Vivian Payne con apenas 9 meses. La imagen está deteriorada, pero el paso del tiempo no ha podido ocultar sus ojos llenos de vida y la atmósfera de futuro que cualquier niño de su edad desprende. Lamentablemente, para Vivian sería un futuro demasiado corto
Queremos que esta entrada sirva como homenaje a todos los jóvenes llenos de sueños que se hundieron con el Titanic y de los que apenas conocemos los nombres.
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Vivian Ponsonby Payne nació en 1.889. Su
padre, un contable de la Grand Trunk Pacific Railway, murió en 1.903 cuando
Vivian sólo tenía 13 años. El presidente de la compañía donde trabajaba, Charles Melville Hays,
se convirtió casi en un padre para el chico tras el fallecimiento del suyo. Para Hays fue todo un placer ya que sólo tenía hijas.
Asistió a la Escuela Superior de
Montreal, donde fue calificado como “un
estudiante brillante, su reputación no fue dada sólo por su gran capacidad,
sino por su duro trabajo”.
Después de su graduación fue contratado por Hays como secretario personal y trabajó para la Grand Trunk haciendo recados entre las oficinas de Montreal y Ottawa. El Montreal Herald, un periódico canadiense, dijo sobre él lo siguiente:
“Mr. Payne tenía el don de hacer amigos sin ningún esfuerzo y atraía a todo aquel con quien entrara en contacto.”
A principios de 1.912 Vivian
acompañó al matrimonio Hays y su familia a un viaje por Europa. El joven
pisaría por primera vez Inglaterra y quedó asombrado con los hermosos paisajes.
Escribió entusiasmado a su madre una carta donde describía con gran ilusión, lo
increíble que le parecía que todo fuese verde en pleno marzo.
Por lo poco que podemos extraer de su carta y lo que los que le conocieron decían de él, se puede deducir que Vivian vivía con ilusión cada momento, que era un gran trabajador y sobretodo, podemos destacar su alegría.
Hays y su séquito embarcaron al
Titanic el miércoles 10 de abril de 1.912 en el puerto de Southampton,
Inglaterra. Lo hicieron como invitados del mismísimo Bruce Ismay, el
presidente de la White Star Line, la compañía naviera propietaria del buque.
La familia regresaba
precipitadamente debido a las complicaciones del embarazo de una de las hijas
de los Hays, Louise, que se presentaba con amenaza de cesárea. De no haber sido
así, seguramente el viaje se hubiese alargado algunos días más.
La partida ocupó cuatro camarotes de primera clase, Charles y Clara Hays el B-69, la hija y el yerno de éstos, Orian y Thornton Davidson el B-71, la doncella de Clara, Mary Anne Perreault, el B-73 y el joven Vivian el B-24.
La noche del 14 de abril de 1.912, a
las 23,40 horas, el Titanic choca con un iceberg que le hiere de forma mortal.
Probablemente la familia Hays, su doncella y el joven Payne subiesen presurosos
a la cubierta de botes.
Clara, Orian y Anne embarcaron en
uno de los primeros salvavidas, el 3, que dejó el Titanic a alrededor de las
00,50-00,55 horas. Ninguno de los tres hombres tuvo la oportunidad de subir con
ellas y seguramente se quedasen despidiéndolas desde la cubierta mientras el
bote era bajado.
La noche era cada vez más fría y los
tres intentarían por todos los medios salvar la vida, pero eran varones y su
condición no ayudaba. El 80,5% de los hombres que había en el buque,
perecerían.
Seguramente se mantuviesen los tres
juntos hasta el final. Se lanzarían al mar intentando la última oportunidad,
sin embargo no les serviría de nada. El joven Vivian falleció esa noche junto
con su mentor y casi padre Charles Hays y el yerno de éste, Thornton Davidson.
Podemos imaginarnos la impotencia de Hays al no poder hacer nada por el que
sentía era su propio hijo.
El 26 de abril el Minia encontró el cadáver de Charles Hays, pero nunca pudieron hacerlo con los de Thonrton y el joven Vivian.
Mientras tanto en Canadá la madre de Vivian esperaba impaciente noticias de su hijo. Tan pronto como se enteró de la gravedad de la situación, se dirigió a las oficinas de la compañía naviera, la White Star Line en Montreal y suplicó que le diesen noticias de su hijo. Desesperada imploró que fuese uno de los supervivientes. El periódico canadiense Toronto Globe recogió sus palabras.
“¿No pueden encontrar nada acerca de mi hijo? Él es mi bebé y sólo tiene 22 años. ¿No cree que el señor Hays pueda haberlo salvado?”
Desgraciadamente para ella sus deseos nunca se harían realidad, jamás volvería a ver a su hijo. Lo único que le quedaría de él, sería el recuerdo de esos ojos vivaces que tanto se iluminaban.
Una placa de latón fue erigida en su
memoria en la Iglesia Cristiana Anglicana de Montreal, Canadá. Fue pagada por
123 de sus asociados.
[María Neira
Domínguez]
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