
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Jack y Rose en la mítica escena de la película Titanic |
Comienza entonces, un continuo
devenir de situaciones que no deberían darse y de escapadas furtivas de dos
amantes que ya sólo saben pensar con sus emociones. Y aquí vamos a presentaros
otra de estas historias que podemos perfectamente equiparar a esta.
Quigg Baxter y Berthe
Mayne
Quigg Baxter y Berthe Mayne
Quigg tenía 24 años cuando su madre decidió tomar parte en
uno de esos viajes que le llevaban varias semanas y que solían hacer bastante
a menudo. Esta vez visitarían varios países europeos, por lo que el chico
aparcó momentáneamente sus estudios de ciencias para acompañarla a ella y a su
hermana en un viaje que le cambiaría la vida.
Durante los últimos coletazos del año 1.911, la familia partió
tumbo a Bruselas y fue allí en plena
capital belga, cuando Quigg conocería a la mujer que le cambiaría absolutamente
todas sus perspectivas. Entró en un local donde justamente estaba actuando la
artista Bella Vielly, una joven de su misma edad que llevaba varios años
dedicándose a una vida poco recomendable para un chico de su clase social.
Fueron pocos los minutos que tardaría en quedar embelesado por ella. Su voz le
cautivaría y al acabar su número, entusiasmado Quigg se acercó a ella. Podemos
imaginar la escena. Una cabaretera con bastante más vida que la de él, siendo
cortejada de un modo, seguramente, poco corriente para ella. Sea como fuere,
Quigg Baxter y Berthe Mayne, su verdadero nombre, se enamoraron profundamente.
Durante las semanas que él pasaría en Bruselas, disfrutarían
de un incipiente romance que les marcaría de por vida. Y ya sabemos lo que
ocurre cuando dos jóvenes caen rendidos
a sus sentimientos, la cordura se va por la ventana. Bastante similar a
lo que ocurre en la película cuando Rose y Jack finalmente sucumben a la
evidencia.
Obviamente para Hélène Baxter, la adinerada madre de Quigg,
esta relación no era precisamente el sueño que tenía para su hijo más pequeño.
Una cabaretera no podía llegar a ser su esposa. La reticencia de su madre,
haría que el chico y su cantante tuvieran que ingeniárselas para poder llevar
su relación a buen puerto y, como todos los locos enamorados, se prometerían
amor eterno cuando el joven le pidió matrimonio. Ella aceptaría encantada y
juntos planearían cómo sería su vida a partir de entonces.
En abril, la partida Baxter regresa a Canadá y Quigg no se
iría sin Berthe. Le reservaría un pasaje de primera clase a nombre de Madame de
Villiers, haciendo alusión a un apellido de un antiguo amante de la joven. Su
camarote era el C 90, mientras que Quigg, su madre y su hermana ocupaban dos
más lujosos en la cubierta B, concretamente el 58 y 60.
Debido a los mareos que Hélène sufrió durante la travesía,
sería mucho más fácil para los dos amantes encontrarse furtivamente en el
camarote de ella, donde pasarían largos ratos disfrutando de la compañía mutua,
prácticamente igual que Rose y Jack en cierto Renault rojo. Pero la felicidad y
las esperanzas de un futuro juntos se irían al traste cuando el Titanic
colisionó fatalmente con un iceberg en su cuarto día de viaje. Los
acontecimientos se sucederían rápido y Quigg acompañaría a su asustada madre,
su hermana y su amada hasta el bote número 6, donde Berthe comprendería que no
dejarían que él se marchase con ella. En un principio se negó a subir sin él,
pero la intervención de Margaret Brown y la propia insistencia del chico harían
que finalmente entre lágrimas, ambos se
despidieran para siempre. “Adiós. ¡Mantened el ánimo!” Serían las
últimas palabras que Berthe, su madre y su hermana oirían del joven Quigg
Baxter. Se quedaría mirando cómo las tres mujeres más importantes de su vida se
alejaban salvando su vida y después, moriría en la tragedia.
Berthe Mayne se quedaría con la que hubiera sido su familia
política durante unas semanas, sin embargo pronto añoraría su emocionante vida
y se marcharía a París donde seguiría disfrutando de largas veladas en compañía
de un buen vino y la luna como compañera de aventuras. Moriría en su Bruselas
natal a los 75 años, sin descendencia y con la historia de su vida rondando en
su cabeza. Poco antes de morir, le habló a su sobrino de Quigg Baxter y del
amor que habían compartido, sin embargo jamás la creyeron. Tras su
fallecimiento, se encontraron fotos del joven al que tanto había amado y cartas
que certificaban que esa loca historia era cierta. Berthe nunca se casó, quizás
como homenaje a aquel chico canadiense por quien había dejado todo tantos años atrás.
Y volvemos a desmontando a Rose y Jack. La pareja ya está en
un punto de no retorno. Ella se ha entregado por completo a él, incluso
compartiendo una noche de intimidad a bordo de un coche, como dos adolescentes
en la actualidad. El amor no ha cambiado mucho a pesar de los años. Entre
medias, el famoso dibujo y la escapada del mayordomo de Hockley. Pero no
estamos aquí para describir la película, así que prosigamos con el tema en
cuestión. Tras escapar de dos miembros de la tripulación y con el iceberg ya
demasiado cerca del Titanic, los dos amantes se juran amor eterno y Rose decide
marcharse con él, abandonando definitivamente esa vida de cristal que tanto
anhelaba dejar.
-Cuando el barco atraque, me reuniré contigo.
-Es una locura
-Lo sé, sé que no tiene sentido. Por eso confío.
La conversación inconfundible de dos locos enamorados. Nada
importa si no es contigo. Y esto es justo lo que les ocurrió a otros dos de
nuestros protagonistas. Dejarlo todo por amor, sin mirar atrás, sin contemplaciones.
Sólo queriendo reír y reír eternamente al lado de la persona que amas. Quizás
lo consiguieron.
Mary Mullin y Denis
Lennon
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La única foto que se cree existe de Denis Lennon. Ésta se encuentra recogida en el libro The Irish aboard Titanic |
Aquí llega mi historia predilecta de amor en el Titanic.
Digna de una película y de dos incluso. Mary Mullin nació en el seno de una
familia relativamente acomodada. Era la menor de ocho hermanos y sus padres
regentaban un pub que les aportaba los suficientes ingresos para dar a sus
hijos una vida desahogada. Tanto es así, que la benjamina y dos de sus hermanas
pudieron acudir a la prestigiosa escuela Loreto Abbey, de Dublín. Los archivos
nos muestran que Mary ingresó en ella en el año 1.909, con 15 años.
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Fotografía tomada en 1.910 que nos muestra a unas alumnas de la escuela Loreto Abbey. Quién sabe si Mary Mullin es una de ellas |
A los
Mullin todo les iba sobre ruedas y es por ello que podían contratar personal
para su negocio, por lo que a finales de 1.911 principios de 1.912, entró como
camarero un joven llamado Dennis.
Él era un chico también irlandés, pero con bastantes
menos posibles económicos. Sin embargo, cuando se trata de amor el dinero no es
importante (o no debería serlo) y Mary empezó a fijarse en él. En un principio,
posiblemente, comenzasen con algunas miradas y frases nerviosas típicas, pero
pronto surgió algo más importante que una simple atracción física y los dos se
enamoraron.
Como era de esperar, para los padres de Mary el camarero no
era una opción posible para su hija menor. Habían trabajado mucho durante toda
su vida para que su niña acabase con un simple empleado. Querían mucho más para
ella y se opusieron tajantemente a que la relación siguiera su curso.
Desesperados, los dos jóvenes tuvieron que idear un plan. Querían estar juntos
y no les importaba ya nada, sólo la desesperación de dos adolescentes
enamorados podría encontrar como solución una estratégica fuga que les llevaría
a Nueva York.
Mary y Dennis lo planearon todo con astucia. Según la
familia de ella, el chico robó dinero de la caja del pub para conseguir comprar
sendos pasajes de tercera clase y poder escaparse juntos. Y así lo hizo. Tras
tener la cantidad necesaria, Dennis acudió a una oficina de la White Star Line
y reservó dos humildes billetes para huir a bordo del Celtic. Mientras tanto,
Mary preparaba su vuelva a la escuela y tras despedirse de su familia, con sus
intenciones completamente ocultas, partió a la estación de tren junto a su
hermana Cissie y allí se dieron el último abrazo. Cissie, observó cómo un joven
contemplaba la escena a través de una ventana del tren en el cual iba a subir
Mary y después reconoció al chico como Dennis. Pero ya era tarde. El plan les
había salido exactamente como querían, aunque no contaban con que la escuela se
pusiera en contacto con sus padres avisándoles de que la señorita Mullin no
había aparecido por allí.
Fue entonces cuando la familia de Mary se puso a atar cabos
y rápidamente concluyeron que se iba a fugar con el camarero que tanta lata les
había dado. Joe, su hermano mayor, corrió a intentar impedirlo y no lo hizo solo.
Con él llevaría una pistola. Estaba dispuesto a matar al joven Lennon. La
familia de ella sospechaba que podría estar embarazada y, por supuesto, no
podían consentir que ese chico hubiera violado a su hija, pues ni siquiera
valoraron que su estado de buena esperanza se debiese simplemente al más puro
amor.
Debido, seguramente, a la huelga de carbón que se estaba
llevando a cabo esos días previos, la joven pareja fue transferida al Titanic. Para
ellos el cambio no sería ningún problema, su objetivo era marcharse y bien poco
les importaba en qué buque lo harían. Sus pasajes habían sido comprados por
Dennis y éste, con astucia, se había cubierto las espaldas diciendo que la
joven era su hermana y así nadie sospecharía nada. Lo que no sabían es que Joe
Mullin les seguía la pista.
Queenstown (actual Cobh) era el puerto de destino en el cual
Mary y Dennis dejarían para siempre su Irlanda natal para embarcarse en una
aventura que a ambos les emocionaba. Joe les siguió hasta allí, sospechando lo
que estaban a punto de hacer. Sin embargo, el tren que cogió llegó demasiado
tarde. Quizás unos minutos más hubiesen supuesto que su sueño de amor hubiera fracasado.
También hubiera sido lo que les salvase la vida.
Mary Mullin, de 18 años y Dennis Lennon, de 21, perecerían
en la tragedia del Titanic. Su historia ha estado oculta durante años y todo
ese tiempo se pensó que eran hermanos, tal y como ellos habían previsto. No
llegaron a la tierra donde, a su entender, se les prometía la libertad
suficiente como para tener una vida juntos sin que nadie les cuestionase. Sin
embargo, sí pudieron compartir sus últimos alientos.
Rose y Jack sueñan en grande, exactamente igual que los
jóvenes Dennis y Mary, pero el destino les tiene preparado algo con lo que no
cuentan. Tras compartir esa promesa de huir juntos, el Titanic choca con un iceberg y entonces todas sus esperanzas se vienen abajo. Ya no se trata de una
lucha contra las clases sociales o las normas impuestas por el mundo en el que
viven, ahora tienen que encontrar la manera de sobrevivir. Después de superar
obstáculos que poco tienen que ver con su historia, consiguen encontrarse
esperando a un bote salvavidas. Pero no es tan fácil. Sólo mujeres y niños, Jack
no puede acompañarla. A regañadientes, Rose finalmente accede a subir y
mientras el bote es bajado sus miradas se cruzan, posiblemente igual que lo
hicieron las de Berthe y Quigg por última vez. Pero el desenlace en este caso
es distinto, sin pensarlo mucho ella se lanza a la cubierta con la intención de
reencontrarse con Jack.
-¡Qué estúpida eres!, ¿por qué lo has hecho eh? ¡Qué
estúpida eres! ¡Por qué lo has hecho!, ¡¿por qué?!
-Si saltas tú, salto yo, ¿no?
Y he aquí otra de esas escenas melodramáticas y
terriblemente emotivas que tanto encandilan al público. Pero, ¿es posible que
suceda algo así realmente? Comprobémoslo.
Isidor e Ida Straus
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Isidor e Ida Straus |
Conocida por todos y cada uno de nosotros, la historia de
estos dos ancianos nos demuestra que el amor poco tiene que ver con edades.
Ambos nacieron en Alemania y ambos emigrarían con sus
familias al nuevo mundo con la intención de progresar. Allí, a tantísimos
kilómetros de distancia de su país natal, Isidor e Ida Straus se conocieron. En
la ciudad de Nueva York, Isidor y su hermano Nathan se habían hecho con la
propiedad de Macy’s, que resultaría ser todo un éxito gracias a su buena mano con los negocios. Esto,
conseguiría que ambos llegaran a tener dos extensas fortunas que les
permitirían vivir el resto de su vida a todo lujo.
Los Straus se casaron pronto, no había mucho que pensar y
ambos tenían muy claro que querían compartir sus vidas. Y así lo harían. El
matrimonio tuvo siete hijos, Jesse, Clarence, quien pereció con apenas dos
años, Percy, Sara, Minnie, Herbert y Vivian.
Isidor e Ida eran una de esas parejas a las que todo el
mundo quería. Se involucraban constantemente en eventos sociales solidarios y
siempre parecían estar de buen humor. Además, nunca se separaban y, cuando no
les quedaba más remedio, se escribían por cada uno de los días que estuvieran
ausentes. A pesar de los años, los Straus seguían compartiendo sus miradas
cómplices y cargadas de cariño y respeto. La pasión del inicio se evaporó como
su juventud, pero conservaban su amor intacto.
A principios de 1.912, el matrimonio partió rumbo a Europa a
bordo del Amerika con la intención de
visitar Alemania, a la que regresaban con bastante asiduidad. En esta ocasión
les acompaña su nieta Beatrice. La joven se quedaría en tierras germanas y tras
pasar unos días allí, Isidor e Ida preparan su regreso a casa. La pareja solía
viajar siempre que podía en vapores alemanes, sin embargo debido a la huelga de
carbón no les sería posible y tendrían que reservar sus pasajes a bordo del
Titanic. Seguramente el cambio no les importunaría en absoluto y estarían
encantados de viajar en el barco más lujoso y nuevo del momento. El 10 de abril
de 1.912 el matrimonio y sus dos sirvientes embarcaron al Titanic en el puerto
de Southampton. Ocuparían el lujoso camarote C 55/57, el mismo de John Jacob Astor y su joven esposa pero a babor.
La noche del 14 de abril de 1.912, Isidor e Ida fueron
raudos hacia la cubierta de botes y allí su sirvienta Ellen Bird y la misma Ida
accedieron al bote número 8. Debido a su edad, también se le permitió a Isidor
la oportunidad de subir al salvavidas, pero él se negó alegando que si ningún
hombre lo hacía él tampoco. Ante esto, Ida tomó una de esas decisiones que sin
duda han pasado a la historia del Titanic. Se negó tajantemente a irse sin él. “Llevamos juntos
muchos años. Hemos vivido juntos y moriremos juntos. Donde tú vayas, yo voy”. Y así fue. Calmada, se reunió con su esposo y le entregó a
su sirvienta el abrigo de pieles que llevaba puesto ya que, “tú lo necesitarás más que yo”. Y
abrazados, se marcharon juntos y fueron vistos por última vez en la cubierta,
sentados en las hamacas que días antes habían utilizado los pasajeros de
primera. Incluso se llegó a decir que pidieron ser atados con algunas de las
mantas que había por allí. Seguramente es parte de la leyenda. Lo que está
claro, es que fue el último acto de amor de un matrimonio que tras más de 40
años de relación, quiso terminar su vida unidos.
El cuerpo de Isidor Straus fue hallado días después por el Mackay-Bennett y etiquetado con el
número 96. Sería enterrado en el cementerio de Woodlawn, Bronx, Nueva York. Su
lápida menta también a su esposa, su eterno amor, de la cual nunca encontraron
sus restos. Vivieron juntos. Murieron juntos. Si saltas tú, salto yo, ¿no?
Rose, al igual que Ida, también ha decidido quedarse con
Jack. Toca enfrentarse a los últimos momentos antes de que todo estalle en un
caos absoluto. Él, haciendo gala del ingenio que le caracteriza, la guía hacia
la popa y justo en el lugar donde ella había decidido acabar con su vida tan
sólo unas horas atrás, esperaron a que finalmente el Titanic sucumba ante el
Atlántico. Una vez ocurre, nadan juntos intentando buscar algo a lo que
aferrarse y debe ser rápido, no les queda mucho tiempo. La hipotermia es un
asesino rápido. Consiguen encontrar un trozo de madera al que ambos intentan
subir sin éxito. Sólo hay sitio para uno. Como no, Romeo le cede el puesto a
Julieta. Va a sacrificar su vida por ella, pero antes le hace prometer,
-Debes hacerme ese honor. Debes prometerme que sobrevivirás,
que no te rendirás, no importa qué ocurra. No importa lo desesperada que estés.
Prométemelo ahora Rose y no rompas nunca esa promesa. No te rindas jamás.
Jack acaba sucumbiendo como tantos y tantos otros al frío
horrible de esa noche de abril que destrozaría las vidas de tantas personas.
Rose, desolada por la pérdida comienza a llorar y por un momento, se rinde. Sin
embargo nada hay más fuerte que la voluntad y una promesa a un amor moribunda (o eso parece),
así que con sus últimas fuerzas se lanza al mar donde consigue hacerse con un
silbato que la permite tener la voz que ella ya ha perdido. El Quinto Oficial
Lowe finalmente la rescata y tras varias horas a la deriva, los 712
supervivientes encuentran la salvación a bordo del Carpathia.
Tres días infernales pasarían en el buque que les llevaría
finalmente a Nueva York, el destino que tendrían que haber alcanzado juntos
tantas y tantas familias que ahora habían quedado completamente rotas. Rose
observa bajo la lluvia la Estatua de la Libertad en un guiño que sin duda,
describe su situación actual. Rose DeWitt Bukater murió en el Titanic.
-Me dice su nombre señorita.
-Dawson, Rose Dawson.
Y así es como ella toma el apellido de él, haciendo honor a
su promesa y llevando a cabo esa vida que tanto había deseado y que Jack le
había permitido tener. Ese sería su homenaje hacia un joven al que tan sólo
había conocido durante unos escasos días y que, sin embargo, sería el motor de
su vida. Una historia de amor como pocas, que nos hacen pensar si es posible
que la llama de un amor tan efímero, puede seguir encendida tantos años después
de haberlo perdido. ¿Es posible?
Roberta Maioni
Roberta Maioni
Roberta era una joven de 20 años que hacía las veces de
sirvienta para la Condesa de Rothes. La dama y su prima iban a realizar un
viaje por Canadá y la joven doncella les acompañó. Embarcarían al Titanic en
Southampton y ocuparía el camarote B 79, justo al lado del de la Condesa.
Durante el viaje, Roberta conocería a un joven y apuesto
camarero de primera clase, de quien se enamoraría en tan sólo los cuatro días
que duraría la travesía. No existen muchos datos acerca de esta relación, ella
ni siquiera desvelaría su nombre.
La noche de la catástrofe, el joven se dirigiría a Roberta y
guiaría a las tres mujeres hacia la cubierta de botes. Él le entregaría su
chaleco salvavidas y la ayudaría a subir. Justo antes de separar sus manos, el
mayordomo le dejaría en la palma su insignia de estrella que le caracterizaba
como miembro de la tripulación. Podemos imaginar la escena, Roberta mira su
mano, ve en ella lo único que le quedará de él y a continuación vuelve la
mirada hacia su fugaz amor. La última mirada.
El bote 8, el mismo en el cual hubiera podido también ir el
matrimonio Straus, bajó lentamente al agua y en él Roberta, la Condesa y la
prima de ésta salvarían sus vidas.
La partida llegaría a Nueva York el 18 de abril de 1.912.
Roberta escribiría allí un poema en el que relataba sus experiencias en la
tragedia. Regresaría a su Inglaterra natal semanas después y con mimo,
guardaría esa insignia y el recuerdo de su amor.
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La insignia que el mayordomo le dio a Roberta al despedirse |
En 1.919 se casaría con Cunliffe Bolling. Nunca tuvieron
descendencia. Roberta murió en 1.963, con 71 años. Se encontraba ya recluida en
una residencia de ancianos, aquejada de una artritis aguda que ella atribuía al
frío que había pasado tantos y tantos años atrás en el Titanic. Tras su
fallecimiento, entre sus cosas, encontraron el poema que había escrito en Nueva
York y una insignia de estrella blanca. Es obvio que jamás olvidaría a ese
joven. Quién sabe si, como Rose, utilizaría su recuerdo como fuente de energía.
Sólo podemos imaginar que fue así.
Rose Calvert, de soltera Dawson, se encuentra junto a su
nieta en una casa que denota su espíritu alegre y luchador. La anciana
centenaria está haciendo alfarería, actividad que no se le da nada mal a juzgar
por su experimentada actitud, cuando ve incrédula cómo un dibujo hecho hace 84
años vuelve a estar ante sus ojos. Es ella, es ella retratada por las manos de
Jack. Por supuesto, y a pesar de su avanzada edad, Rose sigue teniendo
iniciativa y junto a su nieta Lizzy, se embarca en un viaje que le haría
recordar la historia que más le habría marcado nunca. Volvería a Jack.
Tras contar su apasionante historia y dar a conocer por fin
su verdad, Rose finalmente descansa. Y entonces la
magia de Hollywood nos regala uno de los más hermosos finales, con más
emotividad, de la historia del cine. Al menos para mí. Pero para qué describirlo, si podemos verlo una vez más.
Y aquí termina la historia de Rose y Jack, un amor de
película por el que muchas personas aún suspiran. Pero vamos a la cuestión que lanzamos al inicio de este artículo, ¿existieron Jack y Rose? La respuesta es bastante clara y siento si decepciono a algún lector, pero no, no existieron. Sin embargo, a lo largo de esta entrada hemos podido comprobar de primera mano que una parte de ellos sí es real, que las historias de amor que hemos repasado son tan apasionantes o más que la suya y que sin lugar a dudas, la realidad siempre supera a la ficción.
Concluyamos esta aventura dejando volar nuestra imaginación y repasando esa última escena, sólo que esta vez con otras caras, con otros nombres. Imaginemos a Vera Dick reencontrándose de nuevo con Reginald Jones, o a Berthe Mayne volviendo a ver a su joven amor, o a Mary Mullin y Denis Lennon juntos por fin, o con la ternura del matrimonio Straus, o a Roberta Maioni volviendo a poner rostro a ese hombre sin identidad.
Seguro que a partir de ahora, no volveremos a ver la película con los mismos ojos.
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Y, ¿qué hay del corazón de la mar? La respuesta, aquí
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Y, ¿qué hay del corazón de la mar? La respuesta, aquí
[Irene Hernández Rodríguez]
un articulo genial, que mas hay que decir.
ResponderEliminarconcuerdo
EliminarMe fascinó. Qué hermosas historias de verdadero amor.
ResponderEliminarPrecioso, sencillamente precioso. Alguna de las historias comentadas las conocía pero otras no. ¿Podría facilitar algún libro o novela donde se narren hechos sobre el Titanic? Alguno que usted recomendaría. Gracias por tan interesante artículo
ResponderEliminarBuenas tardes, permíteme que te responda yo, Irene (la autora) está sin ordenador y me ha pedido que te traslade su respuesta. Antes que nada queremos agradecerte que te hayas pasado por el blog y que nos hayas dedicado tu tiempo. Respecto a tu pregunta, ambas te recomendamos el libro "Titanic. El final de unas vidas doradas" de Hugh Brewster, sin duda es uno de nuestros favoritos. Espero haberte podido ayudar. Un saludo y muchas gracias.
EliminarGracias por comentarnos, nos alegra que te haya gustado. Otro libro que narra algunas de las historias de amor a bordo del Titanic es "Titanic love Stories" de Jill Paul. En él se narran las vidas de las 13 parejas que estaban de luna de miel en el buque. Está escrito en inglés. Un saludo.
Eliminarguau yo sabia que no eran reales pero nunca me imagine que existieron tantas historias igual y hasta mas hermosas y fascinantes que la de jack y rose encerio que lindas todas esas historias merecen tambien su propia pelicula
ResponderEliminarCon todo respeto, si existieron, las demas historias son reales al ogual q la de jack y rous pero les cambiaron el nombre a el,se llamaba Edgar y era Argentino, se conoció junto a Rous en el barco y tubieron ese romance que vemos en dicha pelicula.
ResponderEliminarGracias por leernos. Lamento reiterarme, pero se equivoca. Los personajes de la película Titanic no están basados personas reales. Efectivamente Edgar Samuel Andrews, de 17 años, embarcó en el buque como pasajero de segunda clase, pero en ningún momento tuvo un romance a bordo.
EliminarSin duda es el mejor articulo q e leido en mi vida, me e emocionado con solo leerlo, y ver q existieron tantas historias de amor como la de Edgar y Rous,pero en fin, dejenme feliciyar a este tipo q escribió esto, sin dudas merece un oscar jaja y gracias x hacerme llorar a leerlas, las q mas lagrimas me sacaron dueron las dos ultimas, la de los ancianos y la de la insigna del mayordomo, pero en fin, todas hicieron q derrame lagrimas 😭😭
ResponderEliminarGracias por su comentario, me alegro de que le haya gustado el artículo. Un saludo.
EliminarSin duda es el mejor articulo q e leido en mi vida, me e emocionado con solo leerlo, y ver q existieron tantas historias de amor como la de Edgar y Rous,pero en fin, dejenme feliciyar a este tipo q escribió esto, sin dudas merece un oscar jaja y gracias x hacerme llorar a leerlas, las q mas lagrimas me sacaron dueron las dos ultimas, la de los ancianos y la de la insigna del mayordomo, pero en fin, todas hicieron q derrame lagrimas 😭😭
ResponderEliminarHistoria de amor
ResponderEliminarHistoria de amor
ResponderEliminarWow!!! Yo juraba que esa historia de amor era verdadera. No me decepciono, al contrario, sigo sorprendido al conocer otras historias que si fueron reales en esa tragedia. Buenísimo articulo. Saludos desde El salvador
ResponderEliminarGracias por leernos José, me agrada saber que le haya gustado el artículo. Un saludo.
EliminarDios mio ! Me ha encantado de verdad. Yo esperaba que hubieran sido reales aunque por una parte sigo manteniendo esa esperanza gracias a todo lo que he leido. Se que lo he leido un poco tarde pero esque he visto titanic por otra vez mas jaja y me ha entrado demasiada curiosidad por saberlo todo . Gracias por hacer estas cosas
ResponderEliminarBuenas tardes, gracias por pasarte por nuestro blog. Nos alegra que te haya gustado! Y nunca es tarde para empezar a aprender cosas sobre este tema tan interesante como es la historia del Titanic. Un saludo!
Eliminarhermoso! !!💖
ResponderEliminarImpresionada. Nunca imagine tantas historias juntas, que si sucedieron y que seguramente fueron mucho mas emocionantes...
ResponderEliminarEsta película es la mejor,sin dudas es mi Favorita nunca pensé que hubiese tantas historias así 😍😍
ResponderEliminarpues me decepciona un poco que no sean reales pero igual buen articulo y es bueno saber la verdad que la mentira
ResponderEliminarSon muy buenos tus blogs <3
ResponderEliminarQuede alucinada, está tan bien redactada la historia que podía sentir que estaba dentro de una película.
ResponderEliminar